Conservación y restauración en Brasil: cuestiones esenciales

María Luisa Soares, profesora y jefe del Laboratòrio de Conservação e Restauração (LACRE) de la Fundación Casa de Rui Barbosa (Brasil – RJ), analiza algunos puntos relativos al oficio y a la formación del conservador-restaurador.

Liada al universo de la estética desde su licenciatura en Historia del Arte, María Luisa Soares —o simplemente Kuka— no ha tenido otra salida que no sea la del aeropuerto para complementar su formación como restauradora. Hizo un postgrado que empezó con una especialización en Portugal e Italia. Posteriormente realizó la maestría en Columbia University, EE.UU., y en la Universitat Politècnica de València, España, está en fase de conclusión de su doctorado.

Pero, entre idas y venidas en su carrera académica, en Brasil es responsable por importantes avances en su campo, siendo el principal de ellos el LACRE, o por lo menos todo que está liado al LACRE, el Laboratorio de Conservación y Restauración de Documentos Gráficos de la Fundación Casa de Rui Barbosa. Al final, María Luisa fue una de las responsables por la implementación del proyecto elaborado en 1977. Tres años después, el Laboratorio se transformó en una realidad y empezó a desarrollar varias actividades a partir de enero de 1980.

En esta charla informal sobre su oficio, María Luisa esboza un panorama general sobre lo que ocurre hoy en el mundo de la restauración brasileña, sea respecto a los dilemas académicos, sea respecto a los aspectos más pragmáticos y a los mitos de la profesión —no dejando de mencionar también algunos de sus marcos históricos.

Thatiana Murillo: Hoy día, ¿qué hace Brasil respecto a la conservación y restauración de su patrimonio material? ¿Es poco o los trabajos son mal difundidos?

María Luisa: Respecto a los resultados prácticos, la visibilidad es insuficiente. Además, los trabajos conscientes, desarrollados con metodología, coordinados y ejecutados por profesionales capacitados, no tienen visibilidad en los medios: como consecuencia, la población general los desconoce. Infelizmente, la conservación-restauración en Brasil aún es una área bastante vulnerable, lo que posibilita la proliferación de proyectos sensacionalistas y demasiado comerciales y, lo más grave, sin criterio ético de intervención, ocasionando serios daños al nuestro patrimonio.

Thatiana Murillo: Es un lugar común la idea de que el clima brasileño no favorece la conservación de un inmenso espectro de materiales. ¿Esta afirmación es un hecho plausible o una vieja disculpa para la falta de voluntad política de invertir en el sector?

María Luisa: En los años 70, la ciencia de la conservación se tornó en un factor fundamental en la elaboración de diagnósticos de tratamiento en acervos patrimoniales. El estudio profundo de las características de los materiales, los factores fisicoquímicos y biológicos, y fundamentalmente el estudio de los climas (macro/micro), son considerados herramientas básicas para que el profesional conservador-restaurador pueda elaborar propuestas de intervención. Todavía dentro del estudio de los climas, es importante resaltar que la relación entre temperatura y humedad definió la estrecha relación entre permanencia de los bienes culturales y los procesos de degradación en climas tropicales. En este contexto es fundamental hacer una política de preservación, establecida a través de conceptos técnico/científicos y configurada por una fuerte «voluntad política», no como disculpa, pero sí como afirmación de un compromiso. Aunque haya en Brasil centros capacitados para desarrollar estas propuestas, todavía existe un largo camino a ser recorrido entre la teoría y la práctica.

Thatiana Murillo: Brasil hasta ahora no ha creado una licenciatura en restauración y patrimonio, solamente cursos técnicos (la mayor parte de ellos ubicada en San Pablo) y un postgrado en la ciudad de Ouro Preto (estado de Minas Gerais). Por otro lado, hoy tenemos en cuenta la necesidad de reevaluar el tiempo de duración de varios cursos universitarios, que podrían ser ofrecidos en menos tiempo con la misma eficiencia. Usted, que ya fue responsable por diversos cursos de conservación/restauración en universidades, ¿cómo ve esa cuestión? ¿Cree que el buen restaurador puede formarse a través de un curso técnico o esa formación es insuficiente?

