Saddam Hussein

Desde el fin de la Guerra Fría pocos hombres han sido más temidos, odiados o respetados que Saddam Hussein. Presionado por diversos sectores para que abandone el poder, él parece no compartir la opinión de otro que no sea él mismo. Escribir acerca de él es bien difícil. Su biografía oficial ha sufrido tantos cambios, tanto por parte de sus adulares como de sus opositores, que discernir entre realidad y ficción no siempre es posible.

El presidente de Irak nació en la villa de Al Awja, población cercana a Bagdad, el 28 de abril 1937, donde fue criado por su madre viuda. A los diez años se va a Bagdad en busca de una educación secundaria y vive con su tío Khayrallah, un iraquí nacionalista detenido en varias oportunidades por sus actividades anti-británicas.

En este período se involucra con el Movimiento Nacionalista árabe y se une partido socialista Ba’ath (Partido del Renacimiento Socialista Árabe.)

Este partido es un pequeño grupo clandestino opositor que apoyaba la creación de la Liga Pan-árabe. Saddam es elegido por el partido para formar parte de un equipo de siete hombres para matar, en 1959, al líder Iraquí Abdel Karim Kassem. El plan falla y Saddam es encarcelado y condenado a muerte. Más tarde se atribuiría el liderazgo del grupo cuando en realidad su papel era más bien logístico.

Días antes de cumplirse la sentencia, escapa de la cárcel atravesando el Tigris a nado hasta Siria y de allí se va a Egipto. En El Cairo es testigo de la revolución egipcia y se confiesa admirador de su líder Gamel Abdel Nasser, cuyo pan-arabismo Saddam abraza apasionadamente. Saddam también se convierte en el líder de la célula del partido Ba’ath en El Cairo y visita regularmente la Embajada de los EE.UU. para reunirse con agentes de la CIA interesados en el derrocamiento de Kassem. En este tiempo termina la secundaria y comienza la carrera de leyes en la universidad, pero no la termina, para abandonarla tras sólo dos años.

En febrero de 1963 Kassem es asesinado por miembros del partido Ba’ath. Durante los siguientes meses la CIA proporciona listas de sospechosos comunistas a los escuadrones de la muerte del partido. Saddam vuelve a casa y es encargado de interrogatorios, tortura y asesinatos. En el interín, se casa con su prima Sajida, con quien tendría dos hijas y tres hijos, pero la celebración no duraría mucho. Apenas nueve meses después el ejército se alza y derroca el gobierno. Saddam es encarcelado y en su celda lee a autores que influirían grandemente en su forma de gobernar, Hitler y Stalin.

Tras fugarse por segunda vez trabaja en la clandestinidad hasta que los socialistas vuelven al poder con un golpe de estado en 1968. Su primo Ahmad Hassan Al Bakr es el líder de la revuelta que confía a su pariente la responsabilidad de administrar el aparato de seguridad del estado. La meta es eliminar la disidencia dentro y fuera del partido. Durante los siguientes diez años Saddam sería la mano derecha de Bakr.

La disidencia era un problema que amenazaba con insistencia la estabilidad del nuevo régimen. Durante la preparación del golpe de estado, Bakr y Hussein habían regateado con importantes oficiales del gobierno anterior los cargos de Ministro de la Defensa y Primer Ministro a cambio de unirse a la rebelión. El 17 de julio de 1968, Saddam y Bakr ordenaron atacar el palacio del Primer Ministro y los oficiales prácticamente les abrieron las puertas. El Presidente, quién todavía dormía, fue despertado por los revolucionarios quienes le ordenaron que se rindiera y saliera del país inmediatamente. Este se exilió en Londres.

Ahmed Hassan Bakr fue elegido presidente, Saddam fue nombrado vice-presidente del Consejo del Comando Revolucionario y el antiguo Jefe de Inteligencia An Nayif pasó a la cartera de Defensa. El resto del Gabinete fue elegido a dedo entre sus partidarios, creándose tres facciones completamente distintas que discrepaban en cuanto a la forma de gobierno a ser impuesta en Irak.

