¿Puedo bañarme después de comer?

Cuando era chico había algo que me sacaba la piedra. Cada vez que íbamos a la piscina o a la playa, mi mamá no me dejaba echarme al agua inmediatamente después de comer. La mía parecía ser la única madre que se preocupaba por esto, y nunca vi a nadie caer tieso por bañarse tras zamparse un plato de espaguetis con albóndigas. ¿Es verdad que alguien puede morirse de esto? Ahora tengo dos hijos y no sé si hacerlos pasar por semejante tortura. Felipe Ruiz, Puerto La Cruz, Venezuela

¡Ah! Querido Felipe, la verdad que has tocado un tema delicado, por las implicaciones legales que puede tener para mi persona si alguno de tus chavales llega a irse a pique como un yunque en el próximo viaje al club. No por esto tu pregunta es menos interesante.

La regla de oro según la Cruz Roja internacional es, como decía tu querida madre, esperar una hora después de comer. Sin embargo, ellos mismos reconocen que esto no siempre es necesario.

Yo nunca he visto un caso de estos personalmente, y mis padres me torturaron de la misma manera obligándome a contar los minutos como horas debajo de la sombrilla. Pero si es verdad que nuestras madres nos conocen más que nadie, quizás ahora mismo esté con vida gracias a esa fastidiosa precaución.

No todos los seres humanos tienen la misma resistencia o disposición física para las actividades, y la respuesta de sus cuerpos es tan diferente como las formas de sus caras. Meterse en una piscina o en las aguas del mar requiere de una ejercicio físico constante, que no tiene nada que envidiarle a correr o montar bicicleta. De hecho, la natación es el ejercicio físico más completo, ya que implica utilizar todos los músculos del cuerpo. Después de comer, el cuerpo enfoca grandes cantidades de sangre en hacer la digestión. Al nadar estamos forzando al cuerpo a no atender con propiedad las necesidades del proceso. Lo cual puede tener diversas consecuencias, entre ellas que la sangre requerida por el estómago no sea suficiente, o que la requerida por el cerebro, los pulmones o los músculos no sea suficiente, llevando a la falta de oxigeno en donde se requiere y favoreciendo la ocurrencia de un síncope (pérdida de la conciencia).

Por otro lado, como con cualquier otra actividad física, al tener el estómago lleno es muy posible que ante la menor señal de estrés el cuerpo trate de deshacerse de aquello que le estorba para funcionar óptimamente, en este caso la masa de alimentos masticados que le llenan el estómago. El corte de la digestión no es particularmente peligroso; una vomitada aunque no será mortal, puede ser en extremo avergonzante.

Además, ya que al vomitar se producen movimientos involuntarios del cuerpo, puede pasar que entre ellos se aspire agua dentro de los pulmones con consecuencias terribles para grandes y chicos.

Gordon Milcham, el centro delantero de este periódico, me contó una anécdota que muy bien viene al caso. Su familia lo flageló durante su infancia con el período de espera de una hora. Sin embargo, cuando entró a la Academia Militar en Caracas, notó que las horas de castigo físico eran después del almuerzo y la cena.

Uno de los castigos más frecuentes, que he tratado de creer sin resultado, es algo llamado campaña a toda vela. Después de comer, se les ordena a los cadetes ir a sus dormitorios y vestirse de campaña, incluyendo el casco y el fusil, y que metan todo lo que tengan en el closet dentro del morral del campaña, para después regresar al patio de la escuela militar y ponerlos a dar vueltas en círculo, según describe, hasta que cambiaban la segunda guardia, que es alrededor de la medianoche.

En una variedad más sádica aún, que supuestamente solo se aplicaba durante los fines de semana, después de correr el largo del paseo Los Próceres, los cadetes eran conducidos a la piscina olímpica de la academia militar y lanzados como lemmings desde la última plataforma aún vestidos, a toda vela, a las aguas varios metros más abajo.

Si todo esto es verdad, que algunos seres humanos (además de ser tremendos idiotas por soportar semejante vejación) pueden correr 12 kilómetros con 30 kilos encima y luego salir a flote después de un almuerzo o una cena, entonces todas las horas que pasamos fuera de una piscina no fueron más que una pérdida de tiempo.

Sin embargo, te recomiendo tomar las medidas necesarias para evitar accidentes en el agua dependiendo de la situación. Si tu hijo se ha comido una bolsa de Cheetos y una Coca-Cola, posiblemente no necesite mayor tiempo de espera antes de echarse al agua; pero si en cambio el almuerzo consistió de dos platos de mondongo con arroz, chicharrón y avena, definitivamente hay que tomar precauciones antes de dejar que el pibe se vaya nadando hasta la boya más cercana.


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