Los besos se reeditan

El primer gesto conceptual del amor es un beso. Pero en primer lugar la transa que puede resultar tenerlo se puede convertir en una odisea o en un simple suspiro romántico, que resulta en la comprensión labio espacial del acercamiento y el mutuo acuerdo. Por supuesto que hay distintos tipos de besos; unos de roce leve, otros de contacto preciso, otros largos, otros flácidos y otros desnaturalizados.

El sentirse pleno con la pareja resulta de la constancia con la que se besan. Por ejemplo, una pareja que tiene un año, se besa en cualquier parte muchas veces al día.

Los que tiene tres, se besan reconociendo que el mismo sabor es el que marca la pauta. A los siete, ya son besos ejecutivos y de despedidas. A las que superan los quince años todo es asunto de hermandad.

Lo básico y lo contundente está en la acción, el cuerpo varía y las sensaciones a medida que van pasando los años se vuelven más misteriosas y pueden terminar expresándose con el beso.

La elaboración del beso, como un poema o una escultura, depende de la maestría con la que se asume el acto, la posición, el espacio, el regodeo, la cercanía; ya que no es lo mismo darse un beso en el mercado, que en la Plaza Bolívar. En el mercado pueden saber a cilantro o a coliflor. En la plaza puede saber a victoria y si es prolongado los recuerdos históricos se pueden hacer presentes.

El contacto con el se que realiza demuestra la capacidad primitiva o moderna de concretar la acción, que puede verse en tres capítulos diarios: el primer beso, el mañanero, lleno de distancia y olores; el segundo, después del almuerzo ante de irse al trabajo; y el beso en la noche antes de dormir, que puede terminar al día siguiente.

El beso se reedita constantemente, pues está hecho de un material renovable sujeto por las pasiones y la diversidad de los cuerpos.


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