Biografía de John F. Kennedy

Cuando Joseph Kennedy y Rose Fitzgerald, padres del futuro presidente de los Estados Unidos, contrajeron matrimonio en 1914, se selló la alianza de dos de las familias más influyentes de Massachussets. Los Kennedy eran propietarios de una importadora de licores a la que le debían su fortuna. Rose era hija de John Francis Fitzgerald, alcalde de Boston, quien había sido rival político de Patrick Kennedy, padre de Joseph, en la candidatura por el senaduría del estado pero había perdido.

Fitzgerald era inmigrante de segunda generación, y uno de los políticos más admirados de la historia del estado. Sobre todo porque su paso a la historia estaba marcado con un asterisco: fue el primer alcalde de los Estados Unidos cuyos padres habían nacido en Irlanda.

La historia de los Kennedy era una generación más vieja. En 1880 Patrick Joseph Kennedy, abuelo de JFK, trabajaba en los puertos de Boston cuando se le presentó la oportunidad de hacer negocios por si mismo. Con dinero prestado por su madre y tres hermanas , compró un bar en una barriada pobre, y aunque nunca había sido un hombre de negocios, el salón resultó ser un éxito. Para 1885 ya era el dueño de dos y había fundado la empresa que convertiría a su hijo en uno de los hombres más poderosos de los Estados Unidos; la P.J. Kennedy and Company.

Gracias a ella la familia pronto pasó a formar parte de la sociedad local y Kennedy empezó a utilizar sus bares como plataforma política. En ese entonces había un importante movimiento en Washington a favor de la prohibición de la producción de licores, lo cual amenazaba su fortuna, por lo que con el apoyo de estas empresas, Kennedy se convertiría en un importante líder demócrata que no perdía el tiempo en denunciar la movida como fascista. Buscando expandir su influencia política, Patrick se casó en 1888 con Mary Augusta Hickey, la hija de un próspero empresario bostoniano, elevando su nivel de respetabilidad y su base política. Por esto, cuando el partido demócrata lo nominó a la senaduría del estado en 1892 su triunfo fue dado como un hecho. Su rival por el puesto había sido John Francis Fitzgerald, futuro padre de su nuera.

El 6 de septiembre de 1888, Mary Augusta dio a la luz a quien sería el sucesor de su padre y progenitor del futuro presidente de los Estados Unidos, Joseph P. Kennedy. Como su padre, Joseph era un hombre de negocios natural con pocos escrúpulos. Estudió en Harvard, donde a pesar de la fortuna familiar, fue objeto de la discriminación anti-católica y anti-inmigrante de principios de siglo. De esto concluyo que no era suficiente ser millonario para ser respetado. Había que tener poder, y la mejor forma de obtenerlo era mediante la política.

Kennedy inmediatamente se dedicó a heredar la imagen de hombre respetable y de familia que había sido el éxito de su padre, y se unió a las filas del partido demócrata. Pero los negocios familiares exigirían más de él en los siguientes años. En 1919, el gobierno aprobó la enmienda numero dieciocho de la constitución norteamericana. En ella se prohibía la manufactura, venta, importación, exportación o transporte de licores, pero a pesar de la amenaza Joseph supo aprovechar la oportunidad para aumentar su fortuna.

Kennedy se asocio con las familias mafiosas de las grandes ciudades, Boston Nueva York y Chicago, con quienes estableció una red de distribución para el licor que traía ilegalmente desde Europa y Canadá. Mientras la familia Luciano y otros hacían el trabajo sucio, Joseph seguía manteniendo su imagen de hombre respetable y de familia, persiguiendo su ascenso en la política del estado que era lo que en realidad tenía como objetivo. Pero sus relaciones con la mafia serían la comidilla de sus adversarios políticos de allí en adelante y tendrían un impacto directo en la historia de su familia de los años por venir.

