Traidores entre nosotros

La oposición política es el espíritu de la democracia. La existencia libre de esta es la diferencia principal entre éste sistema y cualquier otro donde las voces de aquellos que no están de acuerdo con el orden establecido son calladas a punta de espada. Pero si una cosa hemos aprendido del caso venezolano en los últimos años, es que la diferencia entre oposición y traición, entre prensa y política, no está bien definida.

El trabajo de la oposición política, como su nombre lo indica, es oponerse. Sus seguidores así lo esperan y por eso son miembros de esta.

Hasta aquí estamos claritos.

Cualquiera que pretenda gobernar un país, debe entender y aguantar como un macho la crítica constante de la cual será objeto. Pero por otro lado, la oposición, simple y llanamente, no tiene garantizado los resultados a sus opiniones.

Es innegable que los grupos opositores en Venezuela no tienen muy clara esta última afirmación, y aquí es donde las aguas empiezan a hacerse turbias, y el que separa libertad de libertinaje empieza a darse cuenta.

No podemos culpar a la oposición por esto. Al final, la democracia es un deporte y todo vale, a menos que lo vea el árbitro. Este árbitro, en la vida real, se llama Medios de Comunicación.

La libertad de opinión, es la herramienta principal de cualquier grupo opositor cuyo fin ideal es el bien común. El real, simplemente hacerse con el poder. Lo cual no está mal. Mientras sea legal y no tenga consecuencias para el país, otra vez, bienvenidos sean todos los ciudadanos «opinionados», miembros de la oposición o no. Interesados o no en un cambio. Beneficiados potenciales de este cambio o no.

El Sistema, sin embargo, se corrompe, cuando Oposición, Gobierno y Medios de Comunicación se confunden entre ellos, haciendo de la imparcialidad sinónimo de la conveniencia.

Al igual que la población de un país se representa en un congreso, las voces de todos los ciudadanos son concentradas en los medios de prensa con el nombre de Opinión Pública. Y cuando se dice la palabra pública, aunque no lleve una «s» al final, se refiere en plural a la opinión de todos y no de un solo bando, no importa cuántos sean miembros del mismo.

Puede darse el caso de que la opinión de unos sea la correcta. Lamentablemente, puede que no, y no hay manera de saberlo cuando la Prensa y Oposición, o Prensa y Gobierno son una misma cosa.

Y por lo que hemos visto en Venezuela en los últimos años, la oposición no solamente puede no estar en lo correcto, lo cual es de muy poca importancia en el juego democrático, si no que también parece no tener ningún interés en defender aquello por lo cual pretende luchar. Es decir, Venezuela.

La Prensa venezolana juega en estos momentos un rol muy triste, diseminando opiniones o acciones que ponen en peligro los intereses y el bienestar en general de la Nación. Especialmente su soberanía.

No puede afirmarse que los medios de comunicación venezolanos estén manipulados por determinados intereses. Pero a primera vista, no hay de manera de saber que esto no es así, porque todas y cada una de las palabras que escriben o imágenes que presentan, no parecen sino estar destinadas a desintegrar a la sociedad venezolana. Y no por el hecho de presentar oposición al Gobierno, sino porque se olvidan que la imagen que ellos presentan no sólo es tomada en cuenta por nosotros.

No sólo los venezolanos estamos interesados en Venezuela. Otros entes, especialmente, gobiernos de otros países, tienen interés en que tal o cual cosa pase en  nuestro país para beneficio propio. Cosa que no critico, porque cada quien tiene que velar por sus propios intereses. Colombia, los Estados Unidos, países productores de petróleo, hierro, aluminio y cualquier otro a quien le hagamos mella en sus posibles exportaciones, no hacen sino reírse cuando leen en nuestros periódicos palabras como: desunión, golpe, paro, guerra civil  y cualquier otra clase artimaña opositora fructífera…para ellos.

Aquellos que propician esta situación sólo pueden ser estupidos o traidores, pero dándoles el beneficio de la duda, los consideraremos inicialmente la más infame de las dos opciones.

Correctamente, los venezolanos tenemos todo el derecho a decir lo que nos venga en gana del Gobierno. Otra cosa muy distinta es tratar de darle legitimidad a la opinión de un sector como verdad absoluta y a prueba de balas, utilizando cualquier recurso. Cosa que es especialmente peligrosa cuando esto de refiere a la opinión de gobiernos o periodistas extranjeros.  Chavistas o no deberíamos estar claros que Venezuela es nuestra, nuestros problemas los arreglamos nosotros y que si alguien quiere darnos su opinión acerca del presidente de Venezuela o su gobierno, debe primero naturalizarse antes de abrir la boca.

De otra manera, no estamos poniendo en peligro a Chávez o al chavismo,  estamos poniendo en el fuego la credibilidad del país y la salud de la República.

Los periodistas venezolanos deberían empezar a darse cuenta de lo que le cuesta al país cada una de las palabras que dicen. El discurso incendiario no ha sido monopolio de la Presidencia de la República en los últimos meses.

Es imposible calcular los millones de dólares que pierde el país cada vez que Ibéyise Pacheco se las tira de Nostradamus con sus predicciones anónimas de debacles económicas, o cuando Tal Cual asegura que el éomunismo será puesto en marchar en cualquier momento o que los hunos castristas están entrando desde Guatire para agarrar el primer apartamento con agua caliente que consigan en Caracas.

Cómo saber los pasos hacia atrás que da el país cada vez que un periódico publica en primera plana  declaraciones negativas de cualquier político extranjero o la agudización de nuestro nivel de riesgo, no como una noticia, sino como un triunfo opositor y patriota. 

Damas y caballeros, pongámosle precio a las palabras, y antes de escribir ese artículo acerca de como Ford o IBM o cualquier otra compañía está abandonando el país con todos sus trabajos y capital, analicen si esto no está sucediendo gracias precisamente a lo que ustedes mismos escribieron hace un par de meses.

Los periódicos no los leen sólo aquellos con ánimo de marcha. Los leemos todos, y tras tres años de prensa maligna, es un milagro que haya alguna empresa todavía abierta en el país.

Escribir artículos efectistas y manipuladores por el puro morbo de producir un escándalo o convertirse en celebridad tipo Luisa Lane no hace a nadie mejor periodista. Especialmente si lo que se escribe puede ser utilizado por nuestros enemigos para alcanzar sus metas. Además, los venezolanos leen el periódico, y creen lo que sale en ellos. Los millones de personas marchando contra Chávez son una prueba de ello.

Es una irresponsabilidad histórica adoctrinar a la población con informaciones que carecen muchas veces de algún sustento.

Cómo es posible que en un periódico como El Nacional, por ejemplo, para escribir una carta al editor haya que mandar hasta la Cédula de Identidad, pero que una alguien  sea capaz de inventar cualquier cantidad de idioteces y publicarlas libremente en una columna desde el anonimato usando un pseudónimo.

¿Es esto un ejemplo de Prensa seria? ¿Es alguien escondido tras un apodo, digno de algún crédito?

El que quiera oponerse al gobierno de Chávez que lo haga, pero no destruyan al país. El desempleo, la fuga de capitales extranjeros y la paranoia generalizada que hay en el país no es producto de su presidencia. Venezuela ha tenido gobiernos tres veces peores que este anteriormente sin que sufriéramos de estos males. La razón: la Prensa no se dedicó a destruir al país de la manera en que ahora lo está haciendo en este momento.

O ¿Es que antes estaba en manos más responsables que hoy en día?

Imposible saberlo. Quizás debamos otorgar el beneficio de la duda una vez más, olvidándonos de lo de traidores y eligiendo otra opción.

Así todo sería menos doloroso y fácil de entender.


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