Justo cuando estaba a punto de perder mis últimas esperanzas en la búsqueda por entender porque nuestra ocupación en Irak no está funcionando, la revista Time del pasado mes de noviembre vino y salvó el día. En la edición del 24 de noviembre, el legendario columnista Joe Klein—mejor conocido como el temporalmente anónimo autor del temporalmente sensacional libro Primary Colors—nos informa que la razón por las que las cosas no son color de rosa por allá es porque nuestras fuerzas armadas no son lo suficientemente vistosas:
«Ahora podemos estar en el principio de una prolongada competencia global con el radicalismo islámico, un conflicto que requerirá más sutileza y sofisticación que la planeada para la ocupación de Irak. En un momento similar en los años sesenta, cuando los frentes de la guerra fría se estrechaban desde Alemania hasta el Congo y Vietnam, John F. Kennedy anunció su apoyo a una Fuerza de contrainsurgencia más grande. Y les dio a estos soldados verdadero panache [elegancia] al permitirles vestir en sus cabezas algo que hasta entonces era visto con malos ojos por la milicia tradicional: boinas verdes. Ahora todo el ejército usa boinas, y en eso hay una gran lección.»
¡Así que ese era todo el problema! ¡Nos falta panache!
Klein hace un buen punto, por su puesto. Sin la brillante originalidad de Kennedy, nosotros nunca hubiéramos ganado la guerra en Vietnam. Mientras es verdad que fuimos salvajemente violados en el campo de batalla por un montón de enanos comedores de arroz en pijamas, en el terreno que realmente cuenta –haute couture– fuimos los vencedores. Los comunistas pueden haber ganado en Saigón y Haiphong, ¿pero que es eso comparado con Milán y Paris?
El argumento de Klein, por supuesto, no es solo que la mera superioridad en el vestir nos llevará a la victoria en Irak. Lo que él está tratando de decir es que creando un nuevo cuerpo elite de guerreros –uno con un panache superior y, asumo, mejores sombreros– le permitirá al gobierno atraer americanos de mejor calidad al servicio militar, unos más capaces de terminar el trabajo. Así es como él lo puso:
» Llámenlos Extreme Peacekeepers o Freedom Corps o lo que sea, pero busquen el tipo de gente que normalmente no está inclinada a unirse a la milicia –estudiantes idealistas que aspiran convertirse en doctores, abogados, políticos o ingenieros y están deseosos de hacer algo noble (y pulir sus currículos) sirviendo a su país.»
Este párrafo de Klein dice todo lo que se necesita saber acerca de porque la guerra en Irak no está «trabajando». Nuestro actual público de pro-guerra simplemente no entiende los imperativos emocionales requeridos por una sociedad militar y conquistadora. Uno no puede llevar gente a la guerra por «Freedom…o lo que sea.» El lenguaje es más importante que un sombrero. Si uno quiere gente que corra bajo fuego enemigo y bombas de azufre con cuchillos en los dientes, se necesitan los slogans adecuados: «Destroy the Seventh Snake!» «Ya Basta!» «Victoria o Muerte!» Klein quiere usar el lenguaje de un brochure de universidad para construir una sociedad guerrera.
Lo cual nos lleva al siguiente problema –el tipo de gente que Klein piensa necesitamos para pelear esta guerra. Este es el error más grande. El último tipo de personas que necesitamos en Irak es al joven e idealista intelectual. Esa gente nos convierte en malos conquistadores, como ya fue probado en Vietnam. En guerras coloniales, lo que realmente se necesita para terminar el trabajo son asesinos eficientes y profesionales, como la legión francesa o los mercenarios coreanos que utilizamos en Indochina. Gente como esa, cuando van a un pueblo «problema», no pasan mucho tiempo con el inspector Closeau buscando a los insurgentes escondidos entre ellos. Le cortan la cabeza a todo el mundo y siguen.
Solo en raras ocasiones, el producto élite de una universidad norteamericana resulta el tipo de persona capaz de hacer este tipo de cosas. Quiero decir, cuantos Bob Kerreys andan caminando por ahí sueltos en la calle. El norteamericano típico con educación universitaria se acobarda en estas situaciones, pierde el tiempo de los censores militares con largas y tímidamente sediciosas cartas a sus familiares y entonces –y lo peor de todo–es que eventualmente vuelve a casa hecho un desastre psiquiátrico, incapaz de contribuir positivamente al desarrollo económico de la sociedad, prefiriendo en cambio pasarse todo el tiempo gastando el dinero de todos en hospitales de veteranos y llorando mientras ve películas de mierda como Hamburger Hill.
