Los Increíbles

Cuando en 1986 George Lucas vendió a Steve Jobs su división de gráficos computarizados por 10 millones de dólares, el tipo debe haber pensado que estaba haciendo el negocio del siglo. Y no tenía por que no.

En los treinta y nueve años antes del trato, el mundo de la animación había estado estancado y «Blanca Nieve y los Siete Enanos» (1939) aun reinaba como el non plus ultra del género. Disney mismo trató en vano de superar su obra hasta su muerte en 1966, dejando en el camino películas que sólo acentuaron la idea de que cualquier cosa que oliera a animación debía parecerse a lo que hacía su estudio, y además, debía ser, estar basado o tener como consumidor final a quienes hasta entonces eran un target secundario de los estudios de cine: los niños.

Lucas, viendo hacia el pasado debe haber concluido que la animación era territorio infértil para su capacidad creativa. En 1977, con «La guerra de las galaxias», había hecho historia y ayudado a convertir los B-Movies en el estándar del futuro. Él, como Disney, era parte de la historia del cine, y entrar al mundo de la animación, debe haberle sonado a retroceso al hombre cuya empresa era contratada para hacer cuanto efecto especial era requerido en Hollywood. Y además, ¿Cómo iba a competir contra Disney por ese mercado? ¿Cómo iba a competir con uno de sus clientes?

Lucas creía que la animación, fuera del contexto de sus películas no tenía mucho que ofrecerle, y los cinco años siguientes al trato le dieron la razón, con Pixar apenas encasillada en hacer comerciales de televisión.

Pero con lo que Lucas no contaba era, que a diferencia de la animación, la ciencia informática no tendría tanta paciencia para avanzar, y a mediados de la década de los noventa, sería capaz de hacer cosas que le producirían una embolia al mismísimo Julio Verne, por no decir a Lucas cuyo trato de 10 millones de dólares súbitamente pareció una estafa.

El primer largometraje de Pixar, «Toy Story» (1995), recaudaría 362 millones de dólares a nivel mundial, sólo en taquilla, convirtiéndose en el primer film completamente animado con computadoras de la historia del cine y siendo nominada a tres premios Oscar, recibiendo ninguno, pero llevándose el de consolación como logro cinematográfico. John Lasseter, director de «Toy Store», «Toy Store II», «A Bug’s Life», la próxima a estrenarse «Cars», y productor de «Finding Nemo», «Monsters, Inc.» y hasta la japonesa «Spirited Away», recibiría el galardón que cambiaría el mercado de los filmes de animación hasta ahora. Lasseter, antiguo empleado de Lucas, fue parte del paquete de venta.

Y en ninguna de estas películas este cambio es más evidente que en su más reciente producción, «The Incredibles», con la cual Pixar logra finalmente romper con lo que Disney no pudo en medio siglo: convertir la animación en un arte dirigido tanto a adultos como a niños. Y su primera clasificación como película PG (Parents guidance) en los EE.UU., aunque tímidamente, habla por si sola del camino que Pixar está tomando con sus películas.

Con sus excepciones, el hecho de que la animación se mantuviera encasillada en el terreno infantil y de una minoría adulta apreciativa del arte, no se debe tanto al género en cuestión, sino más bien a la dirección que se le había venido dando a estos filmes, que en general, enfocaban sus guiones a los niños.

Artísticamente justificable, sin embargo las razones eran más económicas que otra cosa. Un filme dirigido a los niños cobra doble entrada, la del infante y la de su padre o madre.

Los noventas, sin embargo, vieron el nacimiento de un nuevo público. Uno que a diferencia de sus padres, había crecido viendo dibujos animados y que apreciaba este arte más allá de su forma, considerándolo al mismo nivel de los filmes comunes y corrientes.

Los primeros estudios en darse cuenta de este fenómeno no tardaron en poner en pantalla, películas explotativas del género. Superman, había sido un experimento solitario exitoso en los 70, que tardó más de una década en repetirse con «Batman», los «X-Men» y últimamente «Spiderman». En el camino quedaron los cadáveres del «Capitán América», «The Punisher», «La Sombra», «Dick Tracy» y hasta «El Fantasma». Dios los tenga en la gloria. En ese entonces se achacó la culpa de fracaso de las películas de súper héroes a las historias, cuando en realidad el problema era el medio. Los cartoons no se traducen bien a la acción en vivo, y requerían de más libertad de acción que cualquier efecto especial podía darles. Warner Brothers fue quizás la primera en darse cuenta de esto, cuando decidió experimentar valientemente, aunque a medias (textualmente), con una película protagonizada a dos manos por actores de verdad y dibujos animados. El film, «¿Quién Engañó a Roger Rabbit?», funcionó bien con el público, pero el éxito no fue posible de repetir.

