Las 6 balas (1ra bala)

Las 6 BalasDe niño, Curtys fue lo que podríamos llamar, feliz, sin complicaciones. Pero conforme su vida avanzó, la paz y la felicidad de las que gozaba se tornaron en un agobio indescriptible. Todo comenzó a terminar una mañana cualquiera después de haber cumplido los 21 años.

Ese día no tenía nada de novedoso. Como en cualquier otro, desayunó en la mañana y fue a trabajar en el campo de su padre, donde Curtys era apenas uno más. Su padre, por desgracia, no lo veía capacitado para nada más aparte de cargar abono y desde los 15 años ya cargaba como una mula. Para él, sin embargo, el trabajo no era gravoso. Para empezar ya estaba acostumbrado y además sabía que, al final del día, lo hacía por su propia casa.

Lo que a Curtys si le molestaba era ser maltratado por sus compañeros, que lo pisoteaban al ver que su padre lo aborrecía y no le daba trato ninguno. Era odio lo que guardaba el padre hacia su único hijo, y sus compañeros, al notarlo, se aprovechaban de él. Sabían que, en cierto modo, todo lo que hicieran a Curtys, lo regocijaba cruelmente. Por eso Curtys, humillado y claramente odiado, intentaba llevarse lo mejor posible con los demás, aunque no hablara con nadie.

Y en este orden de cosas, esa mañana dos de los trabajadores más jóvenes se levantaron temprano para tenderle una trampa. En el campo seco de abono cavaron un hoyo, lo cubrieron con cañas secas y lo camuflaron con abono para que no se notara. Y a la hora del trabajo llevaron a Curtys al sitio que habían preparado; llevaba 40 kilos de abono en la espalda.

—¿Dónde queréis que lo deje? —preguntó Curtys.

Aguantando la risa los muchachos señalaron una zona a sus espaldas. Justo en la mitad estaba el hoyo.

Curtys cayó de tan mala forma que se partió una pierna cuando el abono se desplomó sobre él, y tras las risas ahí lo dejaron todo el día. Pero lo más doloroso fue cuando su padre lo vio allí medio enterrado en abono, con la pierna rota, y se hizo el loco.

Pensaba en esto cuando por el dolor y el esfuerzo se desmayó.

Al abrir los ojos de nuevo, se sintió diferente. Se levantó y se tocó la pierna. Inexplicablemente ya no estaba rota.

Ya era de noche y apenas podía ver bajo la tenue luz de la luna. Por eso, cuando de repente un sonido lo sorprendió desde atrás, se asustó. Quizás lo bromistas lo habían estado esperando. Pero al darse vuelta, vio que alguien más estaba allí. Era un hombre, pero no podía reconocerlo.

La silueta se acercó le habló.

—Hola jovencito. Llevo tiempo observando tu sufrimiento, y has aguantado mucho más que otras personas. Eres admirable. Tu pena me ha enternecido, así que he venido para darte de mi ayuda.

Curtys, asombrado, ni siquiera le preguntó quien era.

—Sin embargo, la ayuda que te voy a dar depende de cómo la uses. Espero que la utilices de la forma más adecuada. Ten… —y tendiendo la mano le entregó un objeto poco visible, que al palparlo Curtys descubrió inmediatamente era un revolver.

—¡¿Un revolver?! Pero…pero ¿Es que quieres acaso que mate a cada una de las personas que me cae mal? —dijo Curtys alterado y confundido.

La figura le respondió de inmediato.

—El modo en que la uses, lo decidirás tú. Este revolver guarda 6 balas en su interior. Nunca las podrás sacar. De ninguna forma. Y nadie, absolutamente nadie, debe de tocarla, sino, en grandes problemas estarás. Las balas tienen un periodo de vida que tú debes administrar, así que depende de tu uso. En el momento en que gastes la sexta bala, la última de todas… en breve llegará tu día. Así que úsala con cuidado. El final depende de ti. Me volverás a ver en el momento de tu última bala.

Y diciendo esto, la voz de anciano se fue como el aire, aunque muy bien podía seguir ahí. Apenas se veía nada.

Curtys se quedó pensativo. No creía lo que había sucedido. Estiró la mano y en la penumbra apreció el arma a plenitud. Era un Mágnum 44, claramente de 6 balas.

—¡La leche! ¡Tengo el arma de Harry el sucio! —se dijo Curtys a si mismo y partió hacia su casa.

Mientras caminaba pensaba en todo el asunto mirando al cielo. Él no quería matar a nadie por muy mal que le cayeran muchos. Realmente no se había creído ni la mitad de lo que aquel extraño le dijo. Muy posiblemente era solo otra broma pesada de sus compañeros. Pero desde luego raro era el no tener la pierna partida y tener un revolver en las manos…

Confundido, Curtys miró a la luna, apuntó hacia ella con el Mágnum y disparó.

La primera de las 6 balas se dirigió directamente hacia el cielo. Y a medida que se perdía en el espacio, un extraño dolor se apoderó de él tirándolo al suelo. Le costaba trabajo respirar, y al volver un poco en si, se dijo a si mismo:

—Esta arma contiene un oscuro secreto, y yo no quiero saber nada de él. Y sin pensarlo dos veces, se levantó, tomó el revolver y lo tiró en un pozo.

Así emprendió camino nuevamente hacia su casa, para descansar y olvidarse de ese extraño sueño o pesadilla. Pero una vez dormido, alguien clamaba desde un pozo, una voz extraña que le decía:

—¡La sexta bala es tu fin! ¡La sexta bala es tu fin!

Curtys se levantó bañado en sudor. ¡Alguien podía coger el arma y utilizar todas las balas!

Fin de la Primera de las 6 partes


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