El autoplagio de Woody Allen

El talento de Woody Allen está en bajada, sin frenos, de noche y con las luces apagadas. O al menos eso es lo que sus últimas tres películas nos dejan entender. «The Secret of the Jade Scorpion», «Hollywood Ending» y la actualmente en cartelera «Anything Else». Pero todo comenzó con la anterior y última película que debió haber filmado, «Small Time Crooks». Una de las razones de esto es la presión que las productoras están haciendo para que sus películas produzcan más que críticas, lo cual no es chiste ni mero comercialismo.

En el pasado las películas de Woody Allen han sido financiadas por un diverso abanico de productoras, Orion, Miramax, Sony Pictures, Fine Line y Columbia TriStar, las cuales veían al director como a un nombre que les daría prestigio a sus compañías y que atraería talento y proyectos a la empresa. Pero esto no sucedió, y no es sorpresa que todas hayan sufrido percances económicos por subsidiar proyectos como los de Allen, cuya taquilla rara vez alcanza los siete dígitos.

El último estudio en entrar en negocios con Allen es Dreamworks, el bebé de Steven Spielberg, Jeffrey Katzenberg y David Geffen, quienes esperaban revitalizar el trabajo de Allen, sin influir mucho en su obra. Pero aparte de «Crooks», que tuvo modestos ingresos de taquilla, los resultados han sido desastrosos.

Y el problema no es que el público no entienda a Allen. El problema es que estas películas han sido pésimas.

«Small Time Crooks» es, dentro de la carrera de Allen, su película más vacua; o la segunda, si se quiere, después de «Broadway Danny Rose», donde Allen experimentó hacer comedia sin empujar al espectador hacia profundidades innecesarias. Esto no es necesariamente malo, ni significa que no tenga un fondo ideológico. Separadas en el tiempo casi veinte años, el bajo perfil de estas cintas debería ser el primer paso en su filmografía para los desconocedores de su obra. No dudaría ni por un segundo que Dreamworks utilizó el mismo razonamiento cuando le dio el visto bueno. Yo mismo fui presentado a Woody Allen con «Broadway», y debo decir que quizás no hubiera visto ninguna de sus otras películas de no haber sido así. En ese entonces tenía 13 años.

Pero lo que separa a estas dos películas de sus otras últimas dos es que la dirección, el hilo narrativo y el trabajo sólido de sus actores (el casting) no estaban eclipsados por el deseo de profundizar en donde no hay que hacerlo buscando llamar la atención de un mercado. En «Anything Else», su primer y muy seguramente último intento en la comedia juvenil (si acaso no su última película), Woody Allen trata de filosofar sobre una etapa de la vida de los seres humanos y un género cinematográfico que no es digno de tal tratamiento. Es como si Einstein hubiera escrito acerca de la relatividad de la concha de mango. Quizás sea importante, pero en realidad, a quién le importa. Es como usar un tanque para abrir una cerradura. En fin, creo que ya entendieron la analogía. Allen es mucho camisón para la Petra de la comedia juvenil o al menos eso me gustaría creer.

Jason Biggs pensando en un PieEn «Anything Else», Allen hace el papel de David Dobel, un profesor amargado bien entrado en la edad adulta tratando de ser comediante, quien se pasa la película aconsejando moral y profesionalmente a Jerry Falk (Jason Biggs), un aspirante a escritor quien es el alter ego de Allen. Y como Allen, Jerry es una de esas personas con tantos problemas que no quisiéramos tener como amigos. Jerry no sabe cómo decir que no, tampoco le gusta estar solo. Por lo que su novia, Amanda (Christina Ricci) prácticamente hace con él lo que le da la gana.

La trama, más que convencional, es simplona. Tampoco hay mucho de originalidad en «Anything Else», y esto sin plagiar material de otras películas. Al menos, no de películas ajenas.

Woody Allen se las arregla demostrar que el director de vanguardia que conocimos décadas atrás, ha muerto, y en casi todas sus escenas nos muestra su negativa a cambiar o avanzar. Jerry y Amanda, a pesar de ser jóvenes, viven en un mundo allenesco de lugares donde ningún joven neoyorquino se atrevería a acercarse. En vez de Jerry ser el alter ego de Allen, es Dobel quien toma este rol, pero Allen falla en convertirlo en el motor del film.

Es patético verlo intentar vender los mismos lugares, encuadres y puntos vista que ha hecho toda la vida. Y de hecho, tratar de seguir vendiendo la imagen de judío paranoico que Jerry Seinfeld superó en los diez años que duró su serie de televisión. Allen, en vez de elevarse como el maestro que ha sido superado por su alumno, decide sentir envidia, tal como la que mueve a Dobel a tratar de influenciar la vida que tiene por delante su pupilo Jerry.

«Anything» es tan más de lo mismo, que es «Annie Hall» en el siglo XXI. La pareja dispareja de un neoyorquino inseguro y una muchacha fuera de lo común. Como «Annie Hall», Amanda quiere ser cantante. «Quisiera ser cantante —dice ella— pero cuando oigo a Billie Holiday se me quitan las ganas». El público de «American Pie» no sabe ni le importa quién es Billie Holiday. Y los que la conocemos, sentimos poco menos que vergüenza ajena al recordar que este chiste es tomado textualmente de «Annie Hall».

El mundo de Allen no es compatible con la juventud de hoy en día. O al menos no con la que va al cine, que es la mayoría. Aunque, Allen y Dreamworks tratan de apelar al incluir en su elenco a Biggs y Ricci. Biggs no es un actor especialmente dotado, y los pantalones del joven Allen le quedan demasiado grandes a su experiencia. Ricci, por el contrario es una actriz talentosa que veremos por años en la pantalla, quien no consigue asidero en el guión que le ponen en las manos. De hecho la única razón por la que están allí es para llamar la atención de un público cuya historia del cine no va más allá de «Fight Club».

No creo que Allen llegue realmente a ser del gusto del público de hoy en día. Y si él fuera honesto consigo mismo acabaría su carrera de inmediato antes que seguir haciendo películas que más tarde serán obviadas por sus historiadores. Tanto como la fijación por su mundo patentado, lo lleva a obviar a los también protagonistas Danny de Vito y Stockard Channing, convirtiéndolos en simple relleno en los créditos.

Allen alguna vez demostró que para hacer una película se necesitaba poco más que un par de dólares y cámaras. Con «Anything Else», nos enseña que estaba equivocado. Para hacer una película se necesita más que eso. Una película es una pieza que debe ser coreografiada cuidadosamente para que las cosas salgan como el director así las desea. Al verlo desde este punto de vista, nos damos cuenta del genio que era Woody hace 20 años. Pero «Anything Else» no vale ni el dólar que cuesta alquilarla en Blockbuster. Así que si van al cine —irónicamente— hagan caso a Allen y vean «Anything Else» (cualquier otra cosa).


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