Desorden Público es sin duda una de las bandas míticas de Venezuela, pionera del más importante proyecto ska del país. Esta banda logró en tres discos —»En descomposición» (1990), «Canto popular de la vida y muerte» (1993) y «Plomo revienta» (1997)— establecer una influencia indudable que los convirtió en una especie de versión venezolana de The Police, aquél tipo de banda que siempre será nombrada y citada por los que vienen después.
Sin embargo, después de «Plomo revienta» a finales de los noventa, Desorden Público comenzó a despedazarse en una caída libre bastante decepcionante.
La banda de ska —que incongruentemente nació durante la movida punk underground caraqueña de mediados de los años ochenta— fue incorporando a su sonido, poco a poco y cada vez más, una fuerte influencia latina que en «Plomo Revienta» ya incluía desde la cumbia, la salsa, el boogaloo, el merengue y la percusión afrovenezolana, hasta el soul, el jazz y el funk. La experimentación, sin embargo, en vez de añadir sustancia a su música la convirtió en una mezcolanza que, de tanto reinventarse, cayó en el agotamiento.
Y siendo honestos, la continuación fue algo bochornoso. Obligados por la disquera tuvieron que sacar un disco en 1999, acudiendo —como suele suceder— a una «recopilación» de temas anteriores. Este disco se llamó «¿Dónde está el futuro?», un designio apocalíptico que parecía obligar al oyente a responder, «si seguimos así, pues será en Los Amigos Invisibles, porque de Desorden no queda nada». Patético pues —para un fan de la banda— escuchar la versión mediocre de «Skápate» en acústico con Horacio (voz), Caplís (bajo) y Danel (percusión) haciendo lo que podían como para rellenar surcos. Pero a la banda le faltaba humillarse más y su siguiente disco haría ver a «¿Dónde está el futuro?» como «The Dark Side of the Moon» de Pink Floyd.
Botados de la disquera —o renunciando, qué más da— la banda tuvo la brillante idea de firmar con el infame productor Manuel Guerra, of all people. Para quien no recuerde (o no sepa), Guerra Records es la culpable de la banda pueril Salserín y un grupo de Regguetón (o como quiera que se escriba) llamado Cuentos de la cripta.
Y de la mano de Guerra pasó lo que tenía que pasar: sacaron el disco «Diablo». Un intento sobrecargado e insoportable de reencauchar sus fusiones anteriores empacado en la peor carátula de disco alguno en la historia musical venezolana (que ha parido algunas de las peores del mundo).
De ahí en adelante todos pensamos más o menos que Desorden había muerto. Siempre hubo las apariciones públicas en festivales y conciertos pero a nadie en su sano juicio se le hubiese ocurrido apostar por el futuro de los desordenados.
Fue entonces con una sensación de acudir a un entierro que asistí el 29 de diciembre pasado al local La Belle Epoque en Caracas a ver lo que para mí era sintomático del fin: una banda que había tocado ante cientos de miles de personas (La Carlota, 1998) y compartido escena con bandas como Paralamas, Café Tacuba o Fishbone, tocando en un local del tamaño de la sala de mi casa. No sólo eso, sino que de la plantilla original nada más quedaban Horacio, Caplís y Danel (mencionados arriba) ya que Oscarelo (percusión) y Coco (teclados) estaban de vacaciones para ser suplidos y reforzados con invitados.
Pero bueno, qué carrizo, en Caracas tampoco es que hay miles de vainas que hacer, así que fui. El concierto estaba pautado para la media noche a veinte mil bolos la entrada. Fuimos como a las diez y media, nos bebimos unas frías y nos instalamos a ver tocar a los panas.
Los chamos de Desorden se dieron postín. Alguito. Eran la una y cuarto de la madrugada y todavía nadie daba señas de remotamente querer tocar. El público comenzó a impacientarse, especialmente con los precios de las bebidas —bastante caras— y el hacinamiento habitual de los locales nocturnos de la sucursal del cielo.
Sin embargo, cuando finalmente salió mini-Desorden (por lo de la plantilla reducida) con más invitados que banda, tengo que admitir que me callaron la boca. Si usted era de los que como yo se compró el malhadado disco del diablito para luego patearse en la cabeza por su estupidez, déjeme decirle que hay algo que hemos olvidado: Desorden es tremenda banda, capaces de demostrar porque llegaron donde llegaron tanto en una tarimita como en un estadio completo.
Desorden tiene fuerza, Desorden tiene garra, y a pesar de lo golpeado que han estado estos últimos, hmm, siete años, todavía hay banda para rato. El concierto abrió con «Políticos paralíticos» para encadenar con «El día que prohibieron la violencia y el sexo en la tele» y pasar por casi todos los clásicos. Y no sólo eso, la banda tocó durante cuatro horas, algo pocas veces visto.
En todo caso, el 2005 es el vigésimo aniversario de Desorden Público. Van a sacar un disco nuevo y lanzar una gira nacional; por el bien de todos esperamos que hayan dejado a Manuel Guerra tranquilo con su baile del perreo y se hayan dedicado a hacer la música que sabemos que pueden hacer, sin mezclas extrañas ni fusiones complicadas, puro Desorden del verdadero.
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