Se nos escapó otro bastardo

Mientras los restos de Slobodan Milosevic eran enterrados en el patio de su casa en Serbia, miles de simpatizantes se reunieron en Belgrado para llorar al ex-presidente yugoslavo. Milosevic murió el 12 de marzo en su celda del Tribunal de Crímenes de Guerra de las Naciones Unidas en la Haya, donde se le seguía juicio por su participación en los conflictos en Croacia, Bosnia y Kosovo.

Bajo su presidencia, cientos de miles fueron asesinados y millones forzados a dejar sus hogares cuando la caída del comunismo dio pie a conflictos étnicos y religiosos no vistos desde la segunda guerra mundial.

Diversas facciones han criticado la forma en que los aliados, principalmente soviéticos y norteamericanos, enjuiciaron a los ex-lideres alemanes. Los juicios fueron sumarios y definitivamente parcializados. En Rusia, apenas procesos administrativos antes de ejecuciones o encarcelamientos de por vida previamente dispuestas.

El Juicio de los principales criminales de guerra ante el Tribunal Internacional Militar, fue el único de estos procesos donde más de una parte sirvió como juez. Todos miembros de la coalición victoriosa.

Sin embargo, con todos sus defectos, esos juicios debieron ser el ejemplo a seguir cuando se inicio el proceso contra Milosevic, que mayormente basó su defensa en los argumentos que le fueron negados a los Nazis. Por no haberse hecho de esta manera, es que ahora tenemos a miles de bastardos pro-Milosevic apoyando a un hombre que, como Hitler, nunca recibirá su merecido.

Esto es más producto de la forma en que se trató a los civiles que a los líderes. En Alemania y los territorios ocupados por los nazis, los alemanes fueron forzados a visitar las fosas comunes dejadas tras la caída del Reich, en muchos casos forzándolos a participar en la recolección y clasificación de cadáveres. Esto no sólo evitó argumentos del tipo “todo lo que dicen es mentira”, sino que a la larga alimentó el sentimiento de repudio contra los hombres a los que alguna vez habían seguido. Cuando en Nuremberg se ahorcaron a aquellos conseguidos culpables, ni un sólo alemán salió a las calles a protestar la “injusticia” como ahora lo hacen en Belgrado.

Todo estaba basado en la injusta Vae Victis, o ley del vencedor. A nadie en Nuremberg (como en el tribunal de la ONU con los crímenes de guerra de la OTAN) se le ocurrió mencionar los crímenes cometidos contra las masas civiles del eje por parte de los aliados, incluyendo el lanzamiento de dos bombas nucleares y las violaciones en masa perpetradas por los rusos.

© Boris Pejovic/epa/CorbisLos juicios en Nuremberg fueron conducidos por sus propias reglas de evidencia, sin avenimiento a las leyes de ningún país, y más importante de todo, sin aceptar el beneficio del Ad hominem tu quoque, el argumento hipócrita de que aunque yo lo hice, no soy culpable porque tu también. Una ilusión de juego limpio, que solo justifica la ejecución de atrocidades por ambos bandos en disputa.   

Hubiesen los partidarios de Slobodan Milosevic sido forzados a enterrar con dignidad a los cientos de miles de muertos directamente ligados a su gobierno, y Milosevic a las mismas condiciones que le fueron aplicadas a los nazis en Nuremberg, no hubiera nadie santificándolo en este momento.

La tragedia que aún sucede en Yugoslavia fue responsabilidad de muchos, incluyendo las misma Naciones Unidas, pero eso no significa que Milosevic es inocente, solo que aún faltan muchos por llevar a juicio. Cosa en la que el tribunal internacional debería empezar de inmediato. ¿Cómo? Fácil, tomando el juicio a Milosevic como ejemplo de cómo no hacer las cosas, y echando una leída al  artículo 19 del reglamento del Tribunal Internacional Militar utilizado en Nuremberg:

«El tribunal no deberá estar atado por las reglas técnicas de evidencia. Deberá adoptar y aplicar, en la mayor extensión posible, procedimientos rápidos y sencillos, y deberá admitir cualquier evidencia que considere de valor probativo.»

En Nuremberg no se estaban juzgando infracciones de transito, sino el aniquilamiento sistematizado de millones de seres humanos. Sumario, era el sistema a aplicar. Duro y rayando en lo totalitario, pero necesario. De no haber sido así, aún los nazis estuvieran apelando sus decisiones (uno de los beneficios del que no disfrutaron), en juicios que como el Saddam Hussein, se hubiesen extendido para siempre.

Todos sabemos quienes mueven los engranajes de este planeta, y de como a todo se le puede eventualmente hacer seguimiento a una oficina gubernamental en Europa o los Estados Unidos. Pero los verdaderos culpables de cosas como las que sucedieron en Yugoslavia, en Argentina o en Irak, son responsabilidad primaria de esos líderes débiles que se dejan manejar por fuerzas extraterritoriales. Saddam como Milosevic, eran peones de fuerzas extranjeras, quienes se hicieron la vista gorda frente a sus tendencias por conveniencia. Esto convierte a muchos “líderes mundiales” en cómplices de sus crímenes. Pero los dos primeros aún son los principales responsables de lo que sucedió en sus países, porque ellos pudieron haber dicho, no.

En otro orden de ideas, y para aquellos denunciando homicidio y otras bobadas contra Milosevic, la pregunta que debemos hacernos es ¿Está el mundo mejor o peor sin Milosevic? Bueno, hasta ahora nadie ha extrañado a Hermann Göring o Heinrich Himmler, otros hombres que como él alguna vez abusaron sus privilegios como líderes.

En vez de funeral, lo que debieron hacer es cremarlo como a estos últimos, para evitar crear un altar para aquellos aún hipnotizados con sus políticas de odio.


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