La última película de Martin Scorsese, The Aviator, es el ejemplo más reciente de la lenta y decadente muerte de quien fuera uno de los más iluminados y rebeldes directores del cine estadounidense.
Hay varias cosas que no funcionan en «The Aviator» y todas tienen que ver con la lentamente desarrollada obsesión de Scorsese de llevar sus películas a un formato más grandioso, universal y fácil de digerir. Lamentablemente sus buenas intenciones han sido superadas por las concesiones que ha hecho con los estudios de Hollywood a cambio de presupuesto.
Con lo cual no quiero decir que la película sea mala. «The Aviator» es una película entretenida y dinámica. La puesta en escena es impecable, fastuosa y llena de momentos memorables. Pero nunca se compara con el resto de la filmografía de Scorsese, que aquí parece jugar al mercenario en vez de ser la fuerza motriz de la película. Creo que esta es la razón por la que «The Aviator» tiene más en común con «Spiderman» o «Gladiador» que con «Mean Streets» o «Raging Bull». «Mean Streets», por cierto y en mi opinión, todavía la mejor película de su carrera.
«The Aviator» narra partes de la vida del enfant terrible texano Howard Hughes. El legendario millonario, aviador, productor de cine, hipocondríaco y modelo (entre comillas) del espíritu rebelde norteamericano. Pero la película es demasiado apologética para con Hughes y, por ósmosis, con el mismo Scorsese. Para ser tan histórica como pretende ser o tan profunda como pudo haber sido, Scorsese pareciera estar disculpándose poniendo en escena a un personaje que tiene mucho menos en común con él y su carrera de lo que él mismo parece creer.
Hughes fue un hombre que escribió su nombre en la historia a punta de billete. Fue una celebridad antes que un industrial, de quien supiéramos poco o nada de no haber sido porque la prensa amarillista no se daba abasto escribiendo sobre sus fobias, su fortuna y, sobre todo, sus relaciones con algunas de las mujeres más famosas de la época. De la misma manera como lo hace hoy en día con, por mencionar a alguien, Paris Hilton, al publicar sus excentricidades la prensa convirtió a Hughes en leyenda.
Scorsese de alguna manera extrapola sus personajes anteriores (nunca mejor descritos que en el lema promocional de «Taxi Driver» (1973), «En cada calle de cada ciudad, hay un don nadie soñando ser alguien») con la vida del tejano. Y es en esta comparación donde tiene problemas para levantar vuelo con «The Aviator». Hughes era un mediocre y un desadaptado social. Un malcriado nacido en cuna de oro que desperdició millones de dólares en aventuras que en otras manos hubieran necesitado sólo una porción de estos fondos. Por otro lado, como el Henry Hill de «Goodfellas», Jesús en «La última tentación de Cristo» y sobre todo Travis Bickle en «Taxi Driver», Hughes era un individuo soñador que estaba obsesionado con pertenecer y dejar huella. Un rebelde aceptado a la fuerza. Es decir, tal cual como Scorsese se ve a sí mismo en Hollywood.
El problema con esto es que Scorsese tiene mucho más en común con Bickle que con Hughes, y esta diferencia se hace sentir durante toda la película. Es obvia una especie de separación o desafecto por el industrial, que aunque quirúrgicamente estilizado, es puesto en escena casi con menosprecio.
Y no hay duda de por qué. Scorsese es un crítico social y Hughes fue el tipo de persona que él mismo ha fustigado como el origen de todos los males de la sociedad en sus películas anteriores (como «Gangs of New York»). Sin embargo (y inexplicablemente), en «The Aviator» Scorsese cambia el discurso y convierte a Hughes en víctima a pesar que el desprecio que sentían sus contemporáneos por él estaba, hasta cierto punto, justificado.
El guión de «The Aviator» en ocasiones nos trata de llevar en esta dirección, pero como en sus otras películas desde «Cabo de miedo», Scorsese tiene problemas esbozando los personajes y termina imprimiendo simpatía en quien debería provocar rechazo. En «Cabo de miedo» De Niro no es el tipo de individuo que se quiere evitar: es la clase persona que los espectadores quisieran ser. Tal como lo es Henry Hill en «Goodfellas» y De Niro, otra vez, en «Casino». En estas dos películas esto funciona porque son narradas en primera persona y los protagonistas no hacen sino justificarse a sí mismos. Está en manos del espectador entender el mensaje de la película. Pero en «The Aviator» es Scorsese el que habla por Hughes, y la manera en que lo hace sólo nos dirige hacia lo incomprensible: Scorsese admira y al mismo tiempo detesta a Hughes, reflejándose en este como alter ego.
