Durante las dos semanas que han transcurrido desde su victoria en las últimas elecciones, Evo Morales, presidente electo de Bolivia, ha combinado, por una parte, ataques verbales contra Washington y visitas relámpagos a Cuba y a Venezuela y, por otra, promesas solemnes de respetar la propiedad privada de las empresas transnacionales y de la oligarquía boliviana en el interior del país.
Al ganar el 54% del voto como candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), es el primer político en la historia moderna de Bolivia elegido por una mayoría absoluta de los votantes. También es el primer indígena del continente americano en ocupar el palacio presidencial de un país cuyo 85% de la población desciende de la población indígena.
Gran parte de la izquierda internacional ha proclamado el triunfo de Morales como una victoria histórica del pueblo trabajador y de los oprimidos. Por otra parte, el gobierno de Bush en Washington abiertamente se opuso a que el dirigente del MAS asumiera el poder y dio a entender de manera siniestra que los resultados de las elecciones bolivianas habían sido consecuencia de la subversión cubana y venezolana.
Los sucesos en Bolivia luego del voto sugieren que, a pesar de la retórica populista e izquierdista de Morales y de su hostilidad hacia Estados Unidos, su elevación al poder no es más que el último esfuerzo de la clase gobernante del país para salvarse de las convulsiones revolucionarias que se acercan.
Aunque la inauguración de Morales como presidente no ha de celebrarse hasta el 22 de enero, éste ya se ha embarcado a toda velocidad en una gira internacional por Cuba y Venezuela. Un portavoz del presidente electo dijo que Bolivia tenía como objetivo forjar un “eje del bien” entre esos dos países, referencia bien clara a la campaña propagandista del gobierno de Bush para hacer parecer a Fidel Castro y a Hugo Chávez como demonios.
El martes, mientras se encontraba en Caracas, Venezuela, Morales dijo que se unía a los esfuerzos de “Fidel en Cuba y Hugo en Venezuela” para responderle a las necesidades de “las mayorías nacionales”; y agregó que “son nuevos tiempos, estamos en nuevas épocas, en un nuevo milenio para los pueblos y no para el imperio”.
En Cuba, país que el presidente electo visitara el 30 de diciembre, Morales declaró que si Estados Unidos “quiere relaciones bilaterales, diplomáticas, comerciales, que lo haga, pero sin sometimiento, sin subordinación, sin condicionamiento, sin chantaje». Añadió que antes de pensar en un golpe de estado, sería mejor que Estados Unidos se pusiera a retirar sus tropas de Irak y cerrar sus bases militares en Suramérica.
Morales, quien hizo notar que “nunca tuve buenas relaciones con Estados Unidos”, entró en la política durante la década de los 90 como dirigente de las manifestaciones que los cultivadores de coca llevaron a cabo en contra de la campaña de erradicación que el gobierno del ex dictador militar de Bolivia, Hugo Banzer, había lanzado con el respaldo de Estados Unidos. Durante ese período, muchos ex mineros que perdieron sus empleos en la ola de privatizaciones y despidos en masa que habían barrido con el país ahora cultivaban la planta para sobrevivir.
En el 2002, cuando Morales se postuló para la presidencia por primera vez, Manuel Rocha, embajador estadounidense en Bolivia en aquella época, declaró públicamente que su victoria podría resultar en que Estados Unidos cancelara toda ayuda al país. Esta intervención provocó una antipatía nacionalista tan iracunda que el voto por el MAS aumentó significantemente.
Los últimos comicios fueron adelantados dos años debido a la crisis de extrema inestabilidad en Bolivia – la nación más pobre de Sudamérica – donde las manifestaciones de las masas han tumbado dos gobiernos en los últimos dos años.
En el voto de primera vuelta, destacados funcionarios de Estados Unidos lanzaron una serie de advertencias amenazadoras. En Julio, el Secretario Asistente del Pentágono para Asuntos del Hemisferio Occidental, Roger Pardo-Maurer, pronunció un discurso ante el Instituto Hudson, grupo intelectual derechista, en el que presentó su oposición “a la revolución que está sucediendo en Bolivia, revolución cuyas consecuencias pueden ser de tan largo alcance como las de la revolución cubana en 1959. Lo que está pasando en Bolivia podría tener repercusiones en Latinoamérica y en otros lugares con las cuales tendríamos que averiguárnoslas durante el resto de nuestras vidas”.
Durante su jornada más reciente a la región el agosto pasado, el Ministro de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, dijo que “existen pruebas incontrovertibles que Cuba y Venezuela han participado en la situación de Bolivia, y no para ayudar”. Hace décadas que la embajada de Estados Unidos en La Paz se ha comportado como una de las ramas principales del gobierno boliviano, y a los bolivianos no se les puede haber escapado la ironía: Washington acusando a estos dos gobiernos de la subversión.
