Cada país tiene su particularidad y Venezuela, claro está, no es la excepción. Pero hay algo en lo que se destaca visiblemente, algo en lo que rompe con toda lógica posible, algo con lo que tira por tierra años y años de investigación social y pretensiones de evolución humana. Aquí todas las teorías que avalan la educación como medio para el desarrollo del hombre se ven totalmente refutadas. Me refiero a la relación desmedidamente inversa y desproporcional entre tres factores: primero, la clase social; en segundo lugar, la cultura y, por último, la capacidad analítica, espíritu crítico o simplemente criterio.
La lógica histórica y social admite que la clase social a la que un individuo pertenece se ve reflejada –obviamente– en la calidad de educación y cultura, y esta a su vez deriva en una mayor capacidad crítica que la de otras clases sociales “menos afortunadas”. Pero en Venezuela no, aquí la relación se invierte.
Como es bien sabido, el pasado 15 de agosto se realizó un referéndum revocatorio para el cargo de presidente. Pues bien, la situación es la siguiente: la mayoría de los seguidores de la oposición al gobierno –no todos–pertenece a la clase media o media-alta; mientras que la mayoría de los oficialistas –no todos tampoco– se identifica por contener a las clases más humildes. No voy a entrar aquí en el análisis del por qué de esto, aunque puedo agregar que “los pobres de Venezuela”, casi el 80% de su población, simplemente sienten que, por primera vez en la historia, alguien piensa en ellos… pero, como ya dije, ese es otro tema.
La manipulación que “cometen” los medios de comunicación –solventados por capitales nacionales e internacionales con intenciones no muy apostólicas– en Venezuela es enorme, es descarada, yo diría que hasta fuera de los más elementales códigos de ética. Sin embargo, existe gente de clase media, media-alta y alta; gente que posee el beneficio económico de tener acceso a una buena educación general y a una educación superior; gente de la que se esperaría alguna capacidad de análisis o un mínimo de criterio y que, por lo tanto, desbarataría todas las pretensiones de manipulación. Pues no, la militancia de la oposición, gente privilegiada en Latinoamérica, son la carne de cañón de los medios de comunicación, un instrumento de poder montado en los últimos años en Venezuela.
Sin embargo, no todo está perdido, la gente más humilde, sin cultura, sin comida, “sin derechos”, etc. es la que no se deja manipular…
Ahora, en relación a esto y volviendo al tema del revocatorio, algo que llama poderosamente la atención es la reacción de los miles de opositores al gobierno, dirigida claramente por los medios de comunicación, ante el triunfo del Presidente Chávez: Auditorías previas a las máquinas de votación, aceptación del resultado de estas últimas por la dirigencia de la Coordinadora Democrática (catalogado como “proceso blindado” por uno de sus dirigentes), cifras preliminares del CNE, verificación paralela y legitimación de la OEA y el Centro Carter de las cifras anunciadas por el CNE, muestra aleatoria para auditoría posterior al proceso de referéndum, conteo manual, máquinas a disposición de ser auditadas, etc.; nada puede abrir los ojos y la mente de este sector. Ellos no aceptan la derrota, ellos estaban seguros de que ganaban, así se los dijo la televisión y los demás medios y así lo creyeron… el lunes 16, todos gritaban como afectados por el mismo virus mediático: ¡TRAMPA!, ¡FRAUDE!
Los días han pasado, no hay evidencias de delito electoral, por el contrario, cada vez es mayor la certeza de un proceso limpio y transparente; pero a pesar de ello, se sigue escuchando en casi todo el este de Caracas: ¡TRAMPA!, ¡FRAUDE!, ¡LIBERTAD! ¡ANTICUBANIZACIÓN!, ¡DIGNIDAD! entre otros “top 10” del momento.
De acuerdo, en este país sí hubo fraude, pero no la ficticia trampa electoral que quieren imputarle al gobierno, sino el delito de la manipulación mediática, el delito que cometen los educados al no tener criterio, el delito de los dirigentes políticos de la oposición que guían irresponsablemente a esta masa de gente ciega hacia una confrontación traumática con la realidad.
Por eso no pueden aceptar la verdad de esta Venezuela.
Olvidaron que los pobres existen en este país, o tal vez quieren olvidarlo, quizás no quieren aceptar que la gente “de los cerros”, como así los llaman, sin cultura (porque como dijo una de estas señoras: “ellos no tienen derecho de ir a la universidad, porque una persona mal alimentada no sirve para estudiar, porque su cerebro no tuvo ni tiene la comida necesaria para poder hacerlo” y, por lo tanto, como dijo otra: “si no tienen cultura, no tienen derecho a votar porque no saben lo que hacen”), bueno, esta gente pobre, la gente sin cultura, como decía anteriormente, es la que no permite que los medios de comunicación la manipule, es la que ha demostrado tener más criterio, es la que ve las cosas más claras.
Y esta es la gran paradoja venezolana, que es ese el pueblo que sostiene el destino de una nación soberana. Mientras que los bien alimentados, educados, los que aún se creen dueños del país, los que por su educación tienen la obligación (sí, y lo recalco, la obligación) de pensar con criterio y no dejarse manipular, son las marionetas de este gran circo que es hoy la oposición política de Venezuela.
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