¿Es Coca-Cola responsable por los asesinatos paramilitares en Colombia?

Son peligrosos y están armados, con panfletos y folletos llenos de consignas anti-militares. «Cerremos la Escuela de Asesinos», grita uno de los presentes mientras reparte volantes que semejan portadas de los libros de Gabriel García Márquez. En el encabezado se lee: «Colombian Coke Float» y muestra una ilustración de tres sindicalistas colombianos flotando en un vaso gigante de Coca Cola. En negritas: «!Impensable! ¡Imbebible!

Son las siete en punto de la noche en la iglesia de St. Mary en la Calle 125 del West Side de Nueva York y el lugar parece una base militar. Esta vieja catedral alberga un grupo de miembros de la fundación School of the Americas Watch (Observadores de la Escuela de las Américas), un grupo estadounidense solidario con América Latina cuyo objetivo es el cierre de la misma. Críticos de la «Escuela de las Américas» le ha puesto el apodo de «Escuela de Asesinos.»

Juan Carlos Galvis se acerca al podio lentamente pero con decisión. Carga el peso del mundo sobre sus hombros, porque sabe muy bien que pudo haber sido una de las víctimas de Coca Cola. Hoy Galvis es el vice-presidente de SINALTRAINAL, el sindicato de la planta de Coca Cola en Colombia y uno de los sortarios sobrevivientes de un intento de asesinato. Todavía lleva en su rostro el susto de haber visto la muerte tan de cerca -una expresión peculiar de ausencia que nació de haber visto de cerca dentro del cañón de una pistola-. Ahora siempre usa un chaleco antibalas y viaja en carros blindados con vidrios antibalas.

Galvis nos cuenta con lucidez como, tras ser llevado hasta su casa por sus guardaespaldas, dos sicarios se acercaron a su carro en motocicletas. Estaba a unos 50 metros de la esquina de la Calle 47 y Avenida 19, en frente del Colegio Santo Tomás, en las afueras de Barrancabermeja. «Me apuntaron con sus armas», cuenta Galvis, viendo desde el podio hacia los bancos de caoba llenos de gente. «Ese día los guardaespaldas me salvaron la vida, porque sacaron sus pistolas y abrieron fuego haciendo que los asesinos huyeran en sus motocicletas.»

Este foro está patrocinado por estudiantes, pacifistas y miembros de la Iglesia, así como por proletarios de izquierda, incluyendo al padre Roy Bourgeois, el fundador de SOA Watch.

El sindicalista colombiano mantiene a la pequeña multitud al vilo de sus asientos con la historia del atentado del pasado agosto 22, llevado a cabo -según él- por los paramilitares.

Enjoy: No bebas Coca-Cola

«Temo por mi vida hoy en día» -dice con voz quebrada-, «En Colombia esto es el pan nuestro de cada día. Hasta el momento, los paramilitares han asesinado a nueve empleados de Coca Cola durante los últimos 12 años. Cuarenta personas han sido desplazadas, seis trabajadores han sido secuestrados y mas de 65 han recibido amenazas de muerte.»

El 9 de septiembre del 2003 -el Día Nacional de los Derechos Humanos en Colombia- Coca-Cola cerró 10 de sus fábricas. «Y como los trabajadores no se fueron por su propia voluntad» -afirma Galvis- «fueron despedidos.»

Las cifras quitan el aliento: 400 trabajadores han sido despedidos de acuerdo a Galvis. «Y creo que hacen esto sólo para tener más ganancias,» añade. «Con esto es más que claro que quieren eliminar el sindicato.»

Nuevos trabajadores, contratados a sueldo mínimo—unos $130 al mes—reemplazaron a los trabajadores experimentados que abandonaron la planta. Sus sueldos oscilaban entre $380 y $400 al mes.

«Estamos pidiéndole a gente de todo el mundo que abandone sus intereses en Coca-Cola» -dice Galvis parcamente- «Tenemos que detener la violencia. Hasta ahora los países que apoyan la campaña «Unthinkable, Undrinkable» en contra de Coca-Cola incluyen al Reino Unido, los Estados Unidos, Alemania, Italia y Australia.»

