¿Quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos?

Dado que éste es el primer número de este periódico, en el que hemos puesto todo nuestro amor y fe, podríamos sentirnos con derecho a romantizar el génesis de esta publicación. Podríamos empezar con una introducción almibarada del tipo: «El Cojo Ilustrado fue un periódico publicado en Caracas entre los años 1883 y 1915. Por sus páginas pasaron las firmas más importantes del país y del mundo, influenciando a la generación de escritores que se unía a las hordas del Modernismo. Su fundador, Don…». Pero simplemente no aguantaríamos las nauseas al leer semejante bodrio.

De ser honestos comenzaríamos este editorial de la siguiente forma: «Tras plagiar el nombre de un periódico modernista del siglo XIX, ahorrándonos el trabajo de inventar uno y con toda la intención de sacar partido de la fama bien ganada que éste tuvo, continuamos el saqueo intelectual copiando diagramación, colaboradores y estilo, amparándonos en los beneficios del dominio público». Aquí, aun cuando las nauseas sólo aumentarían, al menos no estaríamos mintiendo o exagerando las virtudes de este periódico usando la licencia poética como excusa.

La verdad es que, estamos editando El Nuevo Cojo Ilustrado por el deseo de compartir con/apoyar a todas las personas inclinadas hacia el conocimiento en general y tratar de repetir la experiencia modernista de principios del siglo pasado, donde plataformas como ésta dejaron expresarse a esas mentes brillantes que de otra forma se hubieran perdido, y que hoy en día tristemente se pierden sin remedio.

Estamos editando El Cojo Ilustrado porque estamos hartos de ver cómo nuestro país es uno de los más incultos del mundo y nadie hace nada. Donde la gloria de la nación depende de las buenas curvas de una criolla y desde hace un par de años, de las curvas de un pseudo macho también. Donde cada día los niños van a la escuela a pasear, y la cultura y la farándula son publicadas en los periódicos en la misma página. Donde, de hecho, la gente piensa que son sinónimos o incluso afines. Donde esto sucede ante la mirada justiciera de una sociedad mínima, que antes que proponer una solución prefiere seguir criticando mientras se oculta tras la ilusión de felicidad que ellos mismos han levantado, para ver sino viendo lo que sucede esta situación se arregla por sí sola o simplemente se desvanece.

Aunque muchos factores tuvieron un rol en el florecimiento cultural de finales del siglo XIX, empezando por el empujón dado por Guzmán Blanco y sus aspiraciones franchutes, fueron medios como El Cojo Ilustrado los que finalmente produjeron una revolución cultural que no se ha vuelto a ver en nuestro país, que se las ha ingeniado para pasar por debajo de la mesa cultural, científica y económica de Latinoamérica y el resto del mundo durante los últimos 50 años.

Todo, en realidad, podríamos atribuírselo a los factores políticos y económicos que transformaron a nuestro, aunque pobre, honorable país, en el caparazón que es hoy en día. Dejando como únicos representantes de nuestra existencia a aquellos talentos que han podido costearse su trabajo sí mismos, eliminando la posibilidad de una generación de relevo y condenando a Venezuela a la perversa adoración de glorias pasadas.

Pero no nos ataquemos los unos a otros, acerca de quién tiene la culpa o de qué. Es un ejercicio inútil. La única solución es la acción sin espera. Durante los últimos 30 años, no por culpa de nadie, hemos estado esperando a que alguien venga y nos arregle los problemas, repitiendo como loros que Francia sí tiene periódicos, televisoras, tiendas, fábricas etc., etc., etc., sin siquiera analizar por qué esto sucede allá y no aquí. La gente es la diferencia y ya está bueno de acusar a otros que no somos sino nosotros mismos. O ¿quién creemos que es el gobierno sino nuestra propia sangre?

La diferencia entre nosotros y estos pueblos donde todas las semillas del saber han germinado, es la cultura del riesgo. Nuestra completa y total falta de iniciativa del riesgo. Todo lo queremos fácil, convencidos de que tal cosa es posible. Que es posible simplemente echarnos en una hamaca y ver cómo nuestro país se desarrolla solito gracias a la gracia de Dios.

No tenemos excusa. Tenemos 30 años de historia que son difíciles de ocultar porque se los debemos a la mitad de los bancos del planeta. Somos subdesarrollados porque no ejercemos las cualidades que como humanos tenemos. ¿Por qué en Venezuela no hay nada? ¿Sabes por qué? ¡Porque tú no la has puesto! ¿A quién estamos esperando? ¿Al gobierno? El gobierno nunca va a venir, y no nos debería importar si viene o no. En Venezuela hemos tenido por 100 años uno de los paraísos fiscales mas increíbles del planeta, donde sólo unos cuantos pagaron alguna vez y el gobierno se preocupó muy pocas otras. ¿Por qué no hicimos nada? Nadie sabe, y como dije antes, no importa. Porque mientras estemos vivos, todavía podemos empezar a construir lo que deseamos, desde ese tarantín de buhonero en Catia hasta una boutique en el Sambil.

Ya está bueno de pantallerismo, la diferencia entre ser y parecer no cuesta nada eliminarla. No cuesta nada leer el periódico todos los días. No cuesta nada leerse un libro al mes, un pedacito todos los días antes de acostarse. No cuesta nada irse a un museo y darse una vueltita para ver qué hay de nuevo o asistir a una charla o a una exposición o a lo que sea que no tenga que ver con nuestra maldita costumbre de socializar a tiempo completo. Porque mientras lo hacemos, el universo va y viene y va de nuevo, escribiendo las páginas de nuestra historia en ausencia.

Pero a pesar de todo, este dolor que sentimos y que a tantos nos quita hasta las ganas de seguir viviendo, tenemos fe. Hay esperanza de que esas mentes brillantes que ahora se pierden, dejen de esperar la limusina que los llevará al éxito y decidan arriesgar la vida por lo que sueñan. Que los pintores que han estado años esperando por el crédito estatal se pongan a pintar. Que los músicos que se quejan de que nadie les graba un disco, se los graben ellos mismos así sea vendiendo su sangre, porque así va a ser la única manera en que alguna vez todos saldremos adelante.

Nosotros en El Nuevo Cojo no somos nadie para estar dando ejemplos. Sólo somos un grupo de jóvenes que quiere ayudar a empujar el carro intelectual de nuestro país. Esperando que algunos otros se nos unan y por fin, aunque sea un poquito, veamos la luz del desarrollo que no va venir de Francia, ni de Alemania, ni de los Estados unidos, ni de la Luna, pero si de El Marqués, Caripito, Ciudad Ojeda, Cabimas y donde quiera que haya un cerebro en nuestro país. El futuro lo llevamos montado sobre los hombros.

En este momento tú no me estarías leyendo si no nos hubiésemos atrevido a poner esta página en Internet para expresar nuestra opinión. Ésta pudiera ser tu pintura, tu libro, tu mente. ¿Qué estás esperando? Reverón, Otero Silva y Teresa de la Parra están cansados de dar la cara. Relévalos.


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