Ramones: Q.E.P.D.

Nota: en los últimos 3 años Jeffrey Hyman (alias Joey Ramone), John Cummings (alias Johnny Ramone) y Douglas Colvin (alias Dee Dee Ramone), han pasado a mejor vida y no precisamente en paz. Todos apenas pisando los cincuenta años y dos víctimas del cáncer quizás aún contaminados por los asbestos del Nueva York de los setenta que los vio convertirse en los padres del punk. Sin embargo, el baterista de la banda, Marc Bell (alias Marky Ramone) tocará junto a una nueva alineación formada de un buen montón de invitados el 19 de mayo del 2005 en Nueva York en el Irving Plaza, para celebrar el cumpleaños de Joey Ramone. No hay garantía de lo que lo que vayan a ver se parezca ni remotamente a los Ramones, pero por una buena causa todo se perdona: la recaudación se destinará a la investigación de una cura para el cáncer. Las entradas están a la venta en su sitio web: http://www.Ramones.com y cuestan $25.

Y como es imposible hablar de los Ramones sin entrar en detalles sobre la movida neoyorquina de mediados de los setenta, aquí vamos con el cuento; que es largo pero entretenido. Ojo: no pretendo cubrir todas las corrientes iniciales del punk como la californiana o la de Detroit. El enfoque es sobre la neoyorquina que al final es la que cuenta en esta historia.

* * *

Universalmente se entiende a Londres como el origen del punk. Sin embargo, este género, que encaminó al rock hacia prácticamente todos los que aparecieron en las siguientes dos décadas, maduró en los botiquines del Lower East Side neoyorquino.

Esa parte de Nueva York donde hoy en día el deporte preferido parece ser subir las rentas para los tarados que quieren formar parte de una movida local que ya es historia, hace 30 años muy bien podía haber sido declarada zona de guerra.

En 1970-75, a diferencia de ahora, eran pocas las personas que iban a darse un paseíto por el vecindario. Nada había de atractivo en sus calles llenas de carros y edificios abandonados, vendedores de droga, mendigos y una juventud que creciendo marginada por una ciudad moral y económicamente en crisis, había decidido independizarse de la misma.

Entonces, los Estados Unidos empezaba a desprenderse de los ideales hip de los años sesenta, y cualquier cosa que trabajaba en función de esa utopía, era aplastada por la realidad de la guerra de Vietnam, la corrupción del gobierno y una crisis económica que al menos en Nueva York duraría hasta finales de los años ochenta.

Este panorama contrastaba seriamente con los movimientos musicales imperantes en la época, el glamour del disco music, la atemporal búsqueda intelecto-psicodélica de los progresivos y sobre todas las cosas los rebuscados actos románticos y pseudo pesados cuyo único fin era el de llenar estadios con tantos fanáticos como fuera posible. Géneros todos, por cierto, que desaparecerían con la década, en su mayoría consumidos por una variedad minimalista que reencauchaba la alineación primitiva de la agrupación de Rock & Roll, y que venía desarrollándose a escondidas del mainstream desde tan temprano como mediados de los años sesenta.

El concepto consistía en la regresión a la manera de hacer música en los cincuentas, que era lo que los veinteañeros de 1970 habían crecido escuchando. Grabar sencillos que lejos de profundizar en algo, conseguían sustento en la superficialidad del anecdótico día a día de cualquier joven urbano, que lamentablemente, en el Nueva York de 1970, no era el mismo al que Elvis le había cantado dos décadas atrás.

Esto evitó que los primeros artistas punk, conocidos en conjunto como protopunks, fueran grabados por las grandes casas musicales (Ramones sería el primer grupo punk en firmar un contrato con una disquera en 1976), dando origen a la movida underground que en sus grabaciones dejaría constancia de que el género existía desde mucho antes que se le diera el nombre. Así, casi todas las bandas protopunk perdieron sin jugar por estar adelantos a su tiempo por al menos una década.

Estos grupos eran demasiado radicales y por lo mismo demasiado peligrosos. Querían agarrar al rock, destruirlo y volverlo a armar a través de la experimentación, como lo hizo The Velvet Underground o los Stooges, cada uno a su manera. Para los medios de comunicación norteamericanos, que apenas se acostumbraban a la desaparición del ideal juvenil de los cincuenta con los jipetos de los sesenta, esta nueva caída según sus estándares era algo que no podían asimilar y el ritmo recibió el tratamiento con el que usualmente y aún se enfrentan los problemas en los Estados Unidos: el ostracismo.

