Se nos murió la Negra

Caribeño que no haya bailado la música de Celia Cruz por lo menos una vez en su vida o haya gritado ¡Azúcaaaaa! en plena borrachera en un matrimonio definitivamente no debiera llamarse tal.

Resumir la vida de Celia Cruz es obligatorio a pesar que tras su desaparición los medios de comunicación nos han bombardeado con cuanto material de archivo tenían preparado para la ocasión, la cual afortunadamente tardó muchos años más de lo previsto.

Nació en La Habana, Cuba, donde tuvo una juventud muy humilde al lado de sus catorce hermanos. A través de una tía se mezcló con el ambiente de los cabarets y clubes de la entonces llamada «Burdel del Caribe», aunque su voz ya se había dejado notar desde pequeña. Su primer par de zapatos fueron el regalo de un turista tras haberla escuchado cantar.

Entró al Conservatorio de Música de Cuba en 1947 y se unió a «La Sonora Matancera» tres años después. En la banda conoció a su futuro esposo, el trompetista Pedro Knight, con quien se casó el 14 de julio de 1962. Knight fue su manager y director musical a lo largo de su vida. Luego de la llegada de Fidel Castro la pareja se radicó en Nueva York, EE.UU.

Luego de 15 años con «La Sonora Matancera» empezó su carrera como solista al lado de Tito Puente. Pero el experimento, aunque interesante, no logró el éxito económico que esperaban. Sin mayor bulla se separarían amigablemente, pero se presentaron en vivo en incontables ocasiones.

El verdadero éxito vino cuando a mediados de los años setenta grabó junto a Jhonny Pacheco y pasó a formar parte del mítico grupo de salsa «The Fania All Stars». Durante su carrera grabaría al lado de Oscar de León, David Byrne, Willie Colón y una constelación de estrellas musicales de diversos géneros.

La muerte llegó sorpresivamente a pesar de sus 80 años. Más allá de su longevidad, era inexplicable la vitalidad conque esta señora se movía armada de tacones, peluca y vestidos ajustados.

Una leyenda se nos fue. Para quienes no la conocimos ni al menos la vimos en vivo, otra vez será. Después de muertos quién sabe si el grito de ¡Azucaaa! sea el que nos reciba en el más allá.


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