La zona muerta: «13 Going on 30» y «The Butterfly Effect»

Si algo sobra en el cine, son los viajes en el tiempo. Sin embargo, rara vez estas películas se explayan más allá de la ciencia ficción barata o el entretenimiento veraniego de masas.

Y nada más parecido a esto que dos películas afortunadamente ya fuera de una inmerecida cartelera: «13 going on 30» (traducida con ineptitud al español como «El sueño de mi vida») y el vehículo del actorucho de televisión norteamericano Ashton Kutcher «The Butterfly Effect». Con la primera de estas dos películas, protagonizada por la físicamente (mas no talentosamente) bien dotada Jennifer Garner, siendo todo un curso en todo lo que un filme no debería ser.

Apostando a la corta memoria del público del sábado por la tarde, Columbia Pictures le fusiló el guión de «Big» a 20th Century Fox, con el único cambio evidente siendo el de Garner tomando el rol de Tom Hanks, elección que juega en contra del filme en más de una forma, aunque en cerrada competencia con la premisa de «The Butterfly Effect», donde el idiótico casting nos presenta a Ashton Kutcher como un genio atormentado, lo cual es tan lejos como ambos filmes llegan en cuanto a credibilidad se refiere.

Los viajes cinematográficos en el tiempo tienen un grupo de elementos comunes que los hace fácilmente clasificables: un presente terrible, un futuro o un pasado peor y una moraleja sobre a) las bondades de cambiar el presente o el pasado para modificar el futuro/pasado/presente (sin ningún orden en particular) y b) la justificación de porque hacer tal cosa, a pesar de que en toda la película se ha venido diciendo que es malo, fue necesario.

Usualmente esta justificación tiene que ver con la muerte de alguien importante como la madre o la novia del protagonista, lo cual juega en la psique del espectador de manera positiva porque después de todo ¿Quién no mataría por salvar a su mamá? Lo que convierte en plausible cualquier barbaridad que se ponga en pantalla haciendo de este tipo de películas algunas de las más superficiales de la historia del cine.

El ser humano debe haber pensado en viajar en el tiempo desde la primera vez que se las vio frente a frente con un dientes de sable y deseó no haber salido de casa ese día. Que por cierto, debe haber sido la misma manera en que empezó a delirar con la existencia de un ser sobrenatural que de alguna manera lo sacara de ese problema, pero eso es otra historia.

Lo cual pone a tal acción en una situación difícilmente justificable ya que los viajes en el tiempo nunca tienen que ver con fines nobles. De alguna manera siempre son o producto de la locura, la casualidad o de salvar la vida de una u otra manera. Y es bien sabido que ninguna de estas circunstancias lleva a nada bueno.

La primera historia que refiere un viaje en el tiempo la encontramos en el testamento de San Juan, AKA el Apocalipsis (historia que por cierto nunca ha sido llevada al cine), donde el profeta sienta algunas de las bases del género. Juan, testigo de un futuro en el que todo ha salido endemoniadamente mal, regresa y sienta las pautas morales sobre como corregir el curso de las cosas. Palabra clave: corregir. Sin embargo, la historia es un absurdo porque de alguna manera nos deja claro que su visión es inmutable.

El futuro estaba escrito y no importaba lo que hiciéramos nada iba a cambiar el destino del planeta y pasarían milenios hasta que los viajeros en el tiempo fueran capaces de hacer algo al respecto, cuando Charles Dickens tomó el clásico cuento de Navidad y lo transformó en una magnifica narrativa sobre como todas nuestras acciones en el presente tienen un efecto en el futuro, y de un zarpazo el futuro inmutable de San Juan se convirtió en manipulable para los humanos escrupulosos o simplemente manipulados como Scrooge.

Mejor ver a la Garner mostrando el muslo que a cualquier otro nombrado en este artículo.

Aunque muy seguramente hubiera habido miles de versiones cinematográficas sobre el pequeño Tim y el terrible jefe de su padre, los viajes en el tiempo y si se quiere toda la ciencia ficción tomó un rumbo diferente hace exactamente 100 años cuando H.G. Wells publicó «The Time Machine» en 1895. Con Wells el futuro aun era manipulable, pero iba más allá del destino de una familia o una amante. La humanidad entera sufría las consecuencias de nuestra actualidad y más realisticamente que sus predecesores, cualquier cambio no estaba en manos de un par de oraciones o la buena voluntad de pocos. Consenso para cambiar el futuro era imposible y por lo tanto aunque manipulable era prácticamente garantizado.

Lo cual imagino es la razón por la que los estudios de cine en vez de complicarse la vida con motivos, se enfocan en el entorno de un solo mortal para escribir películas sobre viajeros en el tiempo, dejando el futuro de la humanidad usualmente en manos de los altibajos hormonales de un adolescente.

En «Back to the Future» de Steven Spielberg, por ejemplo, la familia de Marty McFly (gracias a sus desventuras temporales) pasa de clase trabajadora común, expuesta como un estadio de absoluta bajeza y explotación (malo), a ser unos «yupies» detestables e igual de despreciables que sus antiguos jefes (bueno). La explotación y el sometimiento social del que McFly sufría a manos de su jefe es bueno siempre y cuando ejecute en contra de las personas correctas. Explotar a Biff es bueno, explotar a McFly malo, cuando en realidad si lo que se intenta es dar un mensaje el asunto debería ser todo lo contrario. La explotación en cualquier forma o dirección es una práctica aborrecible.