Grupos defensores de los Derechos Humanos dan fe de la historia de Galvis. Eric Olson, el director para las Américas de Amnistía Internacional en Washington, dice que más de 180 sindicalistas fueron asesinados en Colombia durante el año pasado. Un gran número de estos ataques, llevados a cabo por los paramilitares.

«Ellos hacen el trabajo sucio del ejército colombiano» -afirma Olson- «El Gobierno, muchas veces ha acusado a los sindicatos de apoyar a la guerrilla, y por eso es que los paramilitares atacan a los sindicalistas. Piensan que los sindicalistas están conectados con las organizaciones guerrilleras.»

Lo cual es, en parte, la razón por la cual algunos líderes sindicales colombianos, incluyendo a Sinaltrainal, junto al Fondo Internacional sobre Derechos Laborales (International Labor Rights Fund (ILRF)) y el sindicato de los trabajadores del hierro de los Estados Unidos (United Steelworkers of America), han demandado a Coca-Cola, y a sus embotelladoras Panamco (la más grande Latinoamérica) y a «Bebidas y Alimentos». En la demanda afirman que las embotelladoras de Coca-Cola contrataron a las fuerzas paramilitares para asesinar, torturar, detener ilegalmente o silenciar a líderes sindicales.

La demanda también alega que los paramilitares colombianos fueron entrenados en el Instituto De Cooperación Para La Seguridad Hemisférica del Ejército de los EE.UU., que hasta hace tres años era conocida como la «Escuela de las Américas», donde los alumnos eran exhortados a torturar y asesinar a aquellos que se encargan «de la organización y reclutamiento sindical.»

Galvis está consciente de la conexión entre la violencia y la «Escuela de las Américas». «Es un hecho que detrás de cada acto de violencia se esconde un graduado de la escuela» -dice Galvis mientras expira y hace gestos con sus manos en el aire-. «Hay muchas violaciones conocidas a los derechos civiles, pero los paramilitares son los responsables por la actual guerra sucia en Colombia.»

En marzo del 2003 -comenta Galvis- un juez de distrito del estado de La Florida sacó a Coca-Cola de la demanda, pero el proceso en contra de las embotelladoras Panamco y Bebidas y Alimentos continúa. Esta decisión, por cierto, está siendo apelada por los sindicatos. Los oficiales de Coca-Cola, por su lado, difieren de las afirmaciones del líder sindical.

«Obviamente, Colombia es un lugar peligroso debido a la guerra civil que tienen allá abajo» -dice Lori Billingsley, uun vocero de Coca-Cola en sus oficinas de Atlanta-, «Uno de los alegatos es que Coca-Cola está envuelta en prácticas de destrucción de sindicatos—y eso no es verdad. Además, nosotros definitivamente, no apoyamos a los paramilitares.»

Campaña contra prácticas de Coca-Cola en Latino América.Activistas de la SOA Watch están participando en movimientos de apoyo a los líderes sindicales en Colombia. Patrick Stanley, un estudiante de la universidad de Fordham en Nueva York -que acaba de pasar 6 meses en la cárcel- recuerda haber sido esposado y arrestado por la policía, para más tarde ser libertado como un «prisionero de conciencia».

En el foro en la iglesia de St. Mary, Stanley también habla de la violencia en Colombia. «En Colombia conocí gente cuyos familiares han sido asesinados y desaparecidos» -dice él refiriéndose a los métodos de los paramilitares» -y en nuestro país debemos seguir luchando en contra de la escuela de asesinos. Tenemos que cerrarla. Y cuando la cerremos, tenemos que cerrar todas las que se le parezcan, porque quién sabe cuantas escuelas como esa existen.»

Diez minutos más tarde, una de las cabezas grises en el público toma la palabra.  Bill McNulty, un hombre alto nativo de Long Island, que es tanto pacifista como veterano de guerra: «Es muy decepcionante cuando uno se encuentra con gente a la que uno está tratando de impresionar, y se les dice, tú sabes, la escuela de las Américas, y ellos responden «Oh, esa es la escuela en Riverhead, ¿no?»»