Mil de esas personas no valen lo que vale un genuino asesino a sangre fría. Las verdaderas razas guerreras en el planeta entienden esto, lo cual es por lo que unos cuántos miles de Chechenios podían vencer a todo el ejército ruso a mediados de los noventas. Sí nosotros tuviéramos chechenios peleando en Irak, esta guerra se hubiera acabado hacia meses. Tú sabrías quienes eran los insurgentes en Bagdad, por que todos estarían caminando por las calles sin dedos. Los Chechenios, Dios los bendiga a todos, no utilizan un cuchillo para quitarles lo dedos a un hombre. Usan diez balas. Incluso los rusos se cagan todos cuando piensan en ellos, lo cual es la razón de por que la situación en este país aún no se ha resuelto.
Los Chechenios, por supuesto, nunca lucharán por nosotros, porque nosotros estamos en el lado equivocado. Eso en un infortunado sub-producto de una política que debería ser reconsiderada antes del próximo round de hostilidades militares. Porque cuando uno piensa en esto, invadir países árabes usando mercenarios británicos, polacos y hasta japoneses es una actividad de alto riego y baja ganancia. Una estrategia más simple, y significativamente más lucrativa sería invadir Francia y Alemania y dejar Afganos y Chechenios allí como guardias de paz. En este escenario se acabarían las preocupaciones por los contratos de la Airbus o el Euro. Y con Shamil Basayev sentado en la silla de Jacques Chirac, es difícil imaginar la inestabilidad doméstica como un problema serio.
Más allá de esto, no necesitaríamos pagarle a nuestra nueva fuerza de seguridad mercenaria: las mujeres de Francia serían suficiente compensación por lo menos por los primeros años.
Lo cual, incidentalmente, es otro de nuestros problemas en Irak. Si tú quieres reclutar asesinos para conquistar países extranjeros, necesitas ser capaz de tres cosas básicas: botín, sangre y mujeres. Por esto Irak es un callejón sin salida. No hay mujeres en Irak, absolutamente ninguna. En las inevitables futuras películas sobre la guerra de Irak no habrá ninguna de aquellas escenas de las películas de Vietnam con vietnamitas paradas en las esquinas llamando a los soldados con un «me so horny». Hay un botín, pero los soldados no pueden agarrárselo, uno no puede robarse un saco lleno de petróleo. Hombres blancos impotentes que viven en Tejas se llevan todo el botín, lo cual debe arrechar sobremanera a los soldados en Irak.
Esto solo deja la sangre como premio. Y como ya fue dejado en claro en la columna de Klein, esto no está incluido en el paquete.
En cambio, gente como Klein sugiere que el valor del servicio en Irak es a) que se ve bien en el currículo, y b) que es «satisfactorio» de la manera que trabajar para los pobres o en un leprosario es satisfactorio. Esta es ciertamente una mala paga por arriesgar tu vida todos los días contra rebeldes invisibles, sedientos de sangre y desesperados por tu cabeza. Pero Klein hace que el servicio militar suene como un día soleado, como un seminario en la escuela, solo que con balas:
«Existe un excelente modelo en la residencia de entrenamiento de 24 semanas de los Cuerpos de Policía, un programa élite a nivel nacional que transforma estudiantes universitarios en policías. De hecho, el entrenamiento de los Police Corps y las Fuerzas Especiales son similares; ambos se enfocan en la creatividad de las reacciones en situaciones inesperadas, usando escenarios y juegos de intercambio de papeles.»
¿Intercambio de Papeles? ¿Que es esto?, ¿Un resort para solteros holandeses? Ejercicio de Contrainsurgencia Iraquí No 4: Escenario de «Ricitos de Oro y los Tres Ositos». ¡Soldado!, ¡póngase la maldita peluca!
Gente como Joe Klein son las razones de porque los Estados Unidos es una sociedad condenada. Los viejos imperios entendieron que la guerra y las matanzas eran cosa seria. Entendían que el quitar la vida a otro ser humano requería grandes y eternas motivaciones, de las cuales hay muchas: conquista, defensa propia, avaricia, gloria. Matar por matar también califica. Pero sólo los norteamericanos pueden imaginarse ir a la guerra para «pulir sus currículos». ¿Que dice esto acerca de nosotros?
Matt Taibbi es colaborador del periódico alternativo eXile en Moscú y del periódico independiente norteamericano The New York Press, donde este artículo fue publicado originalmente.
Enlaces de Interés
2. The eXile – El Periódico Alternativo de Moscú
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