Carta a mis compatriotas

Quiero tratar de entender que es lo que esta pasando en mi país. En estos días conversaba con un amigo por teléfono y él me decía, que el problema de los venezolanos es que no entienden qué es lo que está pasando en el mundo. Las guerras, el petróleo, Saddam, etc., y además no se dan cuenta de que Chávez es el nuevo líder revolucionario.

Tal vez sea cierto y el problema tenga que ver con la ignorancia geopolítica y estratégica de nuestro pueblo o quizás como piensan este tipo de revolucionarios trasnochados, el Imperialismo ya nos tiene adormecidos entre sus brazos y nos doblegó el alma al punto de llevarse nuestras conciencias y negociarlas en Wall Street. Tal vez yo no tenga la respuesta. Lo cierto es que debemos buscar la raíz del problema y esa debe estar dentro de cada uno de nosotros. Sólo les pregunto a mis amigos ¿Qué es lo que realmente queremos para nuestra patria? De qué se trata esto? Acaso de una competencia para ver quién es más venezolano que el otro, o quién es más Bolivariano o más radical. O hablamos de ver quién cacerolea más, o quién golpea y persigue más periodistas. Si estas son las opciones, de verdad vale la pena preocuparnos por quién va a ganar?

El país se va quedando en las manos de borrachitos de plaza, recogelatas, buhoneros, pandilleros, cabilleros, tirapiedras, generales eructantes o políticos corruptos y devaluados; esos son los nuevos líderes de la patria. Triste, pero inclusive si volvemos a la normalidad un día, la verdad es que Venezuela ya no puede ser la misma. El venezolano está dividido entre hermanos y sólo le importa preservar los pocos privilegios que tenía. Ya se olvidó todo lo bonito que caracterizaba a nuestro pueblo y lo que nos popularizó.

Quién no recuerda haber ido una Semana Santa a visitar a la familia en el interior del país y darse cuenta con orgullo que en esos pueblos -pobres en dinero pero ricos en tradición- costumbres, cultura e historia, estaban las raíces de todos nosotros como nación. Que conocer a toda esa gente bella sin importar el color, la religión, la posición social y mucho menos la ideología política, era una aventura enmarcada dentro del paisaje divino de Venezuela. Q esta con sus llanos, montañas y playas nos brindaban la oportunidad de formar una gran familia de hermanos en la búsqueda de una nación moderna, la Venezuela del mañana, la patria de nuestros hijos y nietos

Por definición el venezolano siempre fue una persona respetuosa de las opiniones adversas y en el país convergían las más variadas tendencias e ideologías políticas, las cuales siempre fueron admitidas y respetadas. Adecos, copeyanos, socialistas, comunistas, de todo un poco, con la excepción claro está, de los grupos radicales que encontraron en la lucha armada la fórmula para ser escuchados. Pero mal que bien siempre se supo que la violencia es el arma de los que no tienen la razón.

A mis amigos que están en la oposición me siento en la obligación de alertarles, que esta lucha que están llevando en contra de un régimen, no puede ser una lucha de viejos intereses políticos en busca de espacios perdidos. El sectarismo político tiene que ser dejado de un lado de una vez por todas, porque no es con paros arbitrarios e inconsultos ni con marchas interminables, ni con falsos líderes que vamos a lograr una Venezuela próspera. El secreto está señores en la participación de la sociedad civil en el control de la gestión pública, a través del ciudadano común. Ese que no tiene aires de político almidonado, ni se cree un semi-dios refundador de repúblicas o la reencarnación de libertadores. Ese hombre común es el que debe reclamar sus derechos, como la calidad de las escuelas de sus hijos, de los hospitales y demás problemas que a diario nos atosigan. De esta manera se integrará en la persecución del bienestar común. Eso es lo que hay que entender e incentivar. El pueblo debe exigir respuestas a sus dirigentes. Y estos deben oír el sentir de la gente, jugar el papel de protagonistas haciendo uso de los más altos valores morales y espirituales.

Este país no se arreglará con fanáticos alabadores de ídolos de papel que entre los efectos embriagantes de discursos demagogos y fascistas, demuestran su euforia arremetiendo contra aquellos que no comparten su ideología, porque esto sólo los convierte en piratas con rumbo desconocido a la caza de una fortuna.

