Segundo debut: artistas reviven gracias al cine y la literatura

No es de hoy que el cine busca inspiración en las artes plásticas y sus genios. Charlton Heston, por ejemplo, fue Michelangelo Buonarroti en una película realizada hace casi 40 años. The Agony And The Ecstasy (EE.UU., 1965) se basó en los conflictos entre el artista y su protector, el Papa Julio II. Sin embargo, sólo algunas décadas después, la gran pantalla abrió un espacio considerable para las biografías de los grandes nombres de las artes; sobre todo de los maestros de la pintura.

Para ilustrar, cito algunos de esos largometrajes realizados en los últimos quince años. Isabelle Adjani y Gérard Depardieu representaron pasionalmente a Camille Claudel y Auguste Rodin (Camille Claudel, FRA, 1988), Jacques Dutronc encarnó un Van Gogh ya al final de la vida (Van Gogh, FRA, 1991), Miguel Bosé hizo un Theodore Gericault en principio de carrera (Mazeppa, FRA, 1993), Anthony Hopkins dió vida a Pablo Picasso y sus amores (Surviving Picasso, ING, 1996), Jeffrey Wright fue Jean Michel Basquiat (Basquiat, EE.UU., 1996), Valentina Cervi prestó su belleza a Artemisia Gentileschi (Artemisia, FRA/ITA/ALE, 1997), Régis Royer representó a Henri de Toulouse-Lautrec en Lautrec (FRA/ESP, 1998), y el público vio el mismo personaje en la piel de John Leguizamo en Moulin Rouge (EE.UU., 2001). Ed Harris rescató a Pollock para las masas (Pollock, EE.UU., 2000), Francisco Rabal y José Coronado alternaron versiones de un Goya viejo y joven brillantemente (Goya en Burdeos, ESP, 2000), y Salma Hayek se desdobló en Frida Kahlo (Frida, EUA, 2002). Y ahora parece que un pintor más surgirá. Amadeo Modigliani será interpretado por Andy García en la cinta actualmente en producción y programada para estrenarse este año.

Algunas de esas personalidades a veces son representadas en otro tipo de película que no es biográfica. Historias en las cuales los artistas no tienen un papel predominante porque están insertados en el contexto de la época o del hecho presentado. Por ejemplo, en la película Bride of The Wind (ING/ALE/Áustria, 2001), que cuenta la historia de Alma Mahler (Sarah Wynter) —joven desposada por el compositor Gustav Mahler (Jonathan Pryce)—, están presentes las figuras de los pintores Oskar Kokoschka (Vincent Perez), con quien Alma tuvo un affair, y Walter Gropius (Simon Verhoeven), segundo marido de Alma. Gustav Klimt (August Schmölzer) también aparece en la historia porque era parte de aquel círculo de artistas.

En otro ejemplo; en Ararat (Canadá/FRA, 2002), película que retrata la masacre armenia de 1915; cuando el ejército turco inició el exterminio que culminó con la muerte de un millón de personas, el pintor Arshile Gorky (interpretado por el actor Simon Abkarian) es destacado en el drama por haber perdido su familia en el episodio, lo cual influenció profundamente su obra años más tarde.

Como el cine, la literatura también encontró en las artes plásticas una gran fuente de inspiración. Museos y galerías son siempre citados en elegantes descripciones, y las obras más conocidas por la humanidad ya han sido mencionadas en innumerables páginas, sin contar las centenas de biografías de los artistas. No obstante, en los últimos años, se nota un nuevo tipo de novela que juega con las artes. Sus historias y personajes son construidos a partir de una obra pictórica o de una pinacoteca, desmenuzando así un mundo de genios pintores para los aficionados y para los laicos que desean solamente leer una historia curiosa.

Herbert Lieberman se inspiró en las obras de Sandro Botticelli para escribir The Girl With Botticelli Eyes (1996). En la novela, Lieberman mezcla el montaje de una exposición en el Metropolitan Museum, asesinatos misteriosos y romance entre los protagonistas: Mark Manhsip, un curador estadounidense que va hasta Europa a buscar tablas, y la joven Isobel Cattaneo, descendiente de la musa inspiradora del pintor, la bella Simonetta, retratada en el muy copiado, El nacimiento de la Venus.

