Los botones que pierde Kirchner en Argentina y la politización de 200 muertes

El show político de una de las tragedias más grandes que conoció Argentina en los últimos tiempos después del atentado a la AMIA llegó a su fin. Y aunque el final estuvo lejos de ser feliz, era lo que todos esperaban, la destitución del jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires.

Coser un botón de una camisa es una tarea sencilla para la mayoría de los mortales. Se trata de poseer el botón, hilo y aguja y acoplar los tres elementos a la camisa, que ansiosa, aguarda una pronta solución a la ausencia de una parte. Pero ¿el botón es parte de la camisa o es nada más que un aditamento a la concepción general que tenemos de la prenda?

La escuela inductista asegura que el botón forma parte del todo que conforma a la camisa y que su pérdida o rotura es equiparable a una rajadura en el género.

La escuela deduccionista dice lo contrario, asegura que el botón es un elemento ajeno en su totalidad a la prenda y que su añadidura responde a la necesidad del hombre de sentirse atrapado y cubierto. Esta escuela también se basa en la supuesta realidad de que mientras el género de la camisa forma un todo desde el momento de su fabricación, el botón es manufacturado con otros materiales, incluso en continentes lejanos por mano de obra oriental. En contraposición, la escuela induccionista defiende los ataques teorizando sobre la realidad del ojal, si los ojales forman parte del todo de la camisa, y ellos dependen del botón, por transitividad los botones forman parte del todo también.

El 7 de marzo de 2006, la legislatura de la ciudad de Buenos Aires dio su fallo en consecuencia del juicio político al jefe de gobierno Aníbal Ibarra. El veredicto fue la destitución, aunque no lo inhabilitó para ejercer cargos públicos en el futuro.

La historia:

En vísperas del año nuevo 2005, Republica de Cromañon, un boliche porteño exclusivamente rockero, se incendió y perdieron la vida 194 personas entre jóvenes y niños.

Paradójicamente, en 1994 el atentado “terrorista” a la Asociación Mutual Israelí Argentina (AMIA) dejó un total de 85 muertes. La desidia y la corrupción cobraron más vidas que la intención de matar, que el fundamentalismo, o los negocios sucios de un jefe de estado.

Aníbal Ibarra, el que fuera  jefe de gobierno de la ciudad durante la fatídica noche del 31 de diciembre, fue suspendido en su cargo, mientas avanzaba  el juicio político en su contra. Después de una intensa campaña que incluyó difamaciones, amenazas, compra y ventas de voluntades, alianzas inesperadas, legisladores recientemente elegidos que cambiaron de partido con la misma facilidad con la que se cambian las camisas, promesas incumplidas, padrinazgos desde las más altas esferas del poder, la cabeza de Ibarra finalmente rodó. Aunque desde el gobierno nacional, se hicieron todos los esfuerzos por salvarle el pellejo (intentona dirigida por el secretario de Gobierno, mano derecha del presidente Nestor Kirchner y cuñado de Ibarra), el desenlace fue el resultado que esperaban los familiares de las víctimas, que ante tanto dolor, no logran ver más allá del mal desempeño que tuvo el jefe de la ciudad.

Aníbal Ibarra, y Omar Chabán (el dueño de Republica de Cromañon) parecen ser los únicos culpables, asesinos y demonios, de semejante tragedia, sin embargo la responsabilidad incluye a muchos más, y cada vez se habla menos de eso.

En el transcurso de estos catorce meses no se conoció un solo nombre de los inspectores que le dieron la habilitación al boliche, que no cumplía ni con la mitad  de los requisitos para funcionar, y tampoco era inspeccionado periódicamente.

Republica de Cromañon tenía capacidad para mil personas, pero esa noche entraron 3.500!!!!!. Las puertas (excepto una, claro) estaba trabadas con cadenas, el techo cubierto con telas. Una trampa que atrapo casi 200 vidas, por la estupidez de uno que prendió una bengala, y la insensatez de miles que necesitan ver una tragedia así, antes de darse cuenta que un trabajo mal hecho, que unos pesos más por izquierda , que la falta de ordenanzas pueden tener semejantes consecuencias.

La corrupción, la desidia y la inoperancia no sorprenden a nadie por estas tierras, y tampoco se termina con la paranoia que siguió a la tragedia.

Aníbal Ibarra, si bien debió enfrentar un juicio político que lo destituyó de su cargo, deberá tal vez enfrentar un juicio penal. Por el momento el único detenido en la causa es el dueño del boliche, Omar Chabán, un empresario histórico del ambiente del rock vernáculo.

Durante el tiempo en que se desarrolló el juicio político, la ciudadanía porteña y el país se dividieron las opiniones en contra y a favor del jefe de gobierno.

Los familiares de las víctimas, políticos de derecha y de izquierda bregaban por la destitución, mientras que políticos oficialistas, radicales y de centroderecha defendían al imputado.

La responsabilidad en lo que respecta a control, a nuestro entender, corresponde al número uno del gobierno y, al presentarse actos de corrupción en los organismos creados a tal efecto, el jefe es el principal responsable. Pero cuidado, no vaya a ocurrir que con la caída del jefe, todos los corruptos responsables de la tragedia salven sus pellejos, de ser así el juicio no sirvió para nada.

Esperamos que esto le haga bien a la democracia. Estamos muy acostumbrados a que los políticos nunca paguen las consecuencias de sus actos y este veredicto quizás siente un precedente en lo que a impunidad se refiere.

Conclusión C.J.S:

Nunca me cayó bien ni mal el señor Ibarra, aunque desde un principio lo consideré incapacitado para gobernar una ciudad de las dimensiones de Buenos Aires. Sus años en el gobierno fueron grises, acaparó demasiado poder, desconfiaba de todos y no logró rodearse de buena gente. Pertenece al grupo de los llamados “políticos progresistas” que alguna vez encabezó Chacho Álvarez hasta su alejamiento de la política luego de su renuncia a la vicepresidencia de la nación en los comienzos del gobierno de De la Rua. Ibarra tomó la posta, pero los sucesivos gobiernos le fueron «chupando» los principales exponentes de su frente hasta dejarlo bastante solo. Incluso necesitó del espaldarazo de Kirchner para lograr la reelección en 2003 y mantenerse en el poder. Ahora Kirchner es silencio, su mano dejó de sujetar lo insujetable y el rumbo del ejecutivo nacional no interfiere con el de la principal ciudad argentina. Cosas de la política. Cosas que no cambian.

Conclusión A.C.G.:

Ver por televisión el juicio político que se le seguía a Ibarra, era como mirar “Titanic”, todos conocíamos el final. La democracia argentina es algo muy difícil de entender, siempre se manejó según los antojos partidarios y mediaticos de los gobernantes de turno.

Que Ibarra tiene su cuota importante de responsabilidad es algo que no se duda, pero que todo este show fue montado para cubrir la inoperancia y la falta de voluntad de un sistema, es algo de lo que estoy convencida. Mientras tanto, ¿alguien sabe el nombre del inspector que habilitó el local? ¿Cuál es la situación procesal de Chaban en este momento? No importa, esta mañana las noticias de los diarios son otras.


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