¿Quién es el autor de «Instantes»?

Todos lo hemos leído. Está pegado en cuanta oficina pública existe en hispanoamérica y es uno de los poemas en español más populares y reconocidos del planeta. Al final de la página, una firma inconfundible cierra el ensayo: Jorge Luis Borges. ¿O no es así? ¿Sufrió Borges de lo que llaman plagio inconsciente o nunca supo que este poema le era atribuido? El debate está abierto y quizás nunca se cierre.

El misterio de «Instantes» comienza cuando las oficinas públicas cambian de locación geográfica. En Estados Unidos, una variante del poema es atribuido a una tal Nadine Stair. En Alemania a una autora desconocida, y dependiendo del país, a una línea interminable de autores, usualmente desconocidos y generalmente mujeres, muriendo de cáncer o de cualquier otra enfermedad mortal, y siempre a una edad avanzada que a veces es a los 85, 90 y hasta 100 años.

En 1970, George Harrison, el mítico guitarrista de The Beatles se vio en problemas legales debido a la autoría de su canción «My Sweet Lord». La canción era casi idéntica a una escrita por el grupo The Chiffons llamada «He’s so Fine». El juez sentenció a Harrison a no recibir ningún tipo de royalty por la publicación de la canción por lo que llamó plagio inconsciente ante los alegatos del acusado de que aunque era familiar con la canción, jamás tuvo la intención de copiarla y ni siquiera pensó en ella mientras la escribía. Aunque suena increíble, uno no puede imaginarse a Harrison copiándose una canción tan barata como «My Sweet Lord», y lo mismo puede decirse de Borges y el poema que lleva su firma.

En la Selecciones del Reader’s Digest de octubre de 1953, hay una pieza simplemente titulada «Points to Ponder», (Puntos a Considerar) donde su autor, Don Herold, escribe:

«Si pudiese vivir otra vez, trataría de cometer más errores. Me relajaría. Escalaría más montanas y nadaría más ríos. Andaría descalzo temprano en la primavera y andaría así hasta tarde en el otoño. Tendría más perros. Daría más vueltas en tiovivos. Cocería más margaritas. Tendría más problemas de verdad y muchos menos problemas imaginarios».

¿Suena familiar?

La pista de la autoría de «Instantes» ha sido rastreada por los académicos hasta una entrevista realizada en 1975 por Elena Poniatowska, y más tarde publicada en su libro «Todo México» en 1990. En ella Poniatowska le lee a Borges el poema, quien dudoso, lo denigra, pero no contradice su autoría. Muchos creen que no reconociéndolo, Borges simplemente asumió que era un trabajo menor producido durante su juventud. Lo cual es bastante plausible. Pero en realidad el párrafo entero es considerado una ficción de la autora.

Jorge Luis Borges fue uno de los escritores más íntegros que ha concebido el mundo y es inconcebible verlo arrepentido de su vida y su filosofía. Borges en una ocasión dijo: «Los taoístas de la antigua China …decían que…uno no debía buscar nada, hacerse como un espacio vacío, sin deseo alguno, y todo deseará llegar a ocupar ese espacio vacío…Después del taoísmo, no busqué nada en mi vida».

Definitivamente este no es el mismo Borges de «Instantes».

La confusión quizás provenga del hecho que Borges escribió un poema llamado «El Instante», pero como lo describe correctamente el escritor Benjamín Rossen, este tiene una dimensión literaria y filosófica que es inconfundiblemente el producto de un autor más sofisticado.

Y en esta sofisticación que clama Rossen está el detalle de la línea final del poema donde el autor afirma que tiene 85 años. Borges murió en 1986 a los 85 años, cuando el poema había estado en circulación desde hacía al menos dos décadas. Tenía 69 años cuando el poema fue publicado como suyo en 1968 en la recopilación «Nueva Antología Personal», y 76 cuando se entrevistó con Poniatowska. Y aunque muy buen pudo haberlo escrito colocándose en los zapatos de alguien de esa edad, las dudas niegan su autoría más de lo que la afirman.

Además, siendo la popularidad del poema tan extensa ¿cómo es posible que Borges no pudiese reconocer el poema?

Si alguien pudiera sacarnos de dudas, aparte de Borges mismo, esa es María Kodama, esposa y fiel colaboradora de Borges.

«… infantil el lenguaje empleado y totalmente contradictorio el mensaje transmitido por el poema, —escribió en el prólogo a una recopilación de la obra de Borges— con respecto a los principios que Borges sustentó hasta el final de su vida. Se llegó al horror de leer y enseñar en instituciones oficiales, y atribuyéndolo siempre a Borges, ese poema sin valor literario. Pienso que esto constituiría la mejor demostración de que es mejor que ‘el lector medio’ lea directamente, por sí mismo, las obras de juventud de Borges, donde puede sentir su genio y sus ideas, aunque el estilo sea criticable».


Descubre más desde El Nuevo Cojo Ilustrado

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Deja un comentario