A pesar de las declaraciones izquierdistas y nacionalistas de Morales en la Habana y Caracas, y a pesar de la ira que Washington ha mostrado con la aparición de otro régimen en Latinoamérica dispuesto a desobedecer el embargo contra Cuba (que ya lleva 46 años), a Morales todavía le quedan países mucho más importantes que visitar durante su gira mundial.
Todavía tiene que viajar a Europa, China y Brasil, que actualmente juegan, o van a jugar, papeles mucho más significantes que Estados Unidos — responsable de solo el 11% del comercio exterior del país — en la economía boliviana. Aunque Washington todavía es el mayor contribuidor bilateral de Bolivia, dos tercios de la ayuda anual, valorada en $150 millones, están dirigidos a los esfuerzos para erradicar la coca, a los cuales Morales ha jurado ponerle fin.
La hostilidad de Estados Unidos a los desarrollos en Bolivia tiene su fuente, en gran parte, en el hecho que la evolución económico-política del país es emblemática de un continente que, previamente considerado por Washington como su “patio de atrás”, se le está yendo fuera de control.
Las empresas transnacionales europeas – Repsol de España, Total de Francia, Gas-along de Inglaterra y Petrobras, empresa estatal del Brasil, dominan la explotación de las reservas de gas natural de Bolivia, las cuales se calculan llegan a más de 50 trillones de pies cúbicos. Sólo los depósitos venezolanos son mayores en el continente. Se supone que China, que ya firmara un nuevo acuerdo comercial bilateral con el gobierno saliente, ahora trata de comprar los intereses que Bolivia posee en una compañía energética argentina como parte de su campaña para asegurarse recursos de energía y otras materias primas en América del Sur.
Entre los partidarios más fervorosos de la victoria de Morales se encuentra el gobierno brasileño del Presidente Luis Inacio “Lula” da Silva, que recibió con júbilo el triunfo del dirigente del MAS en Bolivia no porque siente una simpatía “izquierdista” bien definida, sino porque cree que dicho éxito le facilitaría al capitalismo brasileño la hegemonía económica de la región. Los otros países del cono sur pertenecientes a Mercosur — que ahora incluye a Venezuela — que se han opuesto a los esfuerzos de Estados Unidos para imponer sobre la región un acuerdo basado en el “comercio libre” también le brindaron su apoyo a Morales.
A pesar de las diatribas ideológicas del gobierno de Bush, los ámbitos financieros internacionales ven la victoria de Morales con un optimismo cauteloso. Fitch Ratings, agencia principal de crédito, ha hecho notar que “aunque nos preocupa la retórica de la campaña del político, la cual representaba un desafío a la política liberal que los gobiernos recientes habían seguido y a la política regional de Estados Unidos que aboga por la erradicación del cultivo de la coca, la victoria de Morales debería darle a su gobierno un mayor grado de legitimidad que el que sus predecesores recientes gozaban, y podría conducir a mejorías en la gobernabilidad”.
La agencia francesa notó con aprobación que “desde su triunfo en las elecciones, Morales también ha jurado respetar la propiedad privada”, y predijo que una oferta multilateral para perdonar la deuda sería suficiente para convencerle de que tiene que respetar la política de la economía de libre mercado que sus predecesores seguían.
Pero aún antes de las elecciones Morales ya había hecho todo lo posible para asegurarles a los capitalistas criollos y extranjeros que él no llevaría a la práctica ninguna transformación económica o social abrupta. “Si soy elegido presidente”, le dijo al periódico boliviano La Gaceta, “desgraciadamente será mi deber respetar esas leyes neoliberales. Podremos hacer algunos cambios por decreto, otros mediante el cuerpo legislativo, pero inmediatamente no habrá grandes cambios porque veinte años de leyes neoliberales no se puede erradicar con un solo golpe”.
El día después de las elecciones, Morales declaró que su gobierno no iba a “confiscar ni expropiar” los bienes de las empresas extranjeras que funcionan en el país. “Se respetará la propiedad privada”, dijo. Añadió que su gobierno se dedicará a respetar la ley, pero que las empresas petrolíferas también tienen que respetarla. Primero se reunió con los bancarios bolivianos, a quienes les prometió colaborar para obtener la “estabilidad” económica y política.
El vicepresidente de Morales, Álvaro García Linera, declaró dos días después de las elecciones que el nuevo gobierno ha de gobernar en nombre de toda Bolivia y no solamente para un sector o una clase social. Agregó que las negociaciones directas se llevarán a cabo con los empresarios y que de ellos el gobierno obtendrá recomendaciones que tomarán la forma de medidas para ser puestas en práctica. Según García Linera, ningún sector del país debería sentirse excluido, sobre todo el sector empresarial.
García Linera también prometió que su gobierno va a garantizar la seguridad de un ambiente para los negocios, la recuperación de las inversiones, y que haya ganancias. El nuevo vicepresidente se ha referido al proyecto del nuevo gobierno como el camino al desarrollo nacional y lo ha llamado el “capitalismo andino”.
La semana pasada, Morales viajó Santa Cruz, capital de la oligarquía derechista boliviana, la cual ha promovido una cultura política semi fascista basada en la exigencia por la autonomía regional y en una hostilidad a la mayoría indígena del país. La región es la más rica del país y es el centro de la producción del gas natural.
Con sus antiguos enemigos de pie para darle una ovación, Morales le dirigió la palabra al derechista Comité Cívico pro Santa Cruz: “Quiero aprender de los empresarios…No quiero perjudicar a nadie. No quiero expropiar ni confiscar ningún bien”.
Añadió que su gobierno “garantizaría la autonomía”, la cual ha sido la demanda central de las clases dirigentes de Santa Cruz y tres otros departamentos que colaboran íntimamente con empresas energéticas extranjeras.
Morales llegó hasta tal punto que llamó a Germán Antelo, presidente del comité cívico, “uno de los mejores militantes del MAS”, presuntamente porque ambos comparten el mismo punto de vista en cuanto a las necesidades de Bolivia. Antelo es un ultra derechista, patrocinador de La Unión de la Juventud de Santa Cruz, cuyos militantes han actuado como tropas de choque que atacan violentamente a oponentes de los oligarcas locales.
Destacados integrantes del público expresaron su satisfacción con las palabras de Morales. “Estamos satisfechos porque…aseguró que no cambiará ninguna regla de las que están establecidas, es decir que se continuará con el sistema”, dijo Percy Añez, presidente de la Asociación de Bancos.
Morales fue más concreto aún. Declaró su apoyo para que el Cerro Mutún de Santa Cruz, que contiene depósitos de hierro y magnesio, sea licitado por las grandes empresas extranjeras privadas que desean explotar sus recursos. Grupos y partidarios de la comunidad, así también como militantes del MAS, habían tratado de ponerle paro a las licitaciones, basándose en que cualquier acuerdo que resulte solo beneficiaría a las empresas extranjeras mucho más que a Bolivia. También señalaron que habían indicios que el proyecto podría desatar un desastre ambiental.
Las organizaciones derechistas que representan a la oligarquía habían amenazado con bloquear las carreteras y vías ferroviarias que conducen a Brasil si el acuerdo no seguía adelante.
La mina de Mutún está entre los yacimientos de hierro y magnesio más importantes del mundo. Se rumora que el gobierno chino tiene marcado interés en explotarlos.
El Foro Boliviano sobre Medio Ambiente y Desarrollo (Fobomade) ha advertido que si el proyecto sigue adelante tal como se ha planificado, el resultado sería la contaminación severa e irreversible de la tierra y de los abastecimientos de agua, lo cual afectaría no sólo las regiones en los alrededores de la mina, sino que también enviaría minerales tóxicos que pueden llegar hasta el Río Paraguay.
Otra organización opuesta al proyecto es el Comité para la Defensa del Patrimonio Nacional, que ha dejado claro que Bolivia está haciendo un pacto igual a los anteriores con los conglomerados de empresas extranjeras y cediendo sus recursos a cambio de casi nada. El grupo calcula que el país terminaría con apenas el 3 por ciento del ingreso.
Aunque partidarios del MAS tuvieron éxito en convencer al gobierno interino en suspender las licitaciones hasta después de las elecciones — presumiendo que Morales le pondría paro al proceso — el dirigente del MAS ahora le ha abierto las puertas a las empresas extranjeras.
Ciertos sindicatos y organizaciones populares en el centro militante de El Alto, cerca de La Paz, han lanzado declaraciones dándole a Morales 90 días para nacionalizar la industria energética.
Morales se vio obligado a condenar estas demandas. En Cochabamba hizo referencias a la enorme responsabilidad histórica que ha caído sobre sus hombros, y agregó que en ese contexto, las fechas de vencimiento que varios grupos han impuesto son el mejor instrumento a favor del imperio y la oligarquía. Por otra parte, siguió el mandatario electo, “hemos ganado durante los próximos cincuenta años”.
A fin de cuentas, la elección de Morales — como la de Lula en Brasil hace ya casi tres años — ofrece a la clase gobernante local y a las empresas extranjeras la posibilidad por lo menos un breve período de paz social bajo condiciones en las que todos los partidos políticos tradicionales han sido totalmente desacreditados, y en las que las masas radicalizadas de los trabajadores y los pobres han hecho del país una nación casi ingobernable.
Pero los esfuerzos del presidente electo del MAS para aplacar a los capitalistas extranjeros y criollos amenazan con encender la mecha a explosiones sociales que no han de tardar mucho.
Bill Vann Auken es un analista internacional del World Socialist Website, donde este artículo fue publicado originalmente.
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