Hussein sabía muy bien que a pesar de todo el terreno que había ganado en el ámbito político, no podía hacer mucho sin el poder de arrastre que Bakr tenía en el Rjército, los seguidores de Nayif y de la población en general. Así que sistemáticamente neutralizó políticamente a aquellos que consideraba un riesgo. Durante la década de los setenta la mayoría terminó en embajadas y consulados alrededor del mundo, incluyendo a An Nayif.

Con sus adversarios a distancia Saddam se convirtió en un dictador de facto oculto tras la fachada de Bakr.

Hassan era un líder nato nacido de la lucha popular pero sin ningún tipo de preparación administrativa. Saddam controlaba todo, aunque hay que admitir que en este período el saldo fue positivo. Hussein se dedicó a mejorar de la calidad de vida del pueblo iraquí. Nacionalizó el petróleo, construyó fábricas, hospitales y escuelas. Y finalmente en julio de 1979 aplicó con éxito un golpe de Palacio haciendo que el Presidente Bakr renunciara al cargo por razones de salud. Saddam Hussein se convertía así en el Presidente Vitalicio del pueblo iraquí.

Sin un líder tras el cual escudarse diplomáticamente, Saddam fue más directo en sus acciones y su prioridad. Si quería permanecer en el poder, debía terminar de purgar al Gobierno de las facciones disidentes y enemigos potenciales.

No se conoce la fecha exacta, pero varias semanas después de tomar la presidencia, Saddam llamó a una reunión extraordinaria a los miembros del partido Ba’ath, insistiendo que la reunión fuese grabada con una videocámara. En el consejo anunció que existían traidores y enemigos del régimen entre los allí reunidos y sin esperar empezó a leer sus nombres. Uno por uno, los acusados fueron sacados del recinto para nunca volver a ser vistos con vida o sin ella. La grabación de esta reunión fue enviada a todos los líderes religiosos, económicos y políticos del país. Un mensaje claro de lo que estaba por venir a la elite iraquí. En el video, Hussein llora mientras lee los nombres.

Saddam defendía su estilo de liderazgo como el único capaz de mantener unido a un país tan diverso desde el punto de vista étnico. Y con todo lo que pueda decirse, aún no ha nacido en el Irak alguien que pueda sustituirle.

Un periodista le preguntó en esta época si había torturado o matado oponentes al régimen y respondió que por supuesto. Cuando el periodista preguntó por qué, él respondió, ¿Cómo que por qué?, por lo que tú dijiste, estaban en contra del régimen.

En septiembre 22 de 1980, Hussein lanzó el asalto terrestre más grande desde la Segunda Guerra Mundial, enviando 200.000 soldados a cruzar la frontera con Irán. Iniciando un conflicto que se prolongaría por ocho años. En 1981, Ronald Reagan apoya una política que buscaba un empate entre Irak e Irán, buscando que ninguno de los dos estados se beneficiara del conflicto. Pero en 1982, ante los signos de que Irak podía perder la guerra, los EE.UU. empiezan a apoyar al gobierno de Bagdad.

Durante los siguientes seis años, la CIA provee a Hussein con informes de inteligencia acerca de la zona de combate con Irán. Pero a pesar de toda la ayuda, se mantiene a raya, asegurándose de que la ayuda sea suficiente para evitar la derrota, pero no para garantizar el triunfo.

Del otro lado de la frontera, Israel lanza un ataque sorpresa y destruye un reactor nuclear en Osirak que los franceses le habían ayudado a construir. Este ataque fue el primer signo de que Occidente no era un aliado de fiar. El segundo llegó en 1986 cuando desde los Estados Unidos llegaron noticias del escándalo Irán-Contra.

La estratagema Irán-Contra es concebida por oficiales del gobierno de Reagan, que viendo que los iraníes estaban quedándose sin armas para luchar contra Irak, recomendaron que los EE.UU. pactara secretamente con Irán la compra-venta de armas. La idea era balancear el conflicto y convencer al gobierno iraní de presionar a un grupo pro-iraní para que soltara a unos rehenes estadounidenses en el Líbano.

Al final el plan se convierte en un escándalo político que incluía el envío ilegal de las ganancias provenientes de la venta de armas a Irán, a los Contras en Nicaragua. Después de este capítulo con los estadounidenses Saddam jura nunca volver a confiar en ellos.

A pesar del resquebrajamiento de las relaciones Bagdad-Washington, la Marina estadounidense escolta los cargueros iraquíes en el Golfo Pérsico, reduciendo el poderío naval iraní a casi nada. La guerra, que otra vez parecía estarla perdiendo Irak, vuelve a convertirse en un empate.

Debilitada Irak por la guerra, los kurdos, que desde principios de siglo habían buscado la independencia, aprovecharon para rebelarse al gobierno de Bagdad. Hussein, negándose a retirar tropas de la frontera para resolver el problema kurdo, decide lanzar un devastador ataque con armas químicas en marzo de 1988 matando al menos 5,000 kurdos.

Después del ataque, los EE.UU. retira el apoyo a Irak y amenaza con sanciones a Irán. El fin de la guerra es firmado con un cese al fuego escrito en Washington, que deja las cosas prácticamente en el mismo estado en que se encontraban antes de la guerra. Con excepción de los 500.000 iraquíes muertos y 75 billones de dólares en deudas de guerra.

Terminada la guerra Irak presionó a Kuwait y el resto de las naciones árabes para que pagaran parte del balance de la guerra, buscando al mismo tiempo elevar el precio del petróleo, pero no tuvo ningún resultado. En un discurso dado el 17 de julio de 1990, día en que se celebraba el 22 aniversario de la toma del poder por el partido Ba’ath, Hussein amenaza a Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos. «Iraquís,» dijo, «no olvidaremos el dicho que reza que cortar el cuello a un hombre es mejor que cortar sus medios de supervivencia. OH Dios todopoderoso, se testigo de que los hemos advertido con tiempo».

En un periodo de dos semanas, Irak coloca 100,000 soldados en la frontera con Kuwait.

El 25 de julio Saddam se reúne con el embajador norteamericano en Kuwait y este expresa su desacuerdo con las naciones árabes sobre el precio del petróleo. Los EE.UU. se retiran de las conversaciones advirtiendo que ellos no tienen nada que ver en el conflicto, pero que esperan que se resuelva en el menor tiempo posible. A pesar de sus acciones los países árabes le garantizan a los Estados Unidos que Saddam no los invadirá, pero a finales de julio Bagdad refuerza la frontera con más tropas, y finalmente se interna en territorio kuwaití el 2 de agosto de 1990.

George Bush y el líder soviético Mikhail Gorbachev firman por primera vez una resolución conjunta con ruso-estadounidense, advirtiendo a Irak de las consecuencias de sus acciones. Gracias a este acuerdo los Estados Unidos es capaz de usar a las Naciones Unidas para formar una alianza por primera vez desde la guerra de Corea. Pero al encontrar oídos sordos en Bagdad, el 8 de agosto ordena el envió de tropas al golfo pérsico. «América no desea ningún conflicto, pero hará lo que sea necesario para apoyar a sus amigos», dice Bush al anunciar el envío de tropas.

A pesar de encontrarse solo en su propósito, Hussein no retira las tropas de Kuwait y a finales de septiembre empieza a moverlas hacia territorio árabe.

El 29 de noviembre de 1990, el secretario de estado norteamericano James Baker le pide a las ONU que apruebe el uso de la fuerza en contra de Irak y pone fecha límite para el retiro de tropas de territorio kuwaití el 15 de enero de 1991. La fecha límite pasa sin que Irak tome ninguna acción y el 17 de enero de 1991, el grupo aliado, liderado por los Estados Unidos ataca los puestos iraquíes en Kuwait, lanzando un bombardeo de seis semanas donde se lanzaron más bombas que en toda la segunda guerra mundial.

