Cómo cocinar un Cristo para dos personas: se toma un Cristo macilento para dos personas; tras descolgarlo de la pared, con un cuchillo se extraen las alcayatas y se le separa de la cruz. Se descostra bañándolo en agua tibia y se seca cuidadosamente. Los estigmas pueden mecharse con tocino. En una fuente, y sobre lecho de cebollas, colocaremos al Cristo, al que untaremos con abundante mantequilla. Se deja en horno moderado durante tres días, al cabo de los cuales sale él solo.
La receta que antecede aparece en el cortometraje «Cómo cocinar un Cristo para dos personas», escrito y dirigido en 1978 por el cantautor Javier Krahe y el director Enrique Seseña. El corto imita el formato de un sketch televisivo de cocina, donde unas manos de mujer van preparando un crucifijo de ésos con el Cristo de pasta y la cruz de madera, mientras una voz en off va recitando lo antedicho. En su momento, el cortometraje pasó sin pena ni gloria. Claro que eran tiempos turbulentos en España: el dictador Franco había muerto apenas tres años antes, el país acababa de estrenar gobierno y parlamento democráticos y la sociedad andaba convulsa y revolucionada, muy ocupada en eliminar, enterrar o por lo menos barrer bajo la alfombra los restos del recién derrocado nacional-catolicismo. En ese contexto, el chiste surrealista y blasfemo (no tan surrealista ni tan blasfemo como muchas cosas filmadas por el gran Luis Buñuel) de Krahe y Seseña sólo era una más de las reacciones contra el catolicismo de estado impuesto por el anterior régimen, el que designaba a Franco «Caudillo de España por la gracia de Dios».
En eso que, recientemente, a Javier Krahe, cantautor irónico e irreverente, le perpetran un disco antológico de homenaje, disco que entre otros materiales incluye un DVD con el mencionado cortometraje. Y aprovechando tal acontecimiento, el pasado 15 de diciembre, en el programa televisivo «Lo Más Plus», los presentadores Manu Carreño y Ana García Siñeriz entrevistan a Krahe e incluyen en el programa un pase del corto. Y ahí sí que ardió Troya. Al día siguiente, los medios de comunicación rebosaban manifestaciones de rechazo y denuncia a lo quecalificaban como una ofensa sin precedentes contra las creencias cristianas. El que esto firma, que no es cristiano, precisamente por no serlo, ni entra ni sale sobre la conveniencia o no de convertir las imágenes de Cristo en producto gastronómico. Aunque, al fin y al cabo, eso no es nada nuevo: los cristianosse singularizan por comerla carne y la sangre de su dios en la liturgia. Por lo menos, los cristianos católicos.
Desde su neutralidad en el tema, el que esto firmaha estado contemplandolos toros desde la barrera de los agnósticos. Ni lo consideraba tema para comentar. Ni falta que hacía, porque la realidad, tan imprevisible ella, se comentó sola: pocos días después, el que esto firma se encontró con esta noticia en un periódico tan serio, conservador y cristiano como pueda serlo ABC.
La cara de Cristo en la cáscara de una ostra (AFP/Ginebra)
Después de la supuesta aparición del rostro de Jesús en una croqueta de pescado y del de la Virgen María en un sandwich, la cara de Cristo «apareció» en la cáscara de una ostra que busca comprador en una pequeño pueblo de Suiza.
Fue al abrir la ostra un día de diciembre de 2002 que la cara de Cristo se le apareció a Matteo Brandi, el jefe de un café italiano en Roche, en el oeste de Suiza. «Cuando quise tirar una de las cáscaras, ésta permaneció pegada en mi mano, como si me llamara», dijo al periódico Le Matin.
En la cáscara que guardó se puede entrever la forma de una boca, una nariz y una corona de espinas. Matteo Brandi se decidió a meter su replica en las pujas de Internet después de enterarse de que un americano se había embolsado 28.000 dólares en noviembre vendiendo su sandwich con la efigie de la Virgen. Algunos días más tarde, un canadiense reveló otra aparición divina: Jesús en una croqueta de pescado asada. Incapaz de fijar un precio, Brandi, de 38 años, «espera que se le presenten propuestas» y puso su hallazgo en un lugar seguro en el banco. Además, prevé alertar al Vaticano.
No sólo Krahe y Seseña; ni el mismo Buñuel podría haber apañado una ficción más surrealista y más blasfema que esta aparente realidad, que sin embargo no ha generado ninguna reacción de rechazo. Así que tomar a Cristo como un asado para dos personas puede ser blasfemo, pero no tomarlo como un marisco o una croqueta. En todo caso, si usted que me lee tiene una caja de seguridad en alguno de esos serios y prestigiosos bancos suizos, y al bajar a la cámara acorazada para abrirla nota un cierto tufo a pescado podrido filtrándose desde la caja contigua a la suya, no arrugue la nariz: puede ser olor de santidad.
Descubre más desde El Nuevo Cojo Ilustrado
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.