McFly es un escalador social cuya única preocupación es tener un auto en el que amelcocharse a su novia. Motivo suficiente para cambiar la historia de un pueblo entero. Y en «13 Going on 30» las cosas se ponen peores. Especialmente cuando esta es una película dirigida a niñas adolescentes.

De entrada, el título de esta película no tiene mucho sentido. Los 30 años son para las mujeres algo así como el borde del abismo. A los treinta las mujeres empiezan a sentirse viejas a preocuparse de las arrugas y a preguntarse donde demonios está el príncipe azul que les prometieron de niñas. No precisamente la edad que ninguna mujer quiere tener a menos que tenga de 31 en adelante y ni siquiera.

Pero comiéndonos el cuento de que alguna niña quiere tener 30 anos en vez de 24, lo peligroso del «13 going on 30» es que el único mensaje que parece dar es que en la sociedad moderna occidental, como mujer, así viajes en el tiempo, estás jodida.

Garner desea tener 30 años porque su infancia es insoportable, sólo para descubrir que la vida sólo se vuelve más dura con cada año que pasa. Pero estoy yendo demasiado lejos en comparación con lo que la película deja en claro: la vida es tan dura, que lo mejor es no hacer nada, evitar madurar y atenerse al ideal victoriano de la felicidad femenina: conseguirse un hombre.

Garner a los treinta es una mujer exitosa, que como toda otra mujer en su posición ha tenido que luchar a garra y espada por llegar allí y que como el resto del planeta tiene un ejército de personas que quieren estar en su posición. Como toda mujer soltera y madura, tiene sexo frecuentemente y se ha separado por completo de la gente con que estudio en primaria. Garner tiene dinero y vive en Nueva York como una princesa.

Además y sobre todo, a los 30 Garner se ve como una mujer de 24. Sin embargo, cuando la misma debería estar dando gracias a Dios por lo que tiene, resulta que, sorpresa: ¡todo esto está mal! Tiene que volver al pasado para corregir su futuro idóneo, casarse con su amor del colegio, quedarse en su pueblo natal de por vida ensamblándole carros a Ford y haciendo muchachitos para los Navy Seals.

No sé porque, pero en alguna parte de esta película simplemente supuse que los créditos incluirían algo como «Producida por el Departamento de Estado de los Estados Unidos».

En este aspecto, sin embargo, admito que «The Butterfly Effect» tiene más…ehhh…coherencia. El meollo de la película es que Ashton Kutcher sigue viajando en el tiempo porque cada vez que lo hace sucede algo terrible le sucede a alguien por la que el siente algún aprecio.

Las consecuencias mueven el filme hacia una sucesión de escenarios cada uno peor que el anterior, poniendo a sus protagonistas en la difícil posición de tomar sobre diferentes roles demostrando constantemente el poco talento que poseen. Hasta que por fin llegan a uno donde Ashton se siente satisfecho con su obra y todo el mundo parece estar feliz con sus vidas. Pero no se hagan ilusiones, «Butterfly» es una de las peores películas en la historia del cine, sazonado con un guión más melodramático que el de Benji, pero sin el talento y personalidad del famoso perro protagonista.

Hace unos veinte años, David Cronenberg puso en pantalla una película de escasa distribución que poco a poco se ha convertido en un clásico del cine, «La Zona Muerta» (The Dead Zone). Basada en un libro de Stephen King, Christopher Walken hace el papel de un maestro de escuela que tras cinco años en coma, despierta y se da cuenta que ha adquirido el poder de ver el futuro.

Walken no puede viajar en el tiempo, pero inmediatamente se da cuenta de que al tomar acción sobre el presente inevitablemente cambia el futuro. Y tras varios episodios traumáticos decide retirarse a una vida solitaria donde no sea expuesto a la responsabilidad de manipular la historia del mundo.

Pero todo eso cambia cuando conoce a un candidato a la presidencia de los Estados Unidos y ve que su futuro es algo así como la presidencia de George Bush, viéndose obligado a tomar acción a riesgo de su propia vida para salvar al planeta de un maniático.

Recordando a Cronenberg tras ver «13» y «Butterfly», los guiones de ambas películas súbitamente parecieron ser tesis de grado de alguna escuela para niños excepcionales.

Osea, ¿pudo Kutcher habernos evitado el trago amargo del 11 de septiembre del 2001? ¿La guerra en Irak? Qué importa, su mamá se estaba muriendo de cáncer y su novia era una prostituta y ¡prioridades son prioridades!

 

Por su parte, «13 going on 30» no se queda atrás en mensajes absurdos, pero al menos las escenas donde la Garner se agarra las tetas sorprendida de su súbita transformación sobrepasan el valor de ver a Ashton Kutcher preso a punto de darle sexo oral a unos neo-nazis.

Isaac Asimov en un ocasión afirmó que la prueba más certera de que nunca se podrá viajar en el tiempo está en el hecho que todavía no hemos recibido al primer visitante, y si estos van a ser como Kutcher o la susodicha, esperemos que haya estado en lo cierto.

Créditos:

¿De verdad le importan a alguien?


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