Luego de los sucesos del 11 de abril del 2002, el aumento de las actividades religiosas en Venezuela no ha pasado desapercibido. Específicamente en El Cafetal, se ha realizado todo tipo de ceremonia cristiana y se ha sacado a pasear a cuanta imagen existe en las múltiples iglesias de la zona.
No hace más de un par de meses, mi mamá se encontró a un familiar, que armado de algodones y potecitos de compota, seguía la procesión de la Virgen de la Rosa Mística, con la esperanza de recoger la famosa escarcha que desprende y humedecer las motas en el aceite que le brotaba por los ojos, para luego ungir la Virgencita de su casa. ¿Quién dijo idolatría?
Como si esto no fuera suficiente para cubrir la cuota mensual de Fe, La Virgen ha hecho aparición recientemente en esta bendita parroquia capitalina. La historia que me contaron los testigos es más o menos la siguiente:
Domingo, Día de las Madres. En el edificio Don César de la urbanización San Luis, los vecinos celebran una pequeña fiesta, con los fondos que nunca usaron para celebrar la Navidad. En medio de la reunión -y cual bodas de Canaán- el pan se acaba. Un vecino va a la panadería, cruza la calle y regresa cargado con una bolsa de pan sobado. Los hambrientos niños, a falta de cuchillo, cortan el pan con sus manitos y siguen jugando aprovechando la taima para gritar como se debe.
Casi al final de la velada, en la mesa sólo sobrevive un pan intacto; y cuál es la sorpresa, cuando el vecino que hizo la misión comando dice -¡¡Miren a La Virgen!!!- Todos asombrados y un tanto babiecas, se acercan lentamente hacia la divina aparición, para descubrir que el quemadito del pan, no es sino la Virgen María, de cuerpo entero, envestida con hábito, rosario y corona.
De inmediato la comunidad se organiza. Se improvisa un «altar» en el salón de fiestas, con velas, estampitas, rosarios y ramos de flores (incluido uno enviado por la panadería, con tarjetita y demás).
En pocos días, la noticia se difunde. La TV es la primera en cubrir la noticia para el horario estelar. PoliBaruta tiene que colocar conos para controlar la afluencia de feligreses. Y la Conserje logra que rodeen el «altar» con bandas de seguridad, cual Museo del Prado, para evitar que los creyentes se acerquen demasiado al pan sobado. Cosa que no le gusta mucho a las beatas que hacen turnos para rezar el rosario, en medio de las lágrimas, las exclamaciones de éxtasis y este par de periodistas encubiertas.
Aunque devotas de la Virgen, preferimos no herir sensibilidades y nos retiramos para reírnos en la privacidad del carro. Pero algunas preguntas no han sido respondidas aún y varias ideas se retuercen obsesivamente a nuestras cabezas…
¿Serán ciertas las especulaciones que encuentran relación entre este «milagro» y la escasez de pan por el control cambiario?
¿Será posible que el vecino comprara la Sagrada Familia, con mula y buey incluidos, pero se los hayan comido sin darse cuenta?
¿Ya que la Virgen apareció en Venezuela, por qué no se manifestó en un alimento autóctono como una arepa o una hallaquita de chicharrón con pelos?
¿Qué pasará cuando el pan se ponga duro? ¿Lo botarán? ¿Harán milanesas benditas o le harán una casita en la entrada del edificio? -como escuché decir a un inquilino.
Si pidieran certificación del «milagro» a El Vaticano, que condiciones pondría este (a la Madre María de San José, le pidieron un trocito de dedo) en este caso correspondería la puntita del pan?
Lo cierto del caso, es que la dueña de la panadería ya se presentó a reclamar la Patria Potestad del pan -argumentando que todo se originó en su local- y que los vecinos indignadísimos no dudaron en mandarla al mismo infierno.
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