Hughes, cuya huella en el cine es sólo tangencial a pesar de todo el tiempo que Scorsese pierde narrando sus anécdotas (la película se llama «The Aviator», no «The Cinematographer»), gracias a la enorme fortuna que tenía pudo mantener cierta independencia en todas las aventuras en que se embarcó. Lo cual está en completa contraposición a la situación de Scorsese, quien ha tenido que aceptar ser parte del sistema hollywoodense para poder hacer las producciones multimillonarias que últimamente le ha dado por dirigir.
En «The Aviator» Scorsese fantasea con lo que él quisiera haber sido; con lo que pudiera haber hecho de haber sido Howard Hughes. De alguna manera lo envidia (los bolsillos infinitos de Hughes son el sueño dorado de todo director de cine) y su confusión lo lleva a imprimir en «The Aviator» una superficialidad innecesaria. Scorsese evade tocar a Hughes con el corazón y esquiva que se le tilde de resentido al enterrar sus sentimientos bajo los valores de producción de la película. Esta negación lleva a que se enfoque en elaborar frívolamente sobre el tipo de artificios que encantan al público general: glamour, dinero, autos, aviones, triunfos y mujeres hermosas. Todas cosas que, a falta de sustancia, terminan convirtiéndose en los protagonistas de la película.
A diferencia de sus personajes, Scorsese de mediocre no tiene un pelo, y ha hecho de tripas corazón con una carrera cuyas mayores glorias tienen como mérito su capacidad de hacer más con menos. Lo contrario, nunca siendo más evidente que en «The Aviator».
Es verdad que Hughes, como Scorsese, era menospreciado en los círculos profesionales en los que se había ganado un lugar. Scorsese quien es poco menos que un Dios del cine mundial, es frecuentemente descrito como el director más importante de su generación, tiene tres películas listadas entre las cien más importantes de la historia, «Mean Streets» (1973), «Taxi Driver» (1976) y «Raging Bull» (1980) (esta última segunda sólo después de «Citizen Kane» de Orson Welles), nunca ha recibido un Oscar.
Y que ambos influyeron en el camino que tomarían sus respectivos oficios y, sobre todas las cosas, lucharon (y Scorsese sigue haciéndolo, aunque sin mucho éxito) por mantenerse autónomos del statu quo. Lo cual, no coincidencialmente, les niega toda posibilidad de ser valorados en pleno derecho.
Pero Scorsese está demasiado lejos de ser Howard Hughes y su comparación echa por tierra cualquier posibilidad de ser imparcial porque con «The Aviator» no está juzgando a Hughes, sino a sí mismo. Hughes, tras una vida pública que a diferencia de lo que sale en la película estaba basada más en sus bajos que en sus altos, murió solo y despreciado. Scorsese, aparentemente, no quiere sufrir el mismo destino.
El mayor de problema de «The Aviator», sin embargo, no es la incapacidad de Scorsese de enfrentar la historia, sino el hecho que ésta es una película de DiCaprio o de Miramax antes que suya. El usualmente sobre-utilizado Leonardo DiCaprio, quien es uno de los productores de la película, interpreta al tejano con una pulcritud demasiado axiomática como para ser creíble. La vida de Hughes fue un verdadero infierno sumido en fobias, manías y un temperamento irascible, que DiCaprio hace ver como un paseo por el parque.
DiCaprio, uno de los actores más talentosos de Hollywood, lleva encima la maldición de la súper estrella. Esto lo lleva irremediablemente a ser mal elegido para roles que le quedan grandes, no como actor, sino como persona. Es difícil imaginarse, por ejemplo, a Hughes como DiCaprio. De hecho, Hughes no se parecía en lo absoluto a DiCaprio, lo cual sólo sería un detalle de no ser porque la presencia física del actor era fundamental para justificar su talla. En «The Aviator» Hughes no es un hombre, es un niño, DiCaprio, y como tal es tratado por los que le rodean. El espectador no puede sentir la ironía de su situación ya que, tal como aparece en pantalla, es aparentemente normal.