María Luisa: Esta cuestión para mí es particularmente interesante. El establecimiento de los conceptos académicos en la formación del conservador-restaurador es muy reciente. Históricamente hay el reconocimiento de que hasta los años 60 la formación de profesionales en este campo —en su mayoría— era informal, siendo establecida a través de una intensa experiencia práctica. En los años 70, los avances sociales propiciaron en diferentes países el inicio de una formación más sistemática. El deseo de los profesionales conservadores de hacer llegar su discurso corporativo a la sociedad predispone el desarrollo de programas académicos con un fuerte matiz técnico-científico, teniendo en cuenta el reconocimiento profesional. Los programas de formación acompañaban los currículos de las áreas próximas, y la sinergia entre el arte y la ciencia fue la base para el establecimiento de estas propuestas.

En Brasil, nace la ABRACOR el 30 de mayo de 1980, la Asociación Brasileña de conservadores-restauradores, que en ese momento tenía como principal objetivo formalizar el ejercicio de la profesión en Brasil. ¿Cúales fueron los principales obstáculos en este momento? En primer lugar la ausencia de una licenciatura formal en esta área, que pudiera servir de modelo para la homologación de los diplomas. En segundo lugar, la reglamentación de un código de ética profesional y la creación de consejos regionales de carácter normalizador de las distintas actividades de esta comunidad. A lo largo de este periodo, como mencionas en tu pregunta, muchos programas fueron iniciados en diferentes universidades brasileñas, pero sin atender a los requisitos legales mínimos del Ministerio de Educación. En los últimos 20 años, una intensa lucha ha sido desarrollada en distintos foros, con grupos ordenados en comités nacionales e internacionales, buscando ampliar estas discusiones. En este contexto, es posible que cursos de licenciatura de corta duración sean la solución para este impasse —sin perder de vista el perfil social de este profesional, su grado de inserción en esta comunidad y, fundamentalmente, establecer el alcance de su actuación en relación al diploma obtenido.

Thatiana Murillo: Hoy la multidisciplinaridad está en casi toda formación profesional. ¿Cúales son los principales convenios hechos con los restauradores?

María Luisa: Me gustaría establecer dos distintos niveles de convenios: el primero, en un ámbito más horizontal, donde buscamos un consistente diálogo técnico-científico institucional, independientemente de formulaciones de convenios y acuerdos. En este caso realmente el «modo brasileño» predomina y establece un sistema informal de cambios. Este sistema, tanto puede privilegiar la información que algún compañero adquirió a través de visitas técnicas o prácticas, como también el cambio de distintas materias de difícil adquisición en el mercado.

El segundo nivel de convenios —que yo clasificaría como diálogos más verticales— está en nuestra participación activa junto a los centros de pesquisas nacionales e internacionales. Este cambio propicia un diálogo permanente y respalda nuestros compromisos con las instituciones cuando tenemos en manos la responsabilidad de coordinar determinadas acciones de preservación. Es creciente la participación de brasileños en las citas y congresos internacionales, lo que fortalece una red de comunicaciones de alto nivel.

Thatiana Murillo: El mercado de trabajo está siempre sufriendo cambios. Al medio y largo plazo, ¿qué caminos o nichos ve usted para los que tienen ganas de tornarse profesionales de la restauración?

María Luisa: Siempre que inicio un programa de formación, me lo pregunto: ¿qué enseñar de concreto para esta nueva generación que busca una formación sistemática en esta área? ¿Para donde conducir estas cuestiones sin ser demasiado pesimista? El hecho de no existir un procedimiento regular para el proceso de formación posibilita acuerdos perversos, donde muchas veces la competencia no es el requisito básico para la indicación de prácticas o para una beca de estudios. Siendo muy realista en este momento: no me gustaría decirlo, pero, la verdad es que el camino correcto para una mejor formación en este campo pasa, sin duda, por el aeropuerto internacional; además de mucha suerte para hallar la persona correcta en el lugar correcto en el momento correcto.

Thatiana Murillo: Usted hizo postgrados fuera de Brasil y tuvo la oportunidad no sólo de conocer el trabajo de restauración/conservación en muchos países de Europa y en los EE.UU., así como también las investigaciones que allá son realizadas. ¿Cree que existe hoy día un buen intercambio entre nuestros profesionales y los del exterior?