En el otro lado del charco, en Londres, las cosas se desenvolverían de una forma diferente. A pesar de que aparentemente la sociedad británica era más conservadora que la americana, o quizás por eso mismo, el punk en Londres causó un escándalo tal que la prensa amarillista no pudo evitar cubrirlo ampliamente, convirtiendo hasta a las bandas más irrelevantes en sensaciones musicales del día a la noche, y a los Sex Pistols en las vacas sagradas del punk, a pesar de su aparición tardía a finales de los setenta, cuando el género ya prácticamente había mutado en New Wave, New Romantic, Post-Punk y una incontable lista de géneros que en conjunto se conocen como el sonido de los ochenta.

La realidad es que los Sex Pistols seguían los pasos de los ya nombrados Velvet Underground y los Stooges al lado de The New York Dolls, los Dead Boys (quienes fueron de particular influencia para los Sex Pistols más tarde), Richard Hell & the Voidoids, Television, Talking Heads y toda una legión de almas que agarraron al rock por asalto y lo convirtieron en lo que hoy en día conocemos como punk.

Con sus excepciones y con una tendencia a mutar con el paso de los días, el punk eliminó lo superfluo del sonido rock, y en vez de basarse en la lírica de un compositor o la maestría de los músicos, se alimentó de instintos convirtiéndose en algo casi irracional. Para tocarlo no se necesitaba ser poeta, tocar bien (ver Sid Vicious), tener voz o tener talento alguno. El punk se nutría de la energía, las vivencias e imagen de sus representantes.

En corto, el punk fue una cachetada a las grandes disqueras que más tarde tuvieron que aceptar su existencia. Y el mensaje fue claro, no necesitamos firmar con nadie, no necesitamos que nadie nos diga si sabemos tocar y sobre todo no necesitamos promoción radial para poder existir.

La radio, la gran prostituta de las casas disqueras, no tocaban un disco independiente punk ni a punta de cadenazos. Y sin embargo para 1974 en los Estados Unidos no había ningún otro movimiento marcha, el punk estaba en camino y solo era cuestión de esperar por un líder que lo guiara hacia el mainstream. Tarea que no era nada fácil.

En un Estados Unidos donde aún se escandalizan por la teta de Janet Jackson, los años setenta no era el momento para que las casas disqueras promovieran a un montón de guajolotes vestidos de mujer (The New York Dolls) o a un demente suicida rodando sobre vidrios o clavándose batutas en el pecho (Iggy Pop). A diferencia de actos como The Village People (que un año después de los Ramones también se abriría brecha en la historia de la música vía Londres), que de alguna manera eran tan socialmente cáusticos como Pop y los Stooges, de los grupos punks no podían decir que quizás no eran así, que quizás solo eran un show. Los punketos iniciales (a diferencia de los actuales) eran muchachos de la calle, productos de hogares rotos y familias desempleadas que nadie en su sano juicio iba a publicitar.

Mientras todo esto sucedía, en Forest Hills, Queens, un par de desadaptados sociales hablaban de armar su propia banda de Garage Rock alrededor de 1973, y en 1974 lo hicieron realidad lejos de saber que habían hecho historia al convertirse en lo que históricamente se conoce como la primera banda punk: Los Ramones.

Al principio un trio, los Ramones nunca dejaron en claro de donde tomaron su nombre, siendo las historias más comunes que lo tomaron del rumor que Paul McCartney se registraba en los hoteles bajo el seudónimo Paul Ramone y aquella en la que simplemente se habían copiado el nombre del productor de Simon & Garfunkel, Phil Ramone.

Pero sea como sea, Los Ramones estaban claros en el tipo de rock que querían hacer. Según Tommy Ramone la idea era «eliminar lo innecesario y enfocarse en la sustancia», cosa que sin mayores aspiraciones lograron al pelo.

El rock de los setenta estaba regido en su mayoría por ingleses, una realeza narcisista que veía al rock norteamericano como competencia, y para quienes cada álbum era un producto artístico homogéneo, como una pintura o una escultura. Eran filósofos, poetas, escritores antes que músicos, y lejos de ver al rock como entretenimiento lo veían como un evento cultural.

