El rap o la glamorización de la delincuencia

Me aburren los videos de rap y de Reggaton porque son iguales y me cuentan lo mismo. Una fiesta en una piscina. Un montón de chicas en bikini bailando alrededor de un tipo con gorra vestido de traficante de drogas de lujo que aparenta tener mucho dinero. Un amigo gordito a su lado con camisa de jugador de baloncesto haciendo raros aspavientos con las manos.

El hip-hop-rap-regatton es la apología más grande de la misoginia, el machismo y la violencia que he visto en los últimos años. Todas las canciones hablan de tiros, de sangre, de esta mujer «es una puta y esta otra me la chupa» etc…

En las canciones de rap las mujeres nunca se las llama «women», se las llama «bitches» o «hos» (diminutivo de whores, osea: putas) y los protagonistas de los videos siempre son tipos duros vestidos de Versacce. Ellos siempre van vestidos. Ellas siempre van desnudas y decoran a modo de florero sexual.

De hecho el más famoso rapero ahora mismo —que es 50 Cent— se ha convertido en modelo de rol por excelencia entre los chavales negros de este país. Para que os hagas una idea de la joyita en cuestión: 50 Cent se dedicó a traficar con crack muchos años, sufrió varios tiros (de los que salio ileso) y estuvo en la cárcel 7 veces. Todo un currículo. Ahora se ha hecho millonario y modelo de rol gracias al rap. La semana pasada salió una encuesta en el Daily News que le hacían a los niños titulada «Quien te gustaría ser de mayor» y ¡oh cielos!: 50 Cent salió por mayoría.

La televisión es una de las grandes prescriptoras de conducta de nuestro siglo (y si no que se lo pregunten a los publicitarios). Los videos musicales se convierten en determinantes de modelos y actitudes que transmiten estereotipos dictando a la sociedad lo que se entiende por feminidad y masculinidad (o mejor explicado: «aprendemos de lo que vemos»). El mensaje esta muy claro y por lo que veo en mi barrio (Harlem) el resultado también. Todos los adolescentes de mi calle piensan que ir a la cárcel es «cool» y necesario rito de transición para llegar a convertirse en «macho total». Que las mujeres son objetos sexuales imprescindibles para demostrar a los otros «machos rivales» su status de poderío machista. Que traficar con drogas es glamoroso y trae los bienes materiales necesarios para ser súper-macho (estos bienes incluyen coches, ropa cara, joyas y mujeres). Que tener una pistola en la habitación es excitante. Que irse a pegar tiros a los de la banda rival es normal porque lo han oído en una canción que les gusta.

El «¡hey pimp!» (Traducción literaria: «¡Hola proxeneta!») ha sustituido al antiguo «¡hey man!». A veces les oigo hablando de chicas en el parque refiriéndose a ellas como «this bitch» o «this whore» (y estoy hablando de niños de doce años hablando de niñas de su edad).

Tipper Gore creó el «Parents Music Resource Center», un grupo de «ciudadanos comprometidos» que llana y sinceramente se dedican a censurar a quienes no piensan como ellos. Tipper es responsable, entre otras cosas, por esas bonitas pegatinas que nos encontramos en los cd que leen: «parental advisory». No comparto esta solución. Creo que poner adhesivos en los cd lo único que hace es crear más expectación sobre estos y que los compren simplemente porque el adhesivo lo convierte en algo «prohibido». Llevar la contraria a los «mayores» es algo que fascina a los adolescentes.

El otro día leí esta famosa (y perversa) teoría de que la industria del rap es una conspiración del hombre blanco para que los negros sigan pareciendo delincuentes descerebrados o se incorporen a la población carcelaria y mantengan su estatus de marginalidad. No se si es verdad o no. Tampoco creo que el hecho de que el 85 % de los presidiarios sean negros y latinos sea debido al «rap» (sino a otros motivos más complejos que tienen que ver con la pobreza y la marginalidad). Está claro es que esta moda con sus nefastos modelos de rol no ayuda nada a resolver el problema de la desigualdad social. Lo único que sé es que como vuelva a ver otro video lleno de tipos con gorra haciendo aspavientos con las manos voy a perder la paciencia.


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