Contrastes y relieves de Rosario o de cómo se piensa «sólo español»

El Congreso de la Lengua Española que tuvo lugar hace unos días en Rosario, Argentina, dejó mucho de qué hablar. En él se reunieron especialistas de todo el mundo; hubo figuras notables, panelistas expertos, importantes filólogos y talentosos escritores. Siguiendo la crónica de lo sucedido tenemos que además del congreso «puente» —al que nos referimos antes y que llamaron Congreso de LaS lenguaS—, el consagrado a la española, el que tuvo como tema «identidad lingüística y globalización», culminó con dos actos por demás encomiables: el refrescante relevo que hizo Roberto Fontanarrosa al reemplazar a alguien que se enfermó y el honroso homenaje a Ernesto Sábato.

Con un congreso «puente» de por medio transcurrieron cuatro días de intensas actividades en el marco del debate más importante sobre nuestro idioma: el Congreso Mundial de la Lengua Española que cada tres años revisa novedades y problemas que afectan a un idioma hablado por 400 millones.

En Rosario, Argentina, bajo el tópico «identidad lingüística y globalización», los expositores -especialistas, miembros de la Real Academia Española (RAE) y escritores- repasaron la oportunidad de replantear el valor de la lengua como identidad. El tema no podía ser mejor ni más oportuno para escuchar, simultáneamente, la propuesta de organismos populares que realizaron al margen el Congreso de laS lenguaS en el que se puso de relieve la diversidad. En éste el multilingüismo tomó la palabra.

Escribo estos apuntes en Texas donde por cierto la población mayoritaria -la que llegó a estas tierras a colonizar a fuego y sangre- buscó, en el pasado, sofocar al idioma español sin conseguirlo.

En Rosario no faltaron las admoniciones de quienes -como Juan Luis Cebrián, ex director de El País y las de Odón Betanzos, director de la Academia Norteamericana de la Lengua Española que se pasa la vida despotricando contra el spanglish- señalan que el híbrido entre el inglés y el español es «el principal peligro» al que se enfrenta el castellano en los Estados Unidos (Cebrián), o la cantaleta de Betanzos, quien cree que el spanglish es una «mezcla deforme y alterada» que se da en el forcejeo y el entrecruzamiento del inglés y el español. Para este esmerado académico lo «normal» es aprender las dos lenguas y adentrarse en sus culturas, lo cual deja ver que Betanzos opina que esa manifestación lingüística que no lo deja dormir -«esa mezcla»- es anormal o subnormal o cosa de excéntricos que no pueden seguir las normas, por lo que niega su carácter natural de evolución lingüística.

El spanglish de la región fronteriza del sur del país es distinto al que los caribeños han desarrollado en Nueva York y en la Florida, adonde han llegado a vivir; en el sur el fenómeno idiomático se da entre quienes ya estaban viviendo aquí y sufrieron los atropellos con que se trató de desterrar al español, prohibiéndolo, en uno de los más criminales intentos de «sólo inglés».

Mucho les debemos a esas generaciones que con todo y ultrajes, discriminación y maltrato preservaron, resistiendo, nuestra lengua. En los vaivenes de esa resistencia surgió una rica veta de lo que hoy esos puristas remilgones llaman con enfado spanglish, expresión cultural y lingüística de la que se quejan sin considerar siquiera, ya no las vicisitudes de los mexicanos de Texas y otras partes del sur, sino la validez lingüística de un novedoso vocabulario que, insisto, aporta, enriquece, en vez de «amenazar», «deformar» o «contaminar» al español.

En los tiempos recientes la RAE, y con ella las Academias de este Continente, se han mostrado menos cerradas para incorporar palabras procedentes de argots o de otros idiomas, pero lo han hecho porque no han tenido más remedio. Caerían en la decrepitud o en una dimensión decadente si siguen con su postura de «cancerberos» como señaló el escritor Mempo Giardinelli en Rosario.

No podía ser más oportuno el congreso «puente» como nombró Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nóbel de la Paz, al Congreso de laS lenguaS que vino a demostrar la presencia viva de la diversidad cultural. Mientras el director de la RAE, Víctor García de la Concha, luego de asegurar que el Tercer Congreso fue una «fiesta» que avivará la conciencia de que «la unidad se sustenta en la variedad» -dado que hubo consenso para resaltar la importancia de resguardar las diferencias que individualizan al español en cada país- fue evidente que no ven la necesidad de decir lo mismo de las lenguas originales que habitan aún en nuestros países.

Pese a menciones en los discursos y signos de reconocimiento expresos a las lenguas originales y su mestizaje, si no es por personajes como Ernesto Cardenal y José Saramago que cruzaron el puente y acudieron a participar en el congreso marginal, éste hubiera pasado desapercibido entre los participantes del Tercer Congreso, aunque no así para la sociedad porque a pesar de todo fue cubierto por importantes medios.

Lo acontecido en Rosario, lo que está en el fondo de ambos congresos, queda para el análisis, en estos apuntes van tan sólo unos destellos de su crónica pero el espacio no da para más. En otras entregas seguiremos señalando contrastes y relieves de Rosario.


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