Muchos de los protopunks y punks, teniendo a estas bandas como influencia jugarían a lo mismo, teniendo letras políticamente comprometidas como las que eventualmente escribirían los Sex Pistols o la Polla Records. Pero los Ramones desde el principio delinearon el ámbito del punk, y no porque no fueran poetas o músicos, sino por que su idea de la música tendía al entretenimiento y a lo que hoy se encasilla como pop.

Y mientras George Harrison buscaba el significado de la vida en India y Led Zeppelín inventaba el Heavy Metal, los Ramones empezaron a escribir canciones anecdóticas obre la escena juvenil urbana, el dealer de la esquina, las películas, las chicas, las drogas. Todas cosas con las que cualquiera podía identificarse. Todas cosas que aunque sonaban increíblemente simples, no lo eran tanto, y era un salto hasta la era pre beatles, donde todo era más sencillo y tranquilo, sin mucho como una búsqueda intelectual en nada. Como todo debería ser con una diferencia, todo rápido, muy rápido.

«Cuando comenzamos en 1974, era por que las bandas que adorabamos, el Rock & Roll que conociamos habia desaparecido». Declaró Joey Ramone en una oportunidad acerca del nacimiento de la banda. «Estabamos tocando música para nosotros mismos».

La primera alineación del grupo tenía a Joey como baterista y Dee Dee como vocal, cosa que cambiaría casi inmediatamente, el larguirucho de Joey ni siquiera cabía detrás del instrumento, por no decir que estaba de lejos de tocarlo aunque fuese mediocremente.

La banda tocó por primera vez en el estudio de Thomas Elderyi (alias Tommy Ramone) quien más tarde, tras no encontrar un substituto adecuado tomaría sobre la batería, silla que llenaría de forma definitiva, «entre comillas», Marky Ramone en 1977. Tras un par de conciertos, los Ramones lograron que les dieran una noche en el mitológico CBGB, que eventualmente se convertiría en la fuente de todo lo que Nueva York estaba por dar a la música mundial, y de allí no se moverían hasta la separación del grupo en 1996.

El primer disco de los Ramones fue grabado a comienzos de 1976 tras conseguir un contrato con la disquera Sire. El álbum, autotitulado Ramones, tuvo 14 canciones y era el sueño del mercado de sencillos. Casi todas las canciones cronometraban menos de 2 minutos, la más larga no pasaba de los dos y medio y a diferencia de algunos de sus predecesores o sucesores como los Sex Pistols, toda la angustia y anarquía que más tarde definiría al punk, no explotaba en violencia sino en diversión. La música de los Ramones, si es algo, es la más sencilla, pura y absurda diversión. O como lo pone el cliché más repetido sobre la banda: Los Ramones ayudaron a salvar el Rock & Roll al hacerlo divertido otra vez.

Joey Ramone contaba que cuando ellos empezaron a escribir canciones se dieron cuenta de que el territorio era limitado. No podían cantar sobre sus novias por que no tenían, no podían cantarle a sus carros, porque tampoco tenían y de hecho no podían cantarle a la vida por que simplemente estaban demasiado resentidos para expresar algo positivo. Por lo que decidieron escribir a la ligera sobre lo que si tenían en manos.

«Queríamos canciones con cantos en ellas: «Hey! Ho! Let’s go!» explicaría Joey años más tarde. «No podíamos escribir sobre amor o carros, por lo que cantábamos acerca de estas cosas, como oler pega. Pensábamos que era cómico».

Los Ramones grabarían 21 discos y darían 2263 conciertos (en los setentas duraban alrededor de 20 minutos), pero su influencia en la historia del rock sería indeleble incluso si solo hubiesen existido año y medio, tiempo en el cual sacaron a la venta sus tres primeros discos, Ramones, Leave Home y Rocket to Russia, en conjunto el plano de la música que estaba por venir. Como sería costumbre, los Ramones grabarían sus discos en cuestión de días por menos de lo que costaba normalmente tan solo alquilar un estudio, buscando formas de llevar su minimalismo, al máximo.

Su casa disquera, por supuesto adoraba esto, pero cuando Rocket to Russia falló en llenar las expectativas de Sire, las cosas para Ramones empezaron a cambiar de rumbo. Rocket to Ruin se suponía iba a ser el álbum que llenaría las radios norteamericanas con Ramones, pero lejos de eso, Ramones siguió siendo ignorado por un mundo dominado por el disco music y géneros que ya empezaban a nacer del mismo punk de los Ramones.