Aunque sin trabajo aparente, la fortuna de los Kennedy siguió creciendo durante la prohibición, y la misma llegaría a niveles extraordinarios cuando Joseph se entero que la misma estaba a punto de ser repelida. Utilizando contactos que tenía en Washington, Kennedy obtuvo permisos para importar whisky como clasificándolo como «medicina». Las cantidades eran astronómicas, y al llegar a los Estados Unidos las guardo en un deposito esperando la caída de la prohibición. Con los mismos contactos tuvo acceso a los dueños de las destilerías en Escocia, de quienes obtuvo la licencia de las marcas Haig & Haig, Dewar’s y Gordon’s, para cuya futura distribución fundo la Somerset Importers Inc. Cuando la prohibición fue eliminada el 5 de diciembre de 1933, Joseph Kennedy estaba listo para convertirse en uno de los hombres más ricos del mundo.

Sin embargo, aunque lucrativo, los licores no serían como haría el grueso de su fortuna. En 1919 Kennedy fue contratado como gerente de la Hayden, Stone and Company, una empresa financiera donde se convirtió en un experto en el manejo de acciones en el mercado de valores. Con acceso a información secreta sobre el estado financiero de ciertas empresas, sus negocios con Wall Street lo convirtieron lo convirtieron en una leyenda local en poco tiempo. Utilizando esta información, Joseph traficó con información confidencial, aprovechando la falta de regulación legal en el mercado de valores y poco antes de la llegada de la Gran Depresión, Joseph Kennedy se retiró de Wall Street.

La mayoría de los historiados concuerdan en que los negocios de Kennedy estaban lejos de ser legales, empezando por el tráfico de licores desde Europa y Canadá y siguiendo con su estrategias especulativas que habían sido la causantes de la debacle financiera de los años veinte. Pero una década más tarde, Kennedy era lo suficientemente rico y respetado como dedicarse a esas pequeñeces.

La empresa familiar, que había crecido hasta convertirse en una de las más importantes del país, le ayudó a tener la visibilidad que necesitaba y en 1934 Franklin Roosevelt, buscando un experto que lo ayudara a corregir la debacle de Wall Street, lo nombró presidente de la Comisión de Cambio de Valores (SEC). Sus conocimientos sobre como se llevaban a cabo los negocios sucios era bien sabido, y durante su breve paso por la SEC se encargó de reconocer e ilegalizar las prácticas que lo habían hecho rico no hacía mucho tiempo atrás.

Rose y Joseph tuvieron el primer hijo Joseph Kennedy Jr. el mismo año del matrimonio. Ocho más seguirían en corta sucesión a pesar de las crecientes tensiones en la pareja, incluyendo a John el 29 de mayo de 1917. La principal causa de los problemas entre el matrimonio era uno de los negocios elegido por él tras su retiro de Wall Street: Hollywood.

En California Kennedy se dedicó a la producción y distribución de películas, sirviendo de consultor para varios estudios, donde su fama como ladies man llegó a tener dimensiones míticas. Su amante más notoria fue Gloria Swanson, a quien en una ocasión llegó a tenerla como huésped en su casa. Pero Rose, antes que preocuparse de las correrías de su esposo, se dedicó al trabajo de criar sus nueve hijos que ya eran motivo suficiente de preocupación. En especial por dos de ellos. Uno que parecía haber estado enfermo desde el nacimiento, John, y una hija que parecía sufrir cierto retraso mental, Rosemarie.

Antes de cumplir los tres años, Jack, diminutivo inglés de John, ya había sufrido de escarlatina, viruela y lechina. Esto lo marcó desde joven, haciendo que su padre pusiera en Joseph todas sus expectativas. Kennedy era un padre exigente que imponía un espíritu de competencia entre sus hijos que iba más allá del simple juego. El rugby y las carreras en bicicleta usualmente terminaban en un viaje al hospital. Especialmente para John Kennedy, quien por debajo de él sólo tenía a sus hermanas hembras y a Ted y Robert que eran demasiado jóvenes como para involucrarse en cualquier actividad física con ellos.

