Hollywood es el lobo: ¿lobo estás?

Busco sobre «The Grey» y me entero que costó 25 millones de dólares e involuntariamente me pongo a pensar que en esta película, el peor de los lobos, es Hollywood. Las bestias grises y enormes que persiguen a este grupo de hombres que han quedado a la buena de Dios en Alaska, luego de un accidente aéreo, son animalitos peludos e inquietos comparados a esta inmensa fábrica de «entretenimiento». Bien por su manera de crear películas insulsas en serie cuyo objetivo no es otro que distraer a un espectador que no quiere pensar, mantenerlo dormido, pendejo y sumiso; bien por su facilidad de meter en un carril de hierro a creadores, guionistas y directores para que se amolden a la creación de proyectos inocuos, repetidos y cursis, Hollywood se ha hecho un enemigo de la idea del cine como expresión artística, como herramienta de pensamiento. Hollywood es un lobo hambriento de dinero y tiene los colmillos bien afilados.

Hablar de «The Grey» es hablar de la no «The Grey»; es decir, para hablar de esta película hay que decir lo que no fue. Así de triste. «The Grey» hubiera podido ser tremenda película. El potencial se le nota a leguas en varios momentos gloriosos. Sin duda, hubiera podido ser un filme enfocado en el enfrentamiento del hombre con la naturaleza, consigo mismo, con la soledad, con sus tormentos, con su fragilidad, con Dios. Hubiera podido ser una versión mejorada de «Cast Away». O hubiera podido ser un medio para poner en tela de juicio toda la estratagema social que el hombre ha levantando a su alrededor, muy a las maneras de esa adaptación llamada «El señor de las moscas» o de la muy Thoreauniana «Into the Wild». En el peor de los casos, hubiera podido explotar toda la dinámica que gira en torno al hombre y sus sentimientos frente al peligro, la supervivencia y su relación con los otros en la adversidad, al mejor estilo de un docudrama como «Viven». Hubiera podido ser muchas cosas, con mucho menos dinero. Porque el «hubiera» del que hablo aquí tiene que ver con significación.

Pero no. Había que hacer el flick, la obra fácil pero complicada, la película indolora e inodora de acción en masa. Había que echar mano de la acción por la acción, de lo inmediato, de lo efectista, de lo rápido. ¿Acaso no se puede vender una película sin hacer uso de la acción? ¿Qué clase de espectador está creando Hollywood? ¿Qué clase de cine están promoviendo los espectadores? Al parecer uno en el que se desecha la idea de poner a un hombre frente a la naturaleza en condiciones extremas para indagar sobre su humanidad para colocarlo como la víctima unidimensional que huye de una manada de lobos sanguinarios (bien pudieran haber sido los zombis de Romero o los pájaros de Hitchcok, con la diferencia que en estas películas el perseguidor sí es una excusa para indagar en el hombre) al mejor estilo macho men de «The Expendables».

Quizás todo se trate de que me senté a ver esta película con muchas expectativas. Y empeora todo el hecho de que haya ciertas ideas y tratamientos de calidad que fueron luego pisoteados por la visión comercial de blockbuster. Es lo que por lo general pasa cuando el cine lo hacen empresarios en vez de cineastas. Quizás sea yo. Lo cierto es que «The Grey» hubiera podido ser una buena película. Eso es lo que me jode.


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