No.

La Escuela de las Américas fue construida en Panamá por el ejército de los Estados Unidos como un centro de entrenamiento en 1946, aparentemente para aumentar la inestabilidad política en Centro y Suramérica. Las instalaciones, que fueron mudadas a Fort Benning, Georgia, en 1984, han entrenado miles de soldados y ofíciales latinoamericanos. Sus críticos afirman que esta es una de las organizaciones internacionales más poderosas del planeta. Ex-estudiantes incluyen al ex-presidente panameño  Manuel Noriega y el infame jefe del escuadrón de la muerte salvadoreño Roberto D»Aubuisson. Las Fuerzas especiales de los Estados Unidos han entrenado en ella a personal militar de Venezuela, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Argentina, México, Panamá, Bolivia, Perú- e inclusive de Irak.

El último en subirse al podio es un sacerdote de la orden de Maryknoll -y uno de los hombres más temidos en círculos militares-. Su subida es acompanada inmediatamente por el aplauso del público. El padre Bourgeois, el cabecilla de la SOA Watch, se ve agotado por su participación en la reciente ronda de protestas. Desde 1990, esta organización ha coordinado protestas anuales en las afueras de la sede de la Escuela de las Américas.

«Muchos de nuestros jóvenes están siendo enviados a Irak. Y nosotros empezamos a preguntarnos cosas básicas como ¿Por qué nosotros estamos allí? Coca-Cola, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, van a esos lugares a enriquecerse con la mano de obra barata y a explotar sus recursos». Hace una pausa y mira a Juan Carlos Galvis. «Porque Coca-Cola no puede hacer dinero sin esos soldados. Por eso tenemos que cerrar la escuela.»

Cada noviembre, Bourgeois protesta contra la masacre de seis curas jesuitas en El Salvador en 1989, junto a su señora de servicio y su hija. De las 26 personas acusadas de los asesinatos, 19 habían entrenado en la Escuela de las Américas. Los organizadores afirman que más de 10,000 personas atendieron a las protestas el año pasado, con la mitad de ellos arriesgándose a ser arrestados por entrar a la fuerza. «Este año la asistencia será mayor» -añade.

Bourgeois estuvo en prisión por más de cuatro años en una cárcel federal por romper en las instalaciones de la EDA. él, junto a otros, se colaron en la base «vestidos con uniformes de oficiales de alto rango,» cargando una radio casetera que tocaba el último sermón de Oscar Romero, el arzobispo salvadoreño asesinado en 1980. Bourgeois describe su arresto como «un momento sagrado» porque «estos soldados estaban escuchando la voz de Romero otra vez.»

Kenneth LaPlante es el personero de El Pentágono por el Instituto De Cooperación Para La Seguridad Hemisférica del Ejército de los EE.UU. Y esta es su opinión sobre la debacle de Coca-Cola.

«Los conglomerados están tratando de obtener la mayor ganancia posible», dice él, y explica que la situación económica en Colombia es compleja. «Los sindicatos quieren sueldos justos para sus trabajadores» -pero- «esta lucha es más pronunciada porque Colombia tiene una clase media más pequeña que los Estados Unidos, por lo que las cosas se vuelven realmente difíciles.» Y con la introducción de la cocaína en la economía durante los últimos 50 años «las cosas se han vuelto realmente malas.»

«La cocaína fue introducida, y ahora tienes un existe un poderoso trafico en ese país. [Por otro lado] tienes al ELN y las FARC secuestrando a gente rica a cambio de recompensas. Tienes grupos indígenas, y además tienes a los paramilitares que trata de hacerse con ambos.»

-¿Y qué de las fuerzas paramilitares?

-«Los paramilitares son un grupo de antisociales. No son el Gobierno. Ellos cometieron los asesinatos en la planta de Coca-Cola. Es una situación difícil porque la gente pobre queda atrapada en el medio. Pero no creo que Coca-Cola apoye esa violencia.»

-¿Ha escuchado acerca del atentado contra la vida de Juan Carlos Galvis?

-«Sólo sé lo que leí en los periódicos. Si me das los nombres de los autores entonces puedo ahondar en el asunto.»