En 1936 John Kennedy se matriculó en Harvard, universidad a la que asistía Joseph, y donde era un estudiante destacado y una figura del equipo de fútbol americano. Apenas pudo, John trató de emular a su hermano y empezó a entrenar con el equipo de fútbol. Pero Kennedy no era precisamente un muchacho atlético, por lo que su intento casi terminó en tragedia cuando durante un juego sufrió la ruptura de un vértebra. John Kennedy nunca se recuperaría de este accidente y el dolor crónico en la columna lo atormentaría toda la vida.

La diferencia entre ambos hermanos se haría más evidente con el paso de los años. John parecía no tener ningún interés en estudiar, y su ambición no parecía ir más allá de mañana. Joe, en cambio, había anunciado a toda la familia que él sería el primer presidente católico de los Estados Unidos con tal firmeza, que nunca nadie lo dudó por un segundo. Especialmente su padre, quien desde ese momento se convertiría en el principal promotor de la carrera política de sus hijos, empezando a soñar él mismo con la Presidencia de los Estados Unidos.

La posibilidad de que esto sucediera llegó en la cúspide de su poder en la administración de Roosevelt. A finales de 1938, Kennedy fue nombrado embajador en Inglaterra, el puesto diplomático más importante del país, entonces descrito como un trampolín a la Casa Blanca. Para hacerse cargo de la embajada Joseph mudó a toda la familia a Londres, con excepción de John y Joe que aún estaban estudiando en Harvard. Aprovechando la posición de su papá, John viajó por Europa y el Medio Oriente durante las vacaciones de verano de ese año, y tras regresar a Harvard empieza a estudiar historia y asuntos de estado. Pero su nuevo interés por la política se vería cortado por eventos más allá de la imaginación de cualquiera.

En 1938 Europa estaba al borde de la guerra, y la recomendación de Kennedy como embajador era la de hacerse a un lado. Kennedy, un isolacionista y antisemita, opinaba que era mejor tratar con Hitler y evitar que los Estados Unidos se vieran envueltos en un conflicto que parecía inevitable entre Alemania e Inglaterra. Su opinión, por supuesto, escandalizó al gobierno inglés, incluyendo al futuro primer ministro Winston Churchill, que confiaban en el apoyo de los norteamericanos. La opinión de Kennedy estaba en línea con la del pueblo norteamericano, aunque no por las mismas razones, por lo que pensó que manteniendo su posición, podría competir en las siguientes elecciones presidenciales. Esto le ganó el odio de Roosevelt.

Kennedy tenía acceso a las comunicaciones personales entre Rooselvelt y Churchill, y pretendió utilizarlas para chantajear al presidente. En ellas Rooselvelt ya planeaba su intervención en la guerra, que era todo lo contrario de lo que le decía al público estadounidense. Gracias a esto Kennedy trató de picar adelante, y pidió autorización para reunirse con Hitler. Cuando se la negaron, lo hizo con altos oficiales nazis, poniéndose a si mismo en una posición comprometedora. Cuando la entrada en la guerra se hizo inevitable, Kennedy fue forzado a renunciar en 1940.

Con la pérdida del cargo Joseph se convirtió en el primero en su familia en sufrir la consecuencias de la guerra. Joe Jr., quien servía como aviador en Europa sería el siguiente. Mientras llevaba acabo una misión sobre Alemania murió al ser derribado por baterías antiaéreas. Más tarde su hija mayor, Kathleen, quien se había separado de la familia por haberse casado con un protestante, moriría en un accidente de aviación.

