Error en la jugada: conveniencia da al trasto con el fundador del béisbol

En la fachada de un edificio en el cruce entre la avenida Lexington y la calle 34 de la ciudad de Manhattan hay una placa de bronce donde se lee: «En este lugar en junio de 1845, Alexander Cartwright organizó el primer juego de béisbol jugado en América bajo casi las mismas reglas aplicadas hoy en día.» Han pasado casi 170 años desde entonces, y aunque es cierto que las reglas del béisbol no han cambiado mucho, entre Lexington y la 3ra avenida es poco lo que se puede jugar hoy en día.

Un par de cuadras hacia el Este, se eleva el Empire State, único símbolo arquitectónico de esta zona de Manhattan donde es imposible saber si las docenas de rascacielos impersonales que le rodean son viviendas u oficinas. Y entre todos estos edificios —y a pesar de la placa— está enterrada la memoria del padre del deporte nacional de los Estados Unidos.

La historia oficial del juego cuenta que todo comenzó una mañana calurosa de 1839, cuando un grupo de estudiantes de Cooperstown, Nueva York, se reunieron en un campo baldío a petición de un amigo que había escrito las reglas de un nuevo juego similar al rounders y el criquet. Y allí, sobre un pedazo de papel, el joven Abner Doubleday les explicó la distribución de un terreno que llamaba «el diamante», cuyos vértices albergaban tres bases y una meta separadas entre sí por 90 pies (30 metros): la distancia que Doubleday había observado que tomaba a un hombre alcanzar su máxima velocidad.

El lanzador estaría a 60 pies 6 pulgadas del bateador (unos 20,75 metros) y cada equipo tendría nueve jugadores. Estos golpearían por turnos una pelota de trapo envuelta en cuero lanzada por el equipo contrario. La idea era alcanzar la meta pasando por cada base antes de que el otro equipo devolviera la pelota al campo de juego.

Al terminar el grupo se dividió en dos, echaron una moneda al aire, y antes que pudieran decir playball, hicieron historia al jugar el primer inning en la historia del béisbol.

Este cuento es una belleza; el único problema es que nunca sucedió. Es un mito que —como otros mitos— esconde verdades irrefutables y olvidadas en el tiempo. Abner Doubleday fue sin ninguna duda un hombre excepcional. Oficial graduado de West Point, llegó al rango de Brigadier General, estuvo presente en la primera batalla de la Guerra Civil estadounidense y fue él quien sugirió la implementación de tranvías como sistema de transporte público en San Francisco. Pero de béisbol, nada.

Bendecido con una vida rica en experiencias, cuando Doubleday murió en Nueva Jersey en 1893 dejó como herencia —entre otras cosas— un diario de 67 volúmenes, donde describía meticulosamente todos los acontecimientos de su existencia. Desde su rutina diaria, hasta los partes de las tropas a su mando. En ninguna de las páginas mencionó el béisbol. De hecho, no se menciona ningún otro deporte.

En 1893 el béisbol ya era bastante popular en los Estados Unidos y Doubleday era una figura pública prominente. Un héroe veterano de guerra que transitaba de cargo público en cargo público por su experiencia y prestigio. Por esto resulta difícil creer que, siendo el inventor del deporte, nunca lo mencionara en sus diarios u obtuviera algún tipo de reconocimiento por ello.

Entonces ¿cómo llegó Abner Doubleday a ser bautizado como el padre del béisbol? De la misma manera que Cooperstown fue bautizada como la cuna del deporte. A dedo y por conveniencia.

En la temporada 1934-1935 el béisbol estaba en picada. El público tenía cosas más importantes de qué preocuparse aparte de un montón de guajolotes haciéndose millonarios jugando a la pelota. Esto preocupó a los dueños de los clubes, quienes inmediatamente buscaron una manera de promocionar el deporte. Para comenzar encargaron un reporte completo acerca de la historia del béisbol.

Los reportes fueron y vinieron hasta que alguien encontró un libro llamado El Deporte Nacional, de Albert Goodwill Spalding. Spalding aseguraba que el deporte había sido inventado por un tal Abner Doubleday en 1839 e incluía todos los detalles acerca del nacimiento del deporte, pero lo que llamó la atención de los gerentes fue la fecha. Si era verdad que el béisbol se había inventado en 1839, eso significaba que desde ya podían empezar la campaña para celebrar los 100 años del béisbol en tres temporadas. La celebración llamaría la atención del público y —consecuentemente— aumentaría la venta de las entradas.