El noruego Jostein Gaarder, quien es más conocido por el best seller El mundo de Sofía, también ya se contaminó con el virus del arte. Su novela Maya (2002), que empieza en el archipiélago Fiji, utiliza muchos puntos de Madrid como escenarios, y uno de ellos, lógicamente, es el Museo del Prado. En la historia, la famosa bailaora de flamenco Ana María Maya, uno de los personajes principales, es inspirado por el cuadro La maja desnuda, de Goya. La polémica de la mujer pintada por el español también ya estuvo en el cine con Volavérunt (ESP, 1999). La película, que cuenta intrigas palacianas de la corte española en la época de Goya, juega con la versión de que Pepita Tudo (Penélope Cruz), amante de Manuel Godoy (Jordi Mollà), habría sido la verdadera «maja» de la tabla, y no la Duquesa de Alba (Aitana Sánchez-Gijón), amante de Godoy antes de Pepita.

La estadounidense Tracy Chevalier apostó en Johannes Vermeer para tejer su historia. El cuadro que cobró vida en libro fue Girl With a Pearl Earring (2003), cuya película homónima está en cartelera desde principios de este año. Pintado cerca del año 1660 y nombrado por algunos teóricos como una especie de «Mona Lisa holandesa», la obra estuvo desaparecida por casi 220 años hasta que fue redescubierta en 1882. Desde entonces, investigadores intentan descubrir, en medio de la oscura biografía del pintor, quien era la joven pintada por Veermer. La escritora armó la teoría de que la beldad era, en realidad, una joven humilde que trabajaba en casa de los Veermer; y por quien el artista habría tenido una pasión secreta. Ese sentimiento explota en luz y colores en la película, primor para los ojos de los amantes del arte. El guapo Colin Firth, siempre muy distinguido en papeles de época como ya había demostrado en Valmont (1989) y en Shakespeare in Love (1998) como Lord Wessex, una vez más entra el en túnel del tiempo e interpreta al pintor holandés.

Se nota que las historias de esos libros surgen, en la mayor parte, a partir de pinturas que enseñan mujeres enigmáticas de las cuales se sabe poca cosa o prácticamente nada porque no hay registros. Como no podría dejar de serlo, la Mona Lisa de Leonardo da Vinci, era un buen objeto para ese tipo de devaneo. Así que, en este año, acaba de surgir un nuevo candidato a best seller en la misma categoría: The Da Vinci Code (2004), de Dan Brown.

Pero, al contrario de los otros, Brown va más lejos y busca inspiración (descarada) para «crear» su historia no sólo alrededor de un cuadro, sino también de muchos acontecimientos relatados en el sensacional Holy Blood, Holy Grail (1982), libro escrito por los investigadores Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln. Las similitudes empiezan por el nombre de uno de los personajes de The Da Vinci Code, Jacques Saunière, que tiene el mismo apellido del cura francés presentado luego en el inicio del otro libro —Berenger Saunière— y cuya historia marca el puntapié inicial en la mega investigación de Baigent, Leigh y Lincoln. Los tres descubren intrincadas sociedades secretas a través de centenas de documentos —algunos de procedencia dudosa— y así, tras 10 años de investigaciones, llegan a conclusiones extravagantes respecto a la vida de Jesucristo. Es decir, la idea de Brown no es propiamente original.

La gran prensa está reportando que The Da Vinci Code, así como Girl With a Pearl Earring será transformado en película, con la dirección de Ron Howard. Actores de calibre ya están en la disputa por el papel principal. Ironía del destino es que, en este mismo año, mientras el libro hace un estruendoso éxito por todo el mundo, el Louvre ha divulgado en las últimas semanas un comunicado donde afirma que la situación de la Mona Lisa causa preocupación, pues la obra está deteriorándose. Técnicos diagnosticaron que el soporte de la tabla, hecho en madera, presenta una significativa deformación. Muchos estudios técnicos ahora son hechos para descubrir las causas de la deterioración del cuadro, que podrá o no pasar por nueva restauración conforme los resultados.

Falta por ver cuanto de las ganancias del filme o del libro, que sin ninguna duda hará millones terminan en el fondo para recuperar la Mona Lisa. Cosa que demás esta decir, sería en si misma, una verdadera obra de arte. 😉


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