En medio de la tragedia, Rosemarie se había vuelto sumamente inestable. Los historiadores nunca han comprobado si realmente sufría retardo mental alguno, y según varias versiones simplemente era desequilibrada o rebelde. Sea como fuera, la posición de Joseph Kennedy no podía darse el lujo de una situación embarazosa con su conducta y para quitarse la carga de encima ordenó que le practicasen una lobotomía frontal. Rosemarie, ahora sin más intelecto que una niña, fue enviada a un convento de por vida. Hasta su muerte Joseph Kennedy sufriría el cargo de conciencia por su decisión.

Con el conflicto diplomático con Inglaterra y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, los sueños de Joseph de convertirse en presidente fueron destruidos. Jamás volvería a ocupar un cargo público, pero esto sólo lo hizo dedicarse a perseguir el mismo objetivo a través de sus hijos. Joe había muerto, pero aún estaban John, quien en ese entonces servía para la Marina en el Pacifico Sur, y Robert, que aún estaba en secundaria. Ted era aún muy niño para tomarlo en cuenta.

En 1940 John Kennedy se graduó en Harvard con un grado en Ciencias. Su tesis, un libro llamado «Porque Inglaterra durmió», un ensayo en las causas de la debilidad política inglesa fue publicado ese mismo año. Al año siguiente se enroló en la Armada y se convirtió en oficial de inteligencia. Cuando los Estados Unidos entraron en la guerra en 1941, Kennedy fue transferido a una unidad torpedera y de vigilancia, un PT Boat (Patrol Torpedo) como comandante.

Los PT Boats eran posiblemente las naves mejor armadas de toda la marina, siendo capaces de hundir un destructor sin ninguna ayuda. Por esto mismo, cuando en agosto de 1943 su bote se consigue con un destructor japonés en los alrededores de las Islas Salomón, los nipones deciden no luchar contra la embarcación. En cambio, cambian el curso y se dirigen directamente hacia ella. El destructor, literalmente, le pasó por el encima la bote de Kennedy, matando a dos miembros de la tripulación. Kennedy junto a otros cinco marinos logran salvarse flotando en los restos del bote, y tras cinco horas de lucha logran llegar a una isla.

El accidente revivió la vieja herida en la espalda de Kennedy, por lo que en diciembre de 1943 fue enviado de vuelta a los Estados Unidos, donde fue ascendido a teniente y finalmente se da de baja en 1945, tras servir como instructor de patrulleros en la Florida. Durante los siguientes años en la vida civil, Kennedy se dedicó al periodismo, cubriendo la conferencia de las Naciones Unidas en San Francisco y las elecciones inglesas de 1945.

Este fue un periodo de descanso para Kennedy, durante el cual disfrutó de las ventajas de ser un joven millonario y atractivo. Lo cual, en una época en la que se empezaba a perfilar la teoría de que las elecciones no las ganaba el mejor, sino el que lucía mejor lo convirtió en el vehículo ideal de las ambiciones de su padre. Ayudado por el magnate periodístico Randolph Hearst, Joseph empezó a crear el mito con el que más tarde sería conocida su familia: Camelot.

John era un héroe de guerra, por lo que no tuvo problemas en ser elegido como Edil en Massachussets en 1946. Y tras seis periodos en el curul del estado, como senador por el partido demócrata en 1952. Desde su entrada en la política Joseph había dejado en claro que el objetivo de su campaña era la presidencia, por lo que John se apresuró a establecer su base desde la toma del cargo. La causa de los derechos civiles, los beneficios sociales, el financiamiento de la educación, el relajamiento de las leyes migratorias y la recuperación y defensa de Europa Occidental se convirtieron en su credo. Sin embargo, las relaciones de Joseph con la mafia durante la prohibición, se volvieron una carga pesada a medida que la estrella de John Kennedy empezó a brillar por si misma.

En la campaña por el senado en 1952 empezaron a correr rumores acerca del estado civil de Kennedy. La fuente de estos rumores eran las investigaciones de sus adversarios en el pasado de la familia, en la que salió a relucir el nombre de Sam Giancana, uno de los grandes capos de la mafia. Según fuentes allegadas a Giancana, por encargo de Kennedy el mafioso se había encargado de eliminar cualquier prueba que existía de un matrimonio que Joseph consideraba inviable para las aspiraciones políticas de John. La supuesta esposa era Durie Malcolm una mujer de Palm Beach, Florida, que se había divorciado dos veces y para la ira de Joseph, era protestante.