Sin buscar más, inmediatamente se pusieron manos a la obra. Tras colectar los fondos iniciaron la construcción del Salón de la Fama del béisbol en el pueblecito de Cooperstown, New York, el cual inauguraron el 11 de junio de 1939. El espectáculo acaparó la atención nacional, y entre discursos y desfiles hasta el mismísimo Babe Ruth —quien se había retirado en 1935— participó en un juego con las reglas originales supuestamente escritas por Abner Doubleday en 1839. El sitio donde pronto se construiría el Doubleday Field era un terreno baldío donde el presentador anunció a los pioneros del béisbol que habían jugado por primera vez hacía exactamente cien años.

Los dueños de los equipos hicieron un esfuerzo increíble para preparar este evento que sin duda fue responsable de la popularidad que el béisbol tiene hoy en los Estados Unidos. Sin embargo, si hubieran examinado las afirmaciones de Spalding se habrían dado cuenta de que eran tan ciertas como Las Mil y una Noches, pero ellos no tenían razones para dudar de su veracidad. A.G. Spalding era, después de todo, toda una leyenda del béisbol y los deportes en general. Tenía las credenciales y la credibilidad necesaria como para ahorrarse una verificación de sus palabras.

Entre 1871 y 1875 Spalding había ganado 241 de 301 juegos como lanzador de los Medias Rojas de Boston y los Medias Blancas de Chicago (más tarde los Chicago Cubs) —el primer jugador en ganar tantos juegos seguidos— y la mayoría de las veces con una pelota que él mismo había fabricado. Spalding había sido el fundador de la primera empresa de artículos deportivos de los Estados Unidos —la Spalding & Brosactualmente la Spalding Sports Worldwide, Inc.— y cuando James Naismith decidió crear una pelota para el juego que había inventado llamado básquetbol, ¿adivinen a quién llamó? La primera vez que se imprimieron las reglas del deporte se leía en la primera página: «La pelota fabricada por A.G. Spalding & Bros. es la pelota oficial del juego». Hoy día aún dicen lo mismo.

Y todo había comenzado por pura curiosidad. Spalding era el dueño de una revista llamada Baseball Guide, y en una conversación le preguntó a su editor, Henry Chadwick, cuál era el origen del béisbol. Chadwick le dijo que deportes similares habían sido jugados por los egipcios, los franceses y hasta los indios americanos. Y que en última instancia el juego tenía sus ancestros en el rounders y el críquet inglés. Se necesitaban 9 jugadores por equipo para jugar rounders, uno de ellos un lanzador, pero las bases en vez de estar en el piso eran postes.

Chadwick había dado una respuesta veraz y profesional sobre el deporte, pero Spalding se negó a creerle. Spalding era —en todo el sentido de la palabra— un americanista. «Sería imposible —le dijo a Chadwick— que un inglés que no haya respirado el aire de esta tierra de libertad… jugara béisbol… Y proclamo que el béisbol le debe su prestigio como deporte nacional al hecho que ninguna otra forma de deporte es un exponente ideal del coraje, la confianza, la combatividad, la clase, la disciplina, la determinación, la energía, la ansiedad, el arrojo, la persistencia, el espíritu de competencia, la sagacidad, el triunfo, la energía y el vigor de la vida americana».

Chadwick, quien como Doubleday también sería bautizado como uno de los padres del deporte, sabía de lo que hablaba. Él fue quien inventó la caja de anotación en béisbol y había estado escribiendo acerca del deporte desde mediados de la década de 1840, pero Spalding consideraba que Chadwick era imparcial en su opinión y demasiado europeo en sus opiniones, por lo que pidió que se le entregara otro informe —uno oficial— y para esto creó un comité en 1905.

En el comité estaban A.G. Mills, el presidente de la Liga nacional, Morgan Bulkeley, su predecesor en el cargo, Al Reach otro empresario deportivo, y Arthur Gorman, Nicholas Young y James Sullivan, tres de las primeras estrellas del deporte. Todos con las mismas tendencias patrióticas de Spalding, quien los reunió y les dijo lo que quería y que aceptaría lo que ellos dijeran, recordándoles (por si acaso se les ocurría ponerse a inventar) sus dudas acerca de que un juego como el béisbol no fuera completamente americano.