En este orden de ideas llegaron las presiones sobre la banda de hacer música más a tono con el formato radial y las expectativas del mercado, de la venta de discos y toda esa paja sobre la cual se basa la industria de la música hoy en día. Ramones cedió a regañadientes y el siguiente álbum pareció haber sido hecho por alguien más.

Road to Ruin, en su título dejaba ver los sentimientos de angustia de los Ramones sobre su futuro. Por un lado el disco era una prueba que más tarde que temprano se habían vendido a la industria, pero al mismo tiempo era un álbum impresionante lleno de sencillos que aunque no llegaron nunca a la radio hoy en día son clásicos: I wanna be sedated, Needles and Pins y I Just Want something to do hablan sobre la calidad del disco. Pero en esencia los Ramones solo le habían hecho honor al nombre del disco y de allí en adelante todo sería cuesta abajo con solo una excepción.

Tommy Ramone, que había sido el productor de Road to Ruin, fue sacrificado por Sire para lo que supuestamente sería el álbum de la década, End of the Century. Definitivamente uno de los mejores discos de los ochenta, End of the Century sin embargo no llegó ni de cerca a los primeros tres primeros discos de los Ramones.

El productor contratado por Sire fue Phil Spector, el llamado «genio loco» de la industria del disco, que aunque tenía en común con los Ramones una afición a la música de principios de los sesenta, sus arreglos rebuscados y redundantes iban en contraposición con todo lo que significaban los Ramones. La banda sobreviviría a Spector, quien según las malas lenguas forzó a la banda a punta de pistola a no salir del estudio hasta que hicieran lo que él quería, pero solo por un disco más, con Marky dejando el grupo para ser sustituido por Richie Reinhardt (alias Richie Ramone) y produciendo apenas dos discos más de alguna valía en su discográfica que cada vez se alejo más del punk con el que habían cambiado el rumbo del rock.

Pero a pesar de la influencia que ejercerían sobre el mundo de la música, los Ramones no tendrían un gran impacto público en su momento. Ninguno de ellos nunca ocultó el deseo de algún día llegar al mítico estrellato musical, cosa que nunca lograron y para cuando se retiraron definitivamente el 96, Joey se excusaría con los fans diciendo que simplemente, a esa edad, ya dudaban que lo fueran a conseguir.

Y las razones habían sido muchas. Para empezar estaba el estigma del punketo como racista que aún persiste y que perpetuaron diferentes bandas en ambos lados del atlántico. Johnny Ramone en algún momento había declarado que lo que quería hacer era «Rock & Roll blanco puro sin ninguna influencia del blues». Esto, por supuesto, es imposible y no quería dar a entender que su búsqueda era de desprendimiento racial, sino de pureza sónica. «Quería que nuestro sonido fuera tan original como fuera posible». Explicó después, dejando claro que para quitarse de encima cualquier bagaje que ensuciara su sonido había tomado medidas extremas: «dejé de escuchar todo».

Dee Dee abandonaría la banda en 1989, en un momento en que todos estaban prácticamente golpeándose los unos a otros cada vez que se reunían en un estudio de grabación y fue reemplazado con C.J. Ramone, el último reconocible baterista de los Ramones que me he tomado la molestia en comentar, con quien la banda grabaría sus peores discos.

Los Ramones finalmente serían exaltados al Salón de la Fama del Rock & Roll en el año 2002. Pero Joey no asistiría al evento, tras un par de años luchando contra la enfermedad tras bambalinas, moriría de cáncer linfático el 15 de abril de 2001, a los 49 años.

Y en los uno de los casos más curiosos de muerte en tanda, Dee Dee los seguiría poco más de un año después el 5 de Junio de 2002, y el pasado 15 de septiembre de 2004 Johnny Ramone pasó a mejor vida dejando la herencia de los Ramones en manos del segundo baterista y actual líder, Marky Ramone, que si tuviera algo de decencia debería estirar la pata pronto, antes que una disquera lo convenza de grabar otro de esos últimos terribles discos del grupo.

Por adelantado, paz a los restos de todos.

Enlaces de Interés

1. Página Oficial de Ramones


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