Kennedy siempre negó que fuera verdad, pero los rumores persistieron. Aumentando cuando Kennedy contrajo matrimonio con quien se consideraba por las páginas de sociales como una de las solteras más codiciadas de Nueva York, Jacqueline Bouvier. Aunque los rumores del matrimonio anterior no tenían sustento, la creencia de que su matrimonio simplemente había sido desaparecido, lo que convertía oficialmente en un bígamo. Aun así, desde la prensa, sobre todo en aquellas propiedad del imperio Hearst, otro de los nombres frecuentemente nombrado en éstas páginas era el de Kennedy mismo. Jackie tenía 24 años. Kennedy 36.

Hearst no tardó mucho en convertir al matrimonio en una celebridad, lo cual eran perfectas para las ambiciones de Joseph, quien empezaba a perfilar sus esfuerzos hacia la carrera presidencial de 1956. Kennedy se había lanzado como candidato a la vicepresidencia y perdió por un margen estrecho que convenció al partido del potencial del senador. Pero a pesar de los deseos de empezar a trabajar de inmediato en la campaña de 1960, John se vería obligado a dejar el senado un tiempo.

Desde niño JFK había sufrido de varios tipos de dolencias, sobre todo como consecuencia de su herida en la espalda, pero estos males siempre habían sido mantenidos en secreto por temor a que influyeran en su carrera política. Y cuando la posibilidad de ser candidato presidencial se vislumbró tras su derrota en 1956, el temor se convirtió en pánico. Durante su retiro del senado Kennedy fue intervenido quirúrgicamente en dos ocasiones, pero esto no ayudo a aplacar el dolor en la espalda que ya en estado crónico lo obligaba a tomar hasta doce tipos de medicinas al día para combatir el dolor y los efectos secundarios de las drogas.

Sus archivos médicos revelan que Kennedy tomaba codeína, demerol y metadona para el dolor. Meprobamato y librium para la ansiedad; barbitúricos para poder dormir y Ritalin para mantenerse despierto. Además de esto necesitaba de hormonas tiroideas y gamma globulina para combatir las infecciones urinarias a las que frecuentemente se veía expuesto. Para cuando Kennedy finalmente se lanzó como candidato presidencial en 1960 había sido diagnosticado con la enfermedad de Addison y estaba siendo tratado con anti-espasmódicos por una colitis crónica, antibióticos para las infecciones, y antihistamínicos para las alergias.

Uno de los efectos secundarios de su tratamiento eran los cambios de humor, los cuales eran tratados con drogas anti-psicóticas. Esto resintió la relación con Jackie, y más tarde que temprano Kennedy empezó a ver otras mujeres incluyendo amantes que había mantenido desde antes de ser elegido para el senado. Estas escapadas dieron comienzo a su relación amor odio con la CIA y el FBI, el cual estaba en manos de Edgar J. Hoover. Que Hoover, tuviera en su poder información sobre todos los movimientos del futuro presidente sólo ayudaba en hacerlo más vulnerable a las intrigas que le amenazarían en el futuro.

Según estudiosos de sus archivos médicos, John Kennedy no pasaba un día sin sufrir dolor, lo que era visto con preocupación por los que apoyaban su candidatura. Y el temor no era infundado. Cuando Lyndon Johnson, su contendor por la candidatura, se enteró de que sufría de la enfermedad de Adisson inmediatamente lo hizo público. La respuesta de la plataforma de Kennedy fue inmediata y tajante, esto era completamente falso y sus doctores inmediatamente publicaron una carta abierta donde confirmaban que el estado de salud del candidato era poco menos que perfecto.

Mientras se recuperaba de las operaciones, Kennedy se dedicó a escribir el libro «Profiles in Courage», que ganaría el premio Pulitzer en 1957, el mismo año en que nació su primera hija, Caroline. Jacqueline Kennedy saldría embarazada cuatro veces durante el matrimonio con Kennedy, pero sólo Caroline y John Jr. sobrevivirían la infancia.

«Profiles in Courage», un best-seller nacional acerca de la vida de senadores estadounidenses que habían arriesgado sus carreras por apoyar las ideas en las que creían, sería objeto de suspicacias por parte de los críticos literarios y adversarios políticos. El libro le daba a Kennedy las credenciales intelectuales necesarias para lanzarse a la presidencia, pero aunque él concibió la idea del libro y supervisó su publicación, se creía que en realidad había sido escrito, entre otros, por su asistente Ted Sorensen, a quien se le describía como su alter ego. Sorensen fue el responsable de la mayoría de los discursos de Kennedy y cuando este dijo en su discurso inaugural «No preguntes que puede hacer tu país por ti, sino que puedes hacer tú por tu país» quien hablaba era la pluma de Sorensen.

Kennedy se lanzó como candidato a la presidencia en 1960, y fue obligado a elegir a Lyndon B. Johnson, su adversario por la candidatura, senador por Texas, y amigo personal de Edgar Hoover, como su vicepresidente. Johnson detestaba a Kennedy y viceversa, pero con el FBI en manos del tejano, no fue muy fácil convencerlo de la movida. Además de los reportes sobre sus infidelidades, enfermedades y nexos con la mafia, la CIA había abierto una investigación basada en informaciones acerca de la posible compra de votos por parte de Joseph Kennedy. Los nombres de Bobby y Ted Kennedy también aparecían en la investigación.

Joseph Kennedy tenía enemigos de sobra tanto en el liderazgo del partido demócrata, como en los bajos mundos de Nueva York y Chicago. Esto contribuyó a que, a pesar de su popularidad, la candidatura de su hijo se viera envuelta en la toda clase de maniobras para desprestigiarlo.

Sin embargo, el patriarca de los Kennedy era más hábil de lo que sus enemigos lo suponían, y así como sus enemigos tenían informaciones que podían hundir las aspiraciones políticas de sus hijos, él mismo guardaba secretos que eran tan valiosos como para dejarlo hacer lo que quisiera. Pero esto no detuvo a sus adversarios de atacarlo indiscriminadamente.

El método más fácil e indirecto de hacer esto lo hallaron en la religión de Kennedy. Kennedy era católico, y de ganar se convertiría en el primer presidente de esa religión. Con las heridas de la segunda guerra mundial aún abiertas esto no era nada bueno. Hitler había sido católico, y su padre se había reunido con el alto mando alemán poco antes de la guerra con la esperanza de llegar a un acuerdo con los nazis. Además, en el pasado, aspirantes católicos a la presidencia habían sido literalmente aplastados en las elecciones.

A diferencia de la iglesia protestante, la iglesia católica ejercía una fuerte influencia en los gobiernos de los países en donde era mayoría, por lo que los republicanos trabajaron duro en crear la ilusión de que si Kennedy llegaba a ser presidente, Roma empezaría a influir en su forma de manejar el gobierno. Esto lo obligó a expresar su creencia en la separación de la iglesia del estado repetidamente, hiriendo su campaña. Aparte de esto, su contendor, Richard Nixon, que había servido como vicepresidente durante la administración de Eisenhower, lo atacaba por su juventud, tachándolo de inexperto e incapaz de administrar un gobierno. Kennedy, entonces de 43 años, sería el presidente más joven en la historia de los Estados Unidos. Roosevelt había llegado a la Casa Blanca de 42, pero no había sido elegido, había suplantado a William McKinley en 1901 tras su asesinato.

A medida que la campaña por la presidencