A las cuatro o cinco de la madrugada miran a los borrachos que trastabillando se tropiezan con sus cuerpos y que con el frío del amanecer los convierten en suplicios, descubriendo con la luz del nuevo día, su próxima jornada. La de madres cariñosas y responsables. Sin olvidar sus vidas nocturnas, por las mañanas llevan a sus hijos a las escuelas más cercanas del condado y regresan a sus hogares a dormir un poco tratando de poner fin a esa situación desesperada.
Son inmigrantes y vienen de todos los rincones de Latinoamérica, que en su precipitada huida de la miseria por la falta de trabajo, educación y las situaciones desesperadas que desbastan sus países llegan a los Estados Unidos caminando por el estrecho que conduce a la muerte. Pues casi todas entraron a este país sin más equipaje que sus cuerpos.
Muchas de estas mujeres, mariposas nocturnas, cómo de papel, antes de adentrarse en este ambiente fantasmal, recorrieron muchas millas, torturantes e inacabables en busca de oportunidades de empleo.
Pero las puertas se cierran cuando no se habla el idioma inglés y terminan su andar sin rumbo en los centros nocturnos.
Los jardines de las delicias cómo suelen llamarles los caballeros nocturnos, terminan con el alma de las mujeres que vuelan como mariposas de celofán.
Para ellos son ángeles dispuestos a satisfacer las necesidades, a veces de amistad, de compañía y en muy pocas ocasiones sexuales.
Estas mujeres, mariposas de papel tienen mucho miedo pero se lo aguantan y siguen arriesgando sus vidas noche tras noche dónde deshacen sus cuerpos porque tienen hambre, porque tienen sueños también que quieren cumplirse, por eso entran a las llamadas mafias del deseo.
Sin embargo estas mujeres, mariposas de papel, que son madres amorosas de día no desean más formar parte de las estadísticas de pobres ni quieren ser parte de las mujeres asesinadas como en Ciudad Juárez en México. Aunque también mueran en su intento por encontrar un paraíso que, desgraciadamente, no existe.
Desafortunadamente para ellas viven de las esperanzas, están acostumbradas a recibir dinero cómo dulces para no seguirse amargando la vida.
Supongo que los caballeros que visitan estos lugares de diversión nocturna o mejor dicho embrutecedores de conciencias lo hacen deseando encontrar cómo pago del derroche de dinero a alguna muñeca de verdad, cómo aquellas de caritas de porcelana y que refleje una mayor felicidad que la de ellos.
Venimos en busca del mejor esqueleto salido del ropero viejo, fueron algunas expresiones publicables que recibí al preguntar por sus visitas.
En este andar sin rumbo de las mujeres de papel, mariposas nocturnas, horas tras horas, días tras días, repudiadas en el día en todas partes porque se avergüenzan de sus oficios, más no de ellas.
Los crueles comentarios destrozan sus conciencias y sus nervios y el continuo rumiar de la sociedad aunadas con sus propias desgracias les emponzoñan la sangre y les engendra esa intranquilidad que les acaba por convertir sus sueños en pesadillas.
¿A quien hay que cargarles estos genocidios de almas y de espíritus?
Porque casi todas estas mujeres, mariposas de papel que se sostienen de este oficio son personas sensibles que viven en el silencio.
Pero lo hacen cómo una metáfora para ocultar esas pequeñas confesiones de sus cuerpos y de la vida.
La identidad de cada mariposa de papel, es cómo un diálogo con un espíritu que ni ellas mismas conocen.
Más son dignas, discretas y silenciosas a pesar de sus vidas sentimentales intensas que viven.
Cómo paloma de monasterios.
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