Te amo con tus silencios de miedo de duda
de costumbre
con la infancia que te salpicó los brazos
con tus caricias de manos atadas con el canto anunciador de tu apocalipsis diaria
Quiero llevarte al río de las guayabas
a esquivar gusanos urticantes;
a hundir la cabeza en las aguas oscuras
entre el túnel de roca
y luego secarnos al sol con un poema
que nos resbale en gotas
que regresen juntas a la corriente
Quiero llevarte a los hoyos de mi infancia
a comer uvas de playa
mientras hacemos carreras de cangrejos
Quiero perder mi traje de baño
entre las olas revueltas del atardecer
y luego correr tiritando de frío
a cobijarnos llenos de sal
en las hamacas de mi casa vieja
Quiero nadar en el tanque
lleno de renacuajos
y quitarnos el miedo
sostenidos sólo de los dedos
Quiero que en el pueblo sepan
que la hija del doctor está enamorisqueá
—y aún tiene las rodillas raspadas—
a comer sancocho en plato de peltre con ron
Quiero pescar anguilas o resfriados
en el puente oxidado que cruza el río,
regresar descalzos a casa y
llenarnos del polvo de las hojas y los burros;
esperar sedientos el chaparrón de abril
que nos devuelva el roce de los dedos
con el camino de tierra
Quiero atraparte en el foso de mi castillo
y mientras la marea te desata la arena
pescaré erizos entre las piedras
Quiero que enterremos el tesoro de vidrios azules
y esconderlo de los piratas crédulos
que como las niñas, saben que son diamantes.
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