Sin embargo el empujón sirvió para que Disney, su archirival, aprovechara el boom para iniciar la era de nuevos «clásicos» que llenaron las pantallas de los noventas. «Aladino», «La Bella y la Bestia» y sobre todo «El Rey León» eran dibujos animados que temerosamente atacaron el mercado adulto, abierto por Rabbit, pero sin tener las bolas de realmente echarse al agua y crear un producto que los niños vieran por referencia y no por elección.

Y en esto radica el secreto del éxito de Pixar (dejando de lado, por supuesto, el monstruo cibernético que la mueve). En cambiar el concepto de Disney de hacer películas para niños que los adultos también pueden ver, a hacer películas para adultos que los niños, también verán, que ha hecho de la animación un arte más puro, menos especifico y desde el punto de vista crítico y académico, más aceptable.

El director de «The Incredibles», el desconocido Brad Bird, fue también el director de una de las animaciones más interesantes de los años noventas, «The Iron Giant». «Giant», como «The Incredibles», apuntó al público adulto, pero aunque la critica cayó de rodillas ante el film, los padres simplemente lo despreciaron como demasiado complejo para sus hijos y demasiado infantil para ellos, juzgando esto último no por el guión, sino simplemente porque era animado.

Bird aprendió su lección para este segundo film, y sin sacrificar sustancia le da más libertad a los personajes como entretenimiento de menores, mientras distrae visual y guionísticamente a los adultos.

Sin embargo, «The Incredibles», no es el film más representativo de Pixar, con «Finding Nemo» y «Toy Story», el estudio sentó un estándar demasiado alto como para ser superado a corto plazo, tal como le paso a Disney con su Blanca Nieves. Pero no por esto el film deja de ser interesante.

«The Incredibles» cuenta la historia de un mundo donde los súper héroes se han convertido en un problema, y cuando el gobierno local se cansa de pagar las demandas causadas por las acciones de los personajes decide meterlos en un programa de protección de superhéroes, donde son enviados a vivir vidas comunes y corrientes, prohibidos de hacer uso de sus habilidades.

El guión de Bird (quien además de dirigir y escribir presta su voz para el personaje Edna ‘E’ Mode) suena original a primera vista, pero que en el fondo no es más que un homenaje a las películas de acción y de espías clásicas (James Bond) y no tan clásicas («Batman Forever»), que de no haber sido tan excepcionalmente realizada no hubiera soportado el peso de todas la referencias. Siendo los elementos más reconocibles, el villano creado por omisión por el mismo superhéroe (El acertijo/Edward Nygma en «Batman Forever») y la ayudante del Villano, una vampiresa que a última hora cambia de partido para salvar al héroe y toda la película.

Todo esto, sin embargo no hace sino sumarle méritos a la película que a diferencia de Disney (trabajando directamente) y el estudio rival DreamWorks, no hace una sola referencia directa a la cultura popular que de principio a fin alaba sin detenerse. Lo cual debe haber sido una de las razones por las que el casting eligió por primera vez, no apoyarse en el star power de las voces que dan vida a los personajes como gancho para vender la película, sino en su existencia propia como film buscando ser respetado como filme, sin ser encasillado como de niños o de adultos, sino simplemente como cine.

Producción: Escrita y dirigida por Brad Bird; directores de fotografía, Janet Lucroy, Patrick Lin y Andrew Jiménez; editada por Stephen Schaffer; música por Michael Giacchino; diseño de producción, Lou Romano; producida por John Walker; Estudio: Walt Disney Pictures y Pixar Animation Studios. Duración: 121 minutes.

Protagonistas: Craig T. Nelson (Bob Parr/Mr. Incredible), Holly Hunter (Helen Parr/Elastigirl), Samuel L. Jackson (Lucius Best/Frozone), Sarah Vowell (Violet), Spencer Fox (Dash), Elizabeth Peña (Mirage), Jason Lee (Buddy Pine/Syndrome) John Ratzenberger (Underminer) y Dominique Louis (Bomb Voyage).


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