Ni con burócratas oportunistas, ni con payasos de circo, que renuncian a uno u otro bando por la conveniencia de tener un buen cargo y una pequeña cuota de poder. Basta ya de engaños, dejemos esto a un lado. No podemos defender lo indefendible que es adonde nos llevará esta nave llamada revolución, con la cual se han atrevido a manchar el nombre del Libertador con todo este derrape de corrupción escandalosa y grosera sin precedente alguno.

Se le suma a esto, ese toque de sabor autoritario y represivo, que como quien no quiere la cosa, se ha ido asomando poco a poco. Han utilizado el sector de las Fuerzas Armadas que han logrado comprar, para darle apariencia institucional al brazo armado paramilitar que han sembrado por todo el país. Cuyo nombre, por cierto, debería haber sido el de círculos del terror, círculos Chavistas o sectas diabólico-Chavistas.

Con mucho respeto debo decirles a mis amigos, que aún son simpatizantes del Régimen,   que respeto su opinión su forma de pensar, pero lo que no puedo hacer es cerrar los ojos y hacerme el ciego ante la realidad. Acuérdense que en tierra de ciegos, el tuerto es el que manda y es precisamente eso lo que está viviendo hoy en día nuestra Venezuela. El señor Chávez, demagogo populista encantador de serpientes, aprovechándose de la misma ignorancia que mencioné antes, ha procurado perpetuarse en el poder tomando el control de todas las instituciones reprimiendo con fuerza brutal a los pocos que no se han arrodillados ante su avasallante poder, que por cierto le fue otorgado legítimamente a través del voto popular, ya no recuerdo con qué cantidad de promesas electorales irreales.

¿Es esto lo que ustedes estaban esperando? ¿Es acaso este modelo de prosperidad del cual me hablaron alguna vez? ¿Es esta la herencia que le vamos a dejar a nuestros a hijos? Creo que no, este fracaso hay que enfrentarlo y buscar una salida que le convenga al colectivo sin mezquindades; los intereses del país están en juego.

Señor Chávez, le ha llegado la hora de rendir cuentas. Ya está pisando los 1500 días de gobierno o casi cinco años, y el pueblo le está pidiendo paso, le toca la bocina y le pide que se aparte, que no siga engañando a personas como mis amigos, que dentro de su ingenuidad, creen en usted.  No los siga defraudando, de el ejemplo, sepa retirarse con humildad y honor, y no haga que el país se vuelva a manchar de sangre. No siga culpando a otros de sus errores. Usted es el del discurso incendiario, usted es quien provoca el conflicto. Todavía está a tiempo de que no traiga más desgracia. ¿Valen la pena más muertos, heridos, huérfanos, exiliados para imponer su revolución? Es ese el costo que estamos pagando los venezolanos para complacerlo a juro. Usted no puede imponer al resto de los venezolanos lo que usted tiene en su cabeza, porque yo creo que ni usted mismo lo sabe realmente. Entienda de una vez y para siempre que usted no es más   venezolano que nadie. Usted trató de hacer el trabajo y simplemente no pudo, sométase a la voluntad popular llame a elecciones y si usted gana me callo la boca y lo dejo quieto hasta las próximas elecciones, siempre y cuando no se meta con lo que no debe, porque la democracia para nosotros es sagrada.

En cuanto a mis amigos revolucionarios sólo me queda enviarles mis saludos y mi afecto con la firme promesa de que en mí tendrán un amigo con el podrán discutir e intercambiar ideas sobre la realidad y el acontecer de Venezuela, en un marco regido por la tolerancia y el respeto. Y no sólo de política sino como antes, de las cosas que nos apasionan como el beisbol o los caballos o lo que sea, cosas que en vez de separarnos nos unen. Pero les doy un consejo, muy sincero, defiendan siempre lo que piensan, más aún cuando crean que es justo. Usen todas las armas que les dio el pensamiento. Pero no defiendan hombres, defiendan sus   ideales. No se obsesiones con figuras infladas circunstancialmente, no se dejen usar como peones de ajedrez, acuérdense que en tierra de ciegos el tuerto es el rey, sean ustedes mismos, abran los ojos y despierten de ese sueño de títeres que reposan esperando a que alguien los mueva y los maneje a su antojo. Hombres sin personalidad propia, fantasmas vacíos que no asustan a nadie. Vuelvan amigos, que todavía están a tiempo, Venezuela los necesita. Llegó la hora de sanar las heridas y cicatrices que le propinamos a nuestro pueblo. Es el momento de abrir las puertas de nuestros corazones y comenzar la reconstrucción de la patria con la que un día soñó el Libertador.


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