El proyecto era un capricho personal de Spalding y nadie apresuró el paso en su ejecución, pero un año más tarde Spalding les recordó sus obligaciones. El asunto era peliagudo. Todo indicaba que el béisbol tenía tanto de americano como el agua del mar, pero nadie quería echarse encima la responsabilidad de decidir que el béisbol, el pasatiempo nacional, era de origen extranjero.

Y en medio de la crisis apareció una salvación. Su nombre era Abner Graves, un minero retirado de ochenta y nueve años, quien a pesar de su edad, insistió que recordaba como si hubiese sido ayer el día en que Abner Doubleday inventó el béisbol. Que él estaba en Cooperstown el día en la primera pelota fue lanzada. «Doubleday inventó las reglas del béisbol,» dijo Graves en una carta al comité, «y estas no han cambiado casi nada desde entonces».

Algunos historiadores creen que Mills —quien había conocido personalmente a Doubleday— inventó toda la historia para darle un reconocimiento al buen amigo con quien había luchado en la batalla de Gettysburgo y de paso quitarse de encima a Spalding dándole el purasangre All American Hero que este exigía.

A.G. Mills le envió su opinión a Spalding el 30 de diciembre de 1907. Ninguno de los miembros de comité quiso firmar la resolución por lo que Mills la envió como una carta personal con los detalles de Doubleday y la confesión del tal Graves. Spalding se vino en aguas. «En los días en que Abner Doubleday asistía a la escuela en Cooperstown —escribió Mills— era común que un par de docenas de estudiantes o más se reunieran con él en un juego de pelota. Es fácil de entender cómo este graduado de West Point inventó un sistema para limitar el número de participantes de lado y lado, asignándoles posiciones, cada una con cierta cantidad de territorio, substituyendo el método existente de sacar del juego a un jugador por el viejo método de «quemarlo» con la pelota».

De principio a fin el reporte de Mills estaba lleno de errores. Para empezar, la práctica de «quemar» a un jugador con la pelota, que consistía en hacerle «out» tirándole la pelota al cuerpo en vez de tocándolo con ella, sobrevivió hasta mucho después de 1839. Además, en ese año Doubleday ya era un cadete de segundo año en West Point.

Mills aseguró que fue Doubleday quien había inventado el terreno en forma de diamante, pero nunca enseñó una copia del diagrama original, que hasta donde se sabe, jamás existió. Y hasta que el reporte de Mills salió a la luz pública en 1907, el pueblo de Cooperstown, New York, no tenía la menor idea de que un tipo llamado Doubleday había jugado béisbol allí.

Pero a pesar de todas las incongruencias, lo más sospechoso de la historia es que tanto Chadwick como Spalding y el resto del comité —quienes habían estado tan relacionados con el béisbol— jamás habían escuchado del tal Doubleday.

Pero estas inexactitudes no detuvieron a Spalding. Este tenía como meta crear el deporte nacional de los Estados Unidos a toda costa. Darle forma y foco. Él mismo había —casi solo— eliminado las apuestas y el alcohol entre los jugadores y había hecho lo imposible por impulsar su profesionalismo asignándoles sueldos. Por eso nada lo detuvo de publicar la historia en su libro The National Game en 1910, que eventualmente llegaría a manos del comité de dueños de juegos de béisbol en 1934.

«Entrar deliberadamente en una discusión para probar que el béisbol es nuestro juego nacional, que tiene todos los atributos de ser de origen americano… es como declarar solemnemente que dos más dos es cuatro», escribió Spalding en su libro, que por cierto, todavía está a la venta.

Claro que todo esto es muy bonito, pero y entonces, ¿quién fue el hombre que está en la placa en Lexington y la calle 34 en Nueva York?

Spalding y Mills estuvieron a punto de salirse con la suya de no haber sido por Bruce Cartwright, un sobrino de Alexander. Con los planes de celebrar el centenario del béisbol a toda marcha, en 1938 Bruce leyó en el periódico —para su sorpresa— que el béisbol no había sido inventado por su tío como este tanto se había ufanado de hacerlo en vida. Alterado, y preguntándose quién demonios era el tal Abner Doubleday, el sobrino sacó cuanto recorte de periódico y notas tenía de su tío y con ellas se presentó en las oficinas del comité organizador del centenario. Pero a pesar de la vergüenza, ya no había marcha atrás. Todo estaba demasiado cerca para aceptar a Cartwright como el padre del béisbol, lo cual significaba mover la fecha hasta 1945.

Bruce no había sido el único en notar los errores del libro de Spalding. También en Nueva York un bibliotecario se había dado a la tarea de revisar los archivos de West Point, y encontró que Abner Doubleday —quien se graduó en 1845— no había ido a Cooperstown en la primavera, el verano o en ninguna otra estación de 1839.

Para evitar un escándalo y continuar con las celebraciones, los oficiales del deporte se comprometieron con Cartwright a celebrar el día de Alexander en cada uno de sus cumpleaños —tradición que aún existe— y de incluirlo en el Salón de la Fama en su día inaugural a pesar de que toda la celebración ya estaba preparada y seguiría siendo para Doubleday.

El béisbol ya existía a principios del siglo XIX y en la Costa Este de los Estados Unidos tenía una variedad de nombres. En Boston y Filadelfia se le llamaba «Town Ball», en Nueva York «One Old Cat» o «Two Old Cat». Nadie sabe con seguridad cuándo el juego empezó a llamarse «Base Ball», pero al principio fue así, con dos palabras.

Con el paso de los años, algo que era jugado principalmente por niños pronto llamó la atención de los adultos, quienes en 1845 fundaron el primer equipo de béisbol de la historia: el «Knickerbocker Baseball Club» de Nueva York. Ese mismo año el club organizó un comité para delinear las normas bajo las cuales se regiría y nombró como presidente a Alexander Cartwright.

Fue Cartwright quien decidió poner las bases a 90 pies (30 metros) de distancia. También el que sugirió sacar a los jugadores del juego tirándole las pelotas a quienes cubrían las bases en vez de a los corredores, el número de outs, lo qué era un foul, un home run, cómo tirar la pelota, una bola, un out de aire y casi todo lo demás.

Cuando terminó de escribir las reglas Cartwright decidió ponerlas a prueba la mañana de un domingo de 1845. Un grupo de jóvenes de Manhattan jugaba rounders en un campo cubierto de monte alrededor de donde ahora es Lexington y la calle 34 cuando Cartwright entró corriendo al campo con las reglas en las manos. El tipo era difícil de ignorar —Cartwrigth media casi dos metros y poseía una labia como pocas— y en sólo minutos explicó con un diagrama que había dibujado en un papel dónde quedaban las bases y las posiciones de los jugadores. Después los envió al campo de juego para ver cómo salía todo. Los muchachos iban a necesitar un montón de práctica.

Al año siguiente, el 19 de junio de 1846, los Knickerbockers cruzaron el río Hudson hacia pueblo de Hoboken, y en un parque llamado los Elysian Fields jugaron el primer juego de béisbol profesional de la historia contra los que se hacían llamar los New York Nine. Aún necesitaban práctica, perdieron 23 a 1.

Las reglas de Cartwright no fueron muy populares al principio. Jugadores de todo el país creían que hacían al juego demasiado caballeresco y decidieron seguir utilizando la práctica del «quemado», que no sólo era más fácil sino también más divertida. Una anécdota en particular cuenta que en la temporada de 1905, el lanzador Rube Wadell decidió «quemarse» a un jugador corriendo a segunda en un juego profesional. «De donde yo vengo —explicó Wadell después del juego— ¡eso es un out!».

Pero como en todo, las reglas del juego poco a poco fueron aceptadas y hasta adaptadas a medida que se comercializó (por ejemplo, se limitaron el número de innings a nueve al eliminarse el método de Cartwright de jugar hasta las 21 carreras), pero casi todas las reglas existen tal cual como las escribió Cartwright, el verdadero padre del baseball.

Aun así, la placa de Cartwright en el Salón de la Fama dice que él fue el «Padre del béisbol moderno», no quien inventó el juego. Sin embargo, si tuviéramos que decidir es interesante considerar el hecho de que al menos él está en el Salón de la Fama, mientras que Doubleday apenas le da el nombre al edificio.

Enlaces de Interés

1. Commodifying Leisure – Historia del Béisbol como Negocio – Ben Lisle, Universidad de Virginia (inglés)

2. Alexander Cartwright en el Salon de la Fama del Béisbol (inglés)

3. A.G. Spalding en el Salón de la Fama del Béisbol (inglés)

4. Historia del Salón de la Fama según ellos mismos (inglés)

5. Historia del sitio BaseballHallOfFame.org (inglés)


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