Además, DiCaprio sufre de ser demasiado afín. Es imposible hacer de él un villano, aunque sea ligeramente, y esto lo lleva a sobreactuar en un intento por cubrir sus carencias físicas. Una experiencia similar a la de DiCaprio la sufrió Milos Forman en «The People Vs. Larry Flynt». Forman, a pesar de haber elegido al actor perfecto para el rol (Woody Harrelson), no pudo evitar que su carisma hiciera ver a Flynt con otra cosa que no fuera simpatía, en vez de cómo el monstruo que es y que él trató de retratar.
Y en ninguna otra parte de «The Aviator» esto se hace más patente que cuando Scorsese pinta a Hughes como un Edipo obsesionado con los senos de su madre. Su manía de beber leche, su película basada alrededor de los senos de Jane Russell y su obsesión por que las nubes de su primera película («Hell Angels») se vieran como «senos llenos de leche» dan en el clavo, pero la falta de contraste entre el actor y el libreto no entregan este mensaje con la claridad que debiera y se pierde inútilmente en la narrativa.
DiCaprio, que trabajó con Scorsese en «Gangs of New York», pudo, por ejemplo, haber sido reemplazado fácilmente por Daniel Day Lewis, otro miembro de «Gangs» y quien es un actor con espectro más amplio. La alegoría de Hughes como gigante histórico reducido a rechazado social hubiera sido más fácil de poner en pantalla con Lewis que con DiCaprio, quien como la mayoría de actores clase A hollywoodenses que dependen de su físico para su carrera, pareciera merecerse cualquier destino impuesto en el celuloide. La referencia a DiCaprio como Edipo fluye tranquilamente en «The Aviator» como algo natural. Con Lewis hubiera sido chocante, y con todas las de la ley, más efectiva.
Pero esto no iba a suceder. Al menos no si Scorsese quería hacer «The Aviator». DiCaprio fue pieza clave de los estudios para dar el visto bueno al presupuesto de la película. Y este tipo de concesiones en pro de la taquilla que en el pasado lo han llevado a incluir a Cameron Díaz dentro de «Gangs of New York» y a recortar casi una hora de la misma película son las que contrastan duramente con sus películas anteriores. De haber sido hechas hoy en día «Cape Fear» y «Goodfellas» no tuvieran a Nick Nolte o Ray Liotta como protagonistas, sino a DiCaprio o cualquier otro sabor del día favorito de la taquilla.
Y sólo por no dejar, elegir a Cate Blanchett y Kate Beckinsale como Katharine Hepburn y Ava Gardner raya en lo profano.
Aún así, en «The Aviator» se consiguen indicios de la mano de Scorsese. Su estructura no lineal siendo la más notable. Pero como en todas sus últimas películas, aunque sus elementos fílmicos reconocibles de una u otra manera siguen apareciendo, ya no lo hacen en conjunto como en su trabajo previo a «La Edad de la Inocencia», sino como elementos separados que dejan ver la mano del autor sutilmente, más como un ilustrador de Disney dejando un huevo de pascua en un cuadro de una película animada que como el autor que le está dando vida a una obra que le apasiona.
De cabo a rabo, «The Aviator» es una obra menor de Scorsese, sin embargo, tiene todos los requerimientos para llevarse por delante cuanta nominación exista en los próximos premios de la Academia. Especialmente la nostalgia por el Hollywood de antaño, aquel círculo al que muchos de sus miembros no sólo añoran sino que aún pertenecen.
Producción: Dirigida por Martin Scorsese; escrita por John Logan; director de fotografía, Robert Richardson; editada por Thelma Schoonmaker; música por Howard Shore; diseño de producción, Dante Ferretti; producida por Michael Mann, Sandy Climan, Graham King y Charles Evans, Jr.; Estudio: Miramax Films. Duración: 169 minutes.
Protagonistas: Leonardo DiCaprio (Howard Hughes), Cate Blanchett (Katharine Hepburn), Kate Beckinsale (Ava Gardner), John C. Reilly (Noah Dietrich), Alec Baldwin (Juan Trippe), Alan Alda (Senator Owen Brewster), Jude Law (Errol Flynn), Matt Ross (Glenn Odekirk), Adam Scott (Johnny Meyer), Gwen Stefani (Jean Harlow), Ian Holm (Professor Fitz), Danny Huston (Jack Frye) y Kelli Garner (Faith Domerque).
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