«House of Sand and Fog», una adaptación de la novela por Andre Dubus III, es un intento más por parte del cine actual de recrear sin éxito la grandiosidad de la tragedia griega. El resultado es un desastre que trata de poner demasiados puntos sobre demasiadas ies. En donde lo logra, es usualmente sobre la letra equivocada. Y como sucedería gramaticalmente, el resultado es inentendible. Vadim Perelman, comete el error de querer ser neutral ante unos personajes que necesariamente no lo merecían.
Para hacer esto, Perelman intenta hacer uso de un paternalismo escénico sobre las debilidades y fallas de los protagonistas, lo cual demasiado rápido convierte la película en un melodrama aburrido y curiosamente sádico.
La historia es sobre la lucha por una propiedad en la bahía de San Francisco, que su dueña Kathy Picolo (Jennifer Connelly) ha perdido por un error de la oficina de impuestos por pura y sencilla estupidez. Y cuando la casa es subastada por el IRS, es comprada barata y fácilmente por un tiránico inmigrante iraní, Massoud Amir Behrani (Ben Kingsley).
La película es una más del montón que ha salido en la era post septiembre once, donde se sugiere que los norteamericanos no están solos en este mundo (¡guao que descubrimiento!), y que el mismo no es de ellos como lo pensaron (¡gulp!) por mucho tiempo.
El problema con la visión de Perelman es que trata de imprimir tanta culpabilidad al espectador que la trama se hace inacabable e increíble.
Kathy, una hija malcriada e irresponsable, se mantiene en pie de lucha para recuperar lo que considera que aun es suyo, mientras Behrani, defiende su nueva propiedad sin tregua.
Perelman, propone la relación o ambivalencia entre ambos, una malcriada y un tirano, como la de dos capitalistas salvajes, llevando a cada uno a convertirse en personas sin ninguna vergüenza. Pero no por esto en personajes realmente validos o relevantes.
El punto medio es puesto en escena mediante un policía, Lester (Ron Eldard), un sheriff infelizmente casado que es atraído por Kathy cuando este se presenta para desalojarla. Viéndose en su espejo, Lester patéticamente trata de ayudarla sin darse cuanta de que sólo trata de ayudarse a si mismo, aprovechando la oportunidad de dejar a su mujer e hijos en el ínterin y llevando a Kathy de regreso a un alcoholismo que creía haber vencido.
«Siento como me he encontrado» dice en una escena el imbecil del redneck de Lester. Sería una de las frases más inteligentes de todo su dialogo.
Pero Lester sirve bien de punto de comparación, por que en realidad es la versión americanizada de Behrani, quien había sido un militar de alto rango durante el gobierno del Shah de Irán. Así, el policía cae en una serie de abusos de poder convirtiéndose en una carácter, según él, pseudo moralizador, manejado por una furia mal dirigida que al final sólo pretende, supuestamente, exponer la ironía de toda la situación.
Pero Perelman no se va por el camino fácil, lamentablemente para él. Como no hay villanos, y cada uno de los protagonistas parece estar en lo correcto a pesar de sus espantosas personalidades, el filme es más griego que digamos «Mystic River» o «21 Gramos» e inexorablemente marcha, tras una serie de errores y casualidades hacia el escalamiento de las hostilidades y un final catastrófico e imposible.
Una de las causas de estos son los sentimientos de xenofobia que ambos grupos sueltan y aquí y allá durante todo el film. Behrani, que se ve a si mismo como un hombre sumamente práctico y trabajador le recuerda a su familia en una ocasión: «Nosotros no somos como ellos». A su hijo Lester lo llama Ishmael a tono de burla.
Sin embargo, esta simplificación de los sentimientos y dramas de los inmigrantes de los Estados Unidos, es un error. El ve a Kathy y Behrani como iguales, y usa a Lester como el eje moral de ambos, la figura del policía estado —el americanismo— que los ayuda y obliga, de alguna manera a cometer los errores que al final terminan en tragedia.
Pero tanta filosofía barata y significados ocultos, que heredo casi sin cambios del libro de Dubus, no hacen mella en el valor del film que prácticamente es una adaptación literal sin mucho que ofrecer a una historia que ya originalmente era mediocre.
Al final, el conflicto entre Kathy y Behrani, que nació por algo tan trivial como no abrir el correo a tiempo, pudo haber sido evitado sin consecuencias. Pero error tras error, uno siente la fuerza del destino empujar a sus personajes por el camino equivocado como quien va por una bajada sin frenos.
Lamentablemente, aunque las actuaciones Kingsley y Connely son adecuadas y suficientes, uno no se cree nada de la historia.
Producción: Dirigida por Vadim Perelman; escrita por Perelman y Shawn Lawrence Otto, basada en el libro de Andre Dubus III; director de fotografía, Roger Deakins; editada por Lisa Zeno Churgin; música por James Horner; diseñador de produccion, Maia Javan; producida por Michael London y Vadim Perelman; Estudio: DreamWorks Pictures.
Protagonistas: Jennifer Connelly (Kathy), Ben Kingsley (Behrani), Ron Eldard (Lester), Frances Fisher (Connie Walsh), Kim Dickens (Carol), Shohreh Aghdashloo (Nadi) y Jonathan Ahdout (Esmail).
Enlaces de interés
1. Website oficial de «House of Sand and Fog»
Descubre más desde El Nuevo Cojo Ilustrado
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.