María Luisa: Como ya contesté anteriormente, los profesionales brasileños están ganando, a través de un gran esfuerzo personal, el reconocimiento de sus proyectos en centros de pesquisa y universidades en el exterior. Existe una facilidad en establecer un diálogo académico, cuando las cuestiones pasan por bancas y foros reconocidos, donde el requisito mínimo es la capacidad profesional de las parejas envueltas en este diálogo.

Thatiana Murillo: ¿Cúal el trabajo más difícil de restaurar que hizo usted?

María Luisa: Esta pregunta es recurrente y se establece en el ámbito de la mítica de la restauración. Existe una ilusión alrededor de un trabajo que sea más o menos difícil respecto a los daños presentados. En este contexto, consideramos que es parte de nuestra labor el desarrollo de metodologías de trabajo que posibiliten una visión técnico-científica de los problemas de cada obra, además de establecer el diagnóstico con la mejor precisión posible.

Cada trabajo tiene su propia magia. El descubrimiento del «aura» del objeto nos posibilita traficar entre conceptos socioculturales alargando la escala de valores simbólicos y estableciendo criterios éticos y estéticos de intervención. Quizás pudiera hablar de las oportunidades de convivir muy cerca, a lo largo de nuestra trayectoria profesional con colecciones y obras únicas de valor universal. Eso si, dentro de nuestra profesión, es muy gratificador. Las obras de gran visibilidad, por distintas razones, aunque sufran los mismos tipos de cuidados, crean una expectativa respecto a los posibles resultados obtenidos.

Thatiana Murillo: Su doctorado trata de cuestiones muy interesantes respecto a la preservación y la memoria del arte contemporáneo en Brasil. Haciendo un resumen, ¿podría decir algo sobre el tema para nuestros lectores?

María Luisa: Mí tesis busca establecer parámetros entre los conceptos tradicionales del rescate (relación permanencia/no permanencia/función) e intervención en objetos de valor sociocultural. Con esta perspectiva, establecer una analogía entre los cambios socioeconómicos de los años 70, las rupturas en el campo simbólico de las artes plásticas y los reflejos de estos cambios en las políticas de preservación y gerenciamiento de acervos. Al establecerse una línea de investigación que privilegie la memoria de lo efímero naturalmente pasaremos a actuar en el campo de los conocimientos simbólicos, donde los profesionales de restauración, saliendo del universo técnico-científico pasarán a desarrollar nuevas formas de diálogos con su entorno. La preservación de la memoria contemporánea posibilitará el rescate de una escala inimaginable de elementos y materias, base estructural de futuras líneas de investigación, sedimentadas solidamente en las ciencias de conservación.

Thatiana Murillo: Si pudiera usted desarrollar un proyecto para incentivar la formación de nuevos restauradores, ¿qué haría en este sentido?

María Luisa: Intentaría establecer un diálogo fluido con los grupos internacionales que siguen estudiando diferentes formas de currículos, basados en las necesidades propias de cada región. Sabemos de programas de éxito de corta y larga duración en África, Europa, EE.UU. y en algunos países latinoamericanos. Analizar estas propuestas, revisar la legislación brasileña, establecer contactos con áreas afines que en Brasil ya pasaron por estas mismas dificultades, y buscar junto al Ministerio de Educación soluciones viables para establecer un programa que sea el espejo de nuestras dificultades y limitaciones. Poner un poco el pie en la tierra e intentar reconsiderar el perfil profesional de los conservadores-restauradores. En un determinado momento, fue importante dar visibilidad y relevancia a una actividad que hasta entonces tenía un fuerte apelo artesanal. A partir de estas consideraciones se ha creado un aura mágica, para fortalecer nuestras posiciones en los debates institucionales. Creo que ya es tiempo de llegar a un equilibrio, analizar la situación cuidadosamente, revisar algunos criterios establecidos en el siglo 19 y pragmatizar el nuevo perfil profesional de los conservadores-restauradores, con vistas a una propuesta de trabajo para el siglo 21. Para concluir, creo que en los últimos 20 años, hubo muchos cambios en nuestras universidades y la posibilidad de establecerse programas de corta duración, podría ser el inicio de una propuesta coherente en relación a los problemas de formación hallados en distintos puntos de Brasil.

*Esta entrevista también será publicada en portugués en «O Cisco». Pincha en: http://www.ocisco.net/thati.htm


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