Terminator 3: The Rise of the Machines

Si lo que quieres es pasar dos horas viendo la segunda parte de una película, acerca de un robot que no se detiene ante nada hasta conseguir lo que está buscando, tienes dos posibilidades: prender la televisión y ver a George Bush manejando el mundo en CNN o ver a Arnold Schwarzenneger en «Terminator 3: Rise of the Machines». Al menos la de Arnie es sólo una película.

T3 está bien hecha a pesar de —como casi todas las secuelas— no justifica del todo su existencia. El «Terminator» original es el clásico film de acción y ciencia-ficción, sin muchas pretensiones, y gira en torno a la destrucción de cuanto pudiera pagarse con el presupuesto con una historia de amor, enredada a juro en medio de la misma. Para todos los gustos…

Nadie esperaba nada más que eso y por supuesto nadie salía decepcionado del cine. No había mensaje que digerir ni integridad que perder. Simplemente era una película donde todo el mundo había hecho su trabajo y el resultado era desde cualquier punto de vista aceptable.

En términos de manufactura, T3 se encuentra al mismo nivel. Otra vez, encontramos al T-800 (Schwarzenneger, quien como humano nunca convenció mucho, pero quien como robot es simplemente insustituible) enviado al pasado para detener a una «cyborg», destinada a asesinar al futuro líder de la resistencia, John Connor (Nick Stahl), y su futura esposa y teniente, Kate Brewster (Claire Danes), quien es la hija del general a cargo de las computadoras militares estadounidenses.

El director es Jonathan Mostow, quien tiene el difícil trabajo de llenar los zapatos del creador, James Cameron. Pero a diferencia de muchos otros en su situación, Mostow decide no tratar de elevarse o superar a Cameron, sino más bien relajarse y darle a T3 el mismo tono que le dio a sus películas anteriores, «Breakdown» y «U-571». Mostow obviamente tiene una mentalidad de cine popular y entiende que su trabajo es entretener antes que cualquier otra cosa. Con esto, su edición se hace más ligera y precisa que la de Cameron, aprovechando para reírse de sí mismo —y de la franquicia— lanzando un chiste aquí y allá acerca de lo absurdo que debe ser formar parte de este género del cine llenos de Supermanes.

Por ejemplo, tomen a la súper bomba de T-X (Kristanna Loken), quien hace de némesis de Arnold en esta secuela. Loken es una súper modelo que le hace parar los pelos a cualquiera, quien tras captar el tamaño del busto de una modelo en una valla, se infla el suyo a imagen y semejanza.

Schwarzenneger, por su lado, llega al pasado en medio de la celebración del cumpleaños de una dama en un strip club para mujeres. Desnudo —como siempre llega— las mujeres le toman por la atracción del cumpleaños al compararlo con otro stripper, que no solamente es menos impresionante sino que obviamente gay. Donde Cameron se hubiese servido del fácil chiste homofóbico para cerrar la situación, Mostow lo adecua adorablemente. Tras forzar al stripper gay a darle sus ropas de cuero, Arnie se aleja del club al ritmo de «Macho Man» del Village People y vistiendo los ridículos lentes oscuros del «stripper» (los cuales son dignos de Madame Edna).

El guión de T3 es estructuralmente idéntico al de T2, y si se quiere al de T1, pero un ligero cambio choca de frente con el principio de la película: «No hay destino sino el que nosotros mismo nos creamos». Para los que han visto las películas, saben muy bien que todo el asunto es bastante improbable. La historia es un círculo cerrado en el cual el papá de John Connor viaja al pasado siendo un joven, embaraza a Sarah Connor y después nace John Jr. ¿Qué pasará cuando John Connor crezca, llegue al futuro y deba enviar a su padre al pasado? Según T3, eso estaba escrito… ¡¿Uh?!

Pero no se preocupen por esto, es un detalle menor en una película con los pies bien puestos en la tierra y con actuaciones solidas y honestas por parte de Stahl y Danes. T3 puede que sea una de esas películas estúpidas que sale de cuando en cuando, pero definitivamente no es un bodrio sin cerebro. Los diálogos, la edición, el guión y las actuaciones, son inteligentes y bien dirigidas. La escena de acción principal de la película, es simplemente alucinante, pero al mismo tiempo un poco tradicional, que es al final el look que toda la película adquirió de Mostow. Aunque T3 no se convertirá en un clásico, al menos no en nuestras vidas, es poco probable que alguien salga del cine sin una sonrisa en los labios por haber dejado de pensar durante casi dos horas.


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