Cremaster: el arte de la estafa

En una película cuyo título no recuerdo, un pintor lucha por ser famoso en el París de mediados de siglo. El tipo es un maestro. Sus pinturas son bellísimas, pero nadie se las lleva ni regaladas. Un día, en un arrebato de impotencia lanza los frascos donde lava los pinceles sobre uno de los lienzos. Al día siguiente un curador ve el cuadro arrimado contra una pared y lo declara una obra maestra. Tras la jugosa venta, el héroe de la película se inventa una máquina que tira pintura al azar sobre grandes lienzos en blanco y se convierte en el gran artista que quería ser. Y si no, por lo menos en un hombre rico.

El artista estadounidense Matthew Barney, muy bien pudiera ser el protagonista de ésta película mezclada con aquella de Richard Pryor donde le dan 10 millones de dólares para que se los gaste en menos de una semana. Lo que Pryor hizo en la película, es lo que Barney ha hecho con la plata de sus mentores, es decir, desperdiciarla.

No hay forma de ver la obra de Matthew Barney, actualmente de gira por el mundo, sin que uno piense en esta película, por que al igual que nuestro héroe, Barney es un fraude, y me supongo, también, inmensamente rico.

En la gran y extensa historia del Arte, uno de los últimos movimientos en aparecer, el cual muy seguramente apenas llenará un par de páginas en su historia, es el Conceptualismo. Básicamente una sucesión de malas ideas presentadas en cualquier formato y cuya «profundidad» está basada en el simple hecho de su dificultad para entenderlas. Aunque no soy adepto de su opinión, el ex-alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani afirmó que si él lo podía hacer no era arte. Tristemente, con tipos como Barney, quizás tenga razón.

El trabajo de Matthew Barney se puede resumir en su serie The Cremaster, que hoy en día esta en su quinta, y esperemos, última edición.

La exposición que ahora se presenta en la ciudad de Nueva York está titulada The Cremaster Cycle, y la misma no es más que un ejemplo de por qué que el Guggenheim ha perdido todo respeto como institución artística. Su última «gran» exhibición siendo, por cierto, la retrospectiva de Giorgio Armani en el año 2000.

Los Cremaster, son una serie de filmes producidos en diferentes años y sin un orden específico, donde Barney trata, sin mucho éxito, de presentar a través de analogías fantásticas y espectaculares su visión sobre el enfrentamiento del hombre con su sexualidad, desde sus inicios, parando en la ambigüedad de la edad madura y finalmente la deconstrucción del hombre a través del destino. En el camino no hay arte con el que Matthew no se atreva a experimentar, desde la alta costura hasta el maquillaje.

Tomando su nombre del músculo que controla el movimiento de los testículos, la intención de Matthew Barney pareciera ser impresionar antes que mostrar, y por la cantidad de plata que se están gastando en su exhibición, la estrategia definitivamente está funcionando.

La última parte del ciclo, Cremaster III, nos sigue presentando la visión de barroca de un artista cuyas energías sensuales parecen necesitar de la ayuda de un camión de Freuds, o al menos de una buena paliza de los conductores.

Su conceptualismo es del tipo que se ha colado con cualquier cantidad de influencias y cuyo fin, por carecer de esencia, está basado en la representación y exageración de sus medios de producción. En basura. En lo que queda cuando una película de verdad ya ha sido terminada.

Las obras maestras del Conceptualismo, con sus contadas excepciones, son un montón de fotografías fuera de foco, objetos domésticos deformados, videos y películas de longitudes descomunales y sin ningún sentido e infinidad de paredes garabateadas con inmensos e ininteligibles mensajes, que no son más que una excusa para un arte no canalizado, que no puede ser considerado otra cosa que el sub-producto del Postmodernismo y el inmenso vacío en que se encuentra el Arte hoy en día.

Su arte trata en vano de crear símiles y nexos entre conceptos. Pero estos no le salen como quiere, porque o él está muy avanzado estéticamente para nuestras mentes subdesarrolladas o simplemente es un idiota. Yo prefiero la segunda opción.

En una imagen Barney se lanza al mar desde un puente de al menos cinco pisos de altura buscando ser trasgresor, jugando con el millón de posibilidades que esta escena puede significar. Pero falla en su objetivo porque lo que él considera trasgresor es la realidad en que vivimos, que sólo aquellos que están alejados de ella, como las firmas detrás de los millones de dólares que debe costar cada una de sus «obras de arte», no son capaces de ver en intentos más honestos y menos creídos como lo es la película El Señor de los Anillos o Jackass, por irnos por lo bajito. Quien quiera que me diga que es más artístico un Barney saltando en el agua que un Johnny Knoxville lanzándose en un carro de automercado colina abajo, por favor que me disculpe y pase al siguiente artículo.

Con excepción, como en todo, de algunas imágenes «relevantes», la obra de Barney no hace sino causar el efecto de que no es que no la entendemos, es que no nos dice nada. Leamos una descripción de Cremaster I que puede encontrarse en el website oficial de Barney:

«Dos globos de Goodyear flotan sobre el estadio de los Broncos de Denver. Cuatro aeromozas trabajan cada globo. El único sonido es música de ambiente, lo cual sugiere el sonido de los motores. En medio de cada globo hay una mesa con un mantel blanco, decorada con una figura abstracta hecha de vaselina y rodeada de uvas. En un globo las uvas son verdes y en el otro son púrpura. Debajo de ambas mesas vive Goodyear. Ella vive en ambos globos al mismo tiempo, y tras salir de debajo de la mesa agarra las uvas y se insemina con ellas….«

Cualquier arte que requiera de una explicación, debe ser vista con dudas. Cualquier arte que requiera ésta explicación es simplemente dispensable. No nos están explicando nada, nos están narrando lo que estamos viendo y como el arte está en el ojo de quien lo mira, no hay lugar a explicaciones.

Se puede entender que la obra de Barney trabaje en base a imágenes yuxtapuestas cuyo significado es metafórico. Y si se hace un esfuerzo uno puede verlo y entenderlo, pero ¿Por qué tan difícil? ¿Por qué tan rebuscado?

Si Barney tuviera algo de talento no necesitaría de tanta artimaña para presentarnos su visión.

Si existe una lista de los que han pasado por el mundo hasta hoy en día, definitivamente la lista encima de él sería interminable, si acaso, no lo es toda.

Si los patrocinadores de esta exposición se dedicaran a gastar sus millones en servir de mecenas a los miles de valiosos de artistas que hoy en día se mueren de hambre en el mundo, el arte no estaría en el estanco en que se encuentra en este momento. Pero como todo en el mundo de hoy, si el arte no vende entradas, no hay capital. Quizás es mejor que estos artistas se queden en la miseria pero apegados a sus principios artísticos. Esos que Barney definitivamente no tiene.

«The Cremaster Cycle» lamentablemente se presentará en el museo Solomon R. Guggenheim de Nueva York hasta el 11 de Junio del 2003. Paz a sus restos…


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