-¿La Escuela de las Américas ha entrenado militares en Colombia?

-«Nosotros hemos entrenado a personal militar colombiano—fuerzas de seguridad y la policía nacional colombiana. Fueron clases de liderazgo profesional. Fue parte del programa de educación militar considerada en la política exterior de los Estados Unidos.

-«¿Eso es todo?— ¿nada de paramilitares?»

-De acuerdo a Juan Carlos Galvis, ningún miembro del Instituto De Cooperación Para La Seguridad Hemisférica puede aducir ignorancia del lado oscuro de la organización. En las últimas dos décadas, periódicos, investigadores, congresistas y hasta miembros de El Pentágono han declarado en contra de la escuela.

«Alguna de la gente que ha ido a la escuela no era del tipo que tú quisieras invitar en Navidad», explica Gina DiNicolo, una especialista en asuntos públicos para el ejército de los Estados Unidos basada en Virginia. «Pero la nueva escuela enseña principios sólidos de derechos húmanos; no es sólo una escuela sobre dispara primero y pregunta después sacada de las películas. El WHINSEC (las siglas de la escuela en inglés) es una escuela mucho más amplia, que aunque está aún en manos del ejército, se enfoca en el mantenimiento de la democracia así como en la instrucción sobre derechos humanos.»

Y tras los ataques contra el World Trade Center, el WHINSEC asumió un rol mucho más grande en la lucha contra el terrorismo.

«El 11 de septiembre subrayó la importancia de mantener buenas relaciones diplomáticas alrededor del mundo, y por eso hemos incluido el curso de anti-terrorismo,» explica DiNicolo. «Porque conocer a tus vecinos en la comunidad internacional es una buena política exterior.»

DiNicolo hace hincapié en que muchos en la escuela están aprendiendo cómo defender sus fronteras. «Si tú no tienes gobiernos estables» -argumenta ella- «entonces vas a ser más susceptible a golpes de estado porque tus fronteras están desprotegidas.»

Escuhar a DiNicolo es demasiado. La escuela enseña cursos en derechos humanos que requieren que los soldados aprendan los más minúsculos detalles de la organización de infraestructuras gubernamentales. «Muchos de nuestros graduados se vuelven líderes en sus países. Algunos de ellos serán protagonistas en sus países en los años por venir.»

El padre Roy Bourgeois está de acuerdo. Estuvo en Irak el pasado mes de diciembre, y entiende que uno «no puede controlar los recursos )de un país) sin potencia de fuego -sin estos hombres pistola en mano. (El WHINSEC ha) entrenado a más de 60.000 graduados de Latinoamérica que han proporcionado el músculo para la puesta en práctica de la política exterior de los Estados Unidos. La escuela inclusive tiene un manual de tortura que usan en sus entrenamientos (…) lo cual los ha metido en problemas hasta con El Pentágono.»

La noche en St. Mary se acaba a eso de las 10 PM, y la muchedumbre rodea a Juan Carlos Galvis. Su rostro refleja que en la parte de atrás de su cabeza, siempre está el terror a que le disparen por la espalda en cualquier momento.

«Mi esposa fue amenazada por teléfono» -dice al pequeño grupo de partidarios- «le dijeron «Yo sé a qué escuela van tus hijos. «Su voz se rompe otra vez. «Estoy asustado. Temo por mi familia. Pero no puedo rendirme en esta batalla. Tenemos que continuar. Yo sé que podemos ganar.»

Lucas Rivera es un periodista y novelista norteamericano, cuyo trabajo ha sido publicado en Vibe, The Village Voice, el New York Daily News y The New York Press, donde este artículo fue publicado originalmente. The Lucky Street Chronicles es su primera novela, y en ella Rivera captura la esencia del Spanish Harlem neoyorquino en el momento en que el crack fue introducido por primera vez en las comunidades de color.

Para solidarizarte con el SINALTRAINAL no consumas productos de esta empresa que son muchísimos y cuya lista completa está aquí.


Descubre más desde El Nuevo Cojo Ilustrado

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Deja un comentario