Una semana más tarde las tropas son desembarcadas en Kuwait pero días más tarde, al darse cuenta la alianza que el ejército iraquí estaba en pésimo estado y que los soldados no estaban dispuestos a dar la lucha deciden acabar la guerra el 28 de febrero a las 8 de la mañana. La operación tormenta del desierto, de no haber sido detenida a tiempo hubiese terminado en una masacre contra las tropas iraquíes.

Para garantizar su seguridad, Saddam se había internado en una red de túneles subterráneos que parecían ser las únicas estructuras seguras en todo Irak. . Desde allí se entero de la destrucción causada por los bombardeos y el ataque masivo de tropas que se interno casi 120 millas dentro de territorio iraquí. El trabajo de resistir el ataque aliado se hacía más imposible con cada día que paso debajo de la tierra. Había sido una locura retar al poderío tecnológico bélico del resto del mundo. Pero en ningún momento dio signos de retroceder.

Durante la guerra, Bush lanza llamados a los iraquíes para que se levanten contra Saddam. Y en los días siguientes al cese al fuego, Musulmanes Shiitas en el sur de Irak, cerca de las líneas de los aliados, se levantan en armas contra Saddam.

Saddam rápidamente mueve a la fuerza aérea y suprime el levantamiento. Los estadounidenses, que podían ver lo que sucedía desde el otro lado de la frontera recibieron órdenes de no intervenir. Las bajas Shiitas se calculan en las decenas de miles.

A pocos días de la rebelión Shiita, los kurdos se levantan contra Saddam en el norte de Irak. Mientras la rebelión en el sur fue más bien un levantamiento popular, los Kurdos, políticamente más organizados, eran una verdadera amenaza. En los primeros días líderes kurdos en el exterior vuelven a Irak para participar en la rebelión. Sin embargo no hay esperanza. Saddam ataca Kurdistan y esta queda prácticamente vacía. Sus habitantes corren a las montanas en busca de seguridad tratando de alcanzar la frontera turca o iraní. Los Estados Unidos tampoco intervienen.

Con Saddam manteniendo el control del país, Bush decide ir por una política de contención en contra de Irak, aplicando sanciones económicas y zonas de vuelo controlado en el norte y en el sur para proteger a los kurdos y a los shiitas.

La crisis con Irak afecta de tal manera la credibilidad y estabilidad de Washington que los aliados empiezan a sufrir bajas. Esto lleva a que en 1992, un documento interno del departamento de defensa llamado «Guía para la Planificación de la Defensa» declare la política de contención una reliquia de la guerra fría y apoya el uso de armas de destrucción masiva y la actuación de los Estados Unidos en solitario en caso de no conseguir consenso en las Naciones Unidas.

Este documento eventualmente llega a las manos de la prensa y en su publicación oficial se elimina cualquier mención de armas de exterminio masivo y de actuaciones en solitario. Saddam toma este documento como aliciente a su situación, declarando que como nación independiente tiene tanto derecho como los EE.UU. de poseer las armas que garanticen la seguridad del estado.

Como resultado de la política de contención, Saddam se mantiene en el poder. Pero sufriendo los efectos de sanciones económicas. El 3 de abril de 1991, la ONU le indica a Saddam que debe destruir todas sus armas y permitir la inspección de sus centros de producción de armamento. Además Saddam debe destruir sus armas bajo la supervisión de la UNSCOM, la comisión encargada de las inspecciones. Irak recibió 15 días para proveer una lista de todas sus armas de exterminio masivo.

Al día siguiente comienza el juego del gato y el ratón que eventualmente terminó en la Guerra del Golfo II. Científicos iraquíes reciben órdenes de esconder armas nucleares y su documentación de los inspectores y a crear excusas viables acerca de la existencia de laboratorios de investigación nuclear. En junio de 1991 la UNSCOM hace su primera inspección.

En una de las primeras misiones los inspectores demandan el acceso a una base militar iraquí pero les es negada. Los inspectores escalan una torre de agua frente a la base y ven camiones huyendo por la parte de atrás. Al tratar de detenerlos los soldados les disparan y se niegan a hacerlo. Sin embargo, las fotografías de los camiones revelan que cargaban calutrones, imanes gigantes usados para enriquecer uranio.

En una inspección sorpresa días más tarde, la UNSCOM descubre un archivo secreto donde Saddam planea el desarrollo de armas nucleares. Saddam amenaza a los inspectores con entregar los documentos y son mantenidos rehenes por cuatro días hasta que los EE.UU. anuncia que intervendrá si no se liberan a los inspectores. Los inspectores son liberados y se les permite llevarse la documentación.

A principios de 1993 la ONU declara su trabajo terminado, frustrada por encontrar todas las facilidades sospechosas de almacenar armas nucleares vacías, tras tener que esperar días por autorización para entrar en ellas.

Las hostilidades se reanudan contra Irak el 26 de junio de 1993 cuando un ataque con un carro bomba atribuido a la inteligencia iraquí casi elimina al ex-presidente estadounidense George Bush.

Bajo la presión de las inspecciones y las sanciones económicas Saddam recrudece sus políticas internas, llevando la oposición a la extinción o el exilio. Esto se hace evidente cuando el 7 de agosto de 1995 Hussein Kamel, un general iraquí esposo de una hija de Saddam anuncia en Jordania sus intenciones de abandonar el régimen con su hermano y sus esposas. Kamel había estado a cargo de esconder las armas de destrucción masiva de Irak y le revela al jefe de inspectores de la ONU que el arsenal de armas iraquí aún no ha sido encontrado por los inspectores.

Los inspectores toman Al Hakam, donde Kamel dice que una fábrica de armas químicas se esconde. Los iraquís niegan estas declaraciones pero se descubren fermentadores de fabricación rusa usados para producir ántrax y otras toxinas biológicas. 17 toneladas de ellas son destruidas junto con la fábrica.

Nueve meses más tarde, Kamel acepta la propuesta de Saddam de regresar a Irak. Pero en el momento en que cruzan la frontera, las hijas de Saddam son separadas de sus esposos y estos son fusilados varios días después.

Después de varios altercados con los Estados Unidos que incluyó la operación Dessert Fox, en 1998, Saddam terminó la cooperación iraquí con la ONU acusándola de espionaje para los Estados Unidos. Estas no se reanudarían hasta el 2002, después de un lapso de 4 años que incluyo el detonante que fue el ataque al World Trade Center en Nueva York.

Presionada por los EE.UU. la ONU empezó las inspecciones nuevamente amenazando a Irak de serias consecuencias si no daban completo acceso a los inspectores. Pero casi inmediatamente los diplomáticos empezaron a estar en desacuerdo sobre si estaba justificada la amenaza de la ONU si Irak no cumplía con sus resoluciones.

Irak mientras tanto negó acceso a plantas y palacios a voluntad hasta que en marzo del 2003, tras meses de debate, los Estados Unidos y Gran Bretaña le declararon la guerra a Irak. Después de un mes, la alianza, rodeó y capturó Bagdad hallando poca resistencia.

Hoy en día el pentágono considerada la guerra en Irak como terminada a pesar de que varias ciudades aún permanecen a la defensiva.

El cuerpo de Saddam está desaparecido tras un bombardeo norteamericano en un edificio donde reportes de inteligencia revelaba una reunión con su plana mayor. Muy posiblemente no sea hallado jamás. Un fin adecuado para uno de los dictadores más sangrientos de la historia que hizo de la desaparición un arte.


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