Las letras y toda forma de arte tomada con real pasión, implican un gran abandono.
No es que yo sea malo, señor.
Las circunstancias me fueron colocando en este lugar. Así como me ve, yo fui alumno de un afamado Colegio Jesuita y asistí a la Universidad.
Si, ya sé que no terminé agronomía. Ni periodismo, ni administración de empresas, ni siquiera el curso de reparación de PC, pero que quiere que haga. Debe haber algo genético que me impide terminar las situaciones a largo plazo.
Mi currículum vitae le demuestra que soy un gran organizador, llevo en mi haber la estructuración de dos pequeñas empresas. Si, aunque no o crea las agarré todas desordenadas, nadie sabía bien que hacer, tiraban todos para lados diferentes. Pero yo, así como me ve no, de saco y corbata andaba en esa época; con paciencia les fui dando un sentido y dirección. No me va a catalogar de mala persona por haber dejado en la calle a aquel viejito, si no servía para nada, hacía 35 años que hacía lo mismo, nunca una avidez de crecimiento ni una idea brillante. Que haya sido peón de limpieza no lo exime de nada, señor, no esperaba demasiado de él, pero no era capaz de ni siquiera de cambiar la disposición de los cestos de basura de la oficina.
Cierto es que el patrón lo quería mucho, se había criado con él barriendo, pero la realidad es que salía muy caro, en realidad no tanto, pero el viejo era un poco irrespetuoso, en especial conmigo, me miraba mal y casi no me hablaba. Yo no sé por qué los viejos tienen la costumbre de mirar mal. Sienten que porque uno es joven, yo era joven en ese tiempo, no tiene capacidad de mando. Eso sí, señor, capacidad de mando siempre he tenido, tal es mi habilidad, que hasta mis jefes se han tenido que amoldar a mis reglas.
A algunos les llegó a gustar incluso. No hay cosa más cómoda para una persona ocupada, que tener a alguien organizando lo que hay que organizar y sacándole una gran cantidad de trabajo. Esa era mi gran cualidad, no sé si la mantengo porque hace muchos años que no tengo jefe, pero yo era una máquina de hacer y organizar, no tenían que decirme mucho, yo solito nomás, señor, encontraba los problemas y los resolvía. Y bueno, alguien siempre tiene que hacer el trabajo más sucio, me ha tocado ser testaferro, si, en un momento no se imagina la plata que tenía en mi cuenta del Banco de la Nación Argentina. Desgraciadamente no era toda mía, pero algo siempre quedaba, como las gárgaras, me entiende señor.
En mis trabajos nunca hablaba de dinero, al momento de empezar era un tema que no tocaba, no me interesaba, yo sabía que en cuanto me hiciera imprescindible, iban a procurar que me quede a fuerza de pesos o dólares.
Algunos jefes inocentes que tuve, no lograron interpretarme correctamente, osaron pensar que me hacía un favor al pagarme más. Pobres, su soberbia y mi capacidad de hacerme el desacertado les generaron varios problemas. Yo nunca me equivocaba ni olvidaba de nada señor, sólo les hacía creer que mis errores no estaban planeados, ¡Qué cara les resultaba mi renuncia!, Lo más gracioso, es que no se daban cuenta.
No señor, nadie me ha hecho favores en mi vida, jamás los he pedido ni los pediré, sólo les debo malos momentos a mi mujer y a mis hijos, vaya saber donde andan, señor. Sé perfectamente su ubicación física, lo que no tengo idea es con que habrán cubierto el agujero que dejé en sus vidas. Algunas tardes extraño el bochinche de un hogar conformado, pero luego concluyo en que de haber ruido no podría concentrarme de la manera necesaria.
Culpas, culpas y más culpas, hasta mis amigos más íntimos (que me quedan muy pocos), osan subrayarme las culpas que bebería sentir. ¿Usted también señor?. Lo del viejito está totalmente justificado, que se muriera en la miseria luego de un par de años le aseguro que no fue culpa mía, definitivamente él, es el responsable de sus actos.
Culpas, hilando más fino, si quiere, podría sentir culpa por aquel muchacho que perdió el trabajo porque me negué a cambiarle un cheque que omitió depositar en tiempo y forma, ¿es mi culpa señor?, ¿Debo cargar en mi conciencia la suma de los errores ajenos?. Le aseguro que no tengo la mínima intención de hacerlo, mi idiosincrasia no me lo permite.
Tenga en cuenta lo siguiente, señor, durante años fui una persona conciente de mis decisiones, es verdad que les daba un poco de rienda suelta a los cambios, pero que quiere señor, soy andarín. Mi familia me siguió hasta el hartazgo, que por cierto tardó no demasiado en manifestarse.
Mi perdición llegó poco a poco, me acuerdo claramente de aquella inundación. Agua por donde uno miré, señor, y yo, en el medio, solo en aquel campo y sin absolutamente nada que hacer. Dedicaba muchas horas a la lectura hasta que una tardecita, me puse a garabatear unos versos, si señor, esos que se publicaron en mi primer libro, indudablemente él más auténtico de los muchos que escribí. Hubieran seguido su camino a basurero de no haber tenido la mala idea de leérselos a mi familia en un asado. Noté por sus ojos húmedos que se emocionaban y fue tan maravilloso sentirme con capacidad de conmover que creí que sólo eso podía hacerme feliz. Así y todo no fue una decisión inmediata, fueron años de trabajar y sólo escribir en los ratos libres. ¿Se acuerda de «Los cuentos de miseria»? Cuatro años demoré en darle forma, doscientas páginas en cuatro años, desde ya que no podía seguir así.
Yo era joven señor, pensaba que sólo el hecho de seguir un ideal me haría feliz. Que error de pensamiento. Desde el momento que decidí enfocar todas mis energías en las letras todo fue más duro. No voy a negar que me producía placer hacerlo, no podía parar de crear, cinco libros en 2 años, más los versos, los ensayos sobre política Argentina (comedias) y las letras de canciones para los decadentes cantantes latinos. Esto último fue el dinero que me costó menos trabajo, un par de rimas melosas con su estribillo potente y por las dudas con seudónimo. Así y todo, entregarse en cuerpo y alma a una pasión implica abandonar muchas cosas. Y no pude evitarlo señor, amigos, familia, aspecto y simpatía entre otras cosas, fui dejando en el camino. No soy malo por eso señor, la historia nos demuestra que a los grandes artistas les pasó lo mismo. Ya sé que todavía no lo soy, incluso si mi tío leyera mis escritos sentiría vergüenza ajena, pero mientras, espero que me llegue mi obra maestra, yo sigo escribiendo señor, con la esperanza de que las letras, algún día, me devuelvan con creces todo lo que me han arrebatado.
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