En todas partes hay uno

Un señor en Oklahoma se compró una autocaravana, y con ella se fue a ver un partido de fútbol. De regreso a casa, puso el automático a 100 por hora y se fue a la parte de atrás a prepararse un café. El vehículo, por supuesto, salió de la calzada y acabó estrellado y volcado pocos segundos después. La historia es curiosa, pero no demasiado sorprendente: idiotas los hay en Oklahoma como en todas partes.

Más el idiota demandó al fabricante porque el manual de instrucciones no advertía que tenía que permanecer al volante mientras la autocaravana estuviera en marcha. El jurado dictaminó una indemnización de 1.750.000 dólares y una autocaravana nueva. La empresa añadió una advertencia en el manual, no sea que a otro idiota se le fuera a ocurrir lo mismo, lo cual no sería de extrañar, porque los idiotas parece que abundan: en aquel jurado había, por lo menos, doce.

Este caso ganó el primer premio Stella de este año. Los Stella premian las sentencias judiciales más idiotas, y se llaman así en honor de Stella Liebeck, una anciana que se tiró un café por encima en un McDonald»s, los denunció por ello y se llevó un buen fajo. Otra anciana puso su perro a secar dentro del microondas. El chucho explotó, claro. La anciana denunció al fabricante por no avisar de ello en el manual, y ganó.

Ahora ya saben por qué los manuales de instrucciones son ese fárrago inacabable de obviedades: sus redactores deben prever la infinita cantidad de idioteces que pueden efectuar los candidatos a ganadores de premios Stella.

Por si acaso, no se le ocurra leer esto mientras camina por la calle: no vaya a pegar la cabeza contra una farola y luego me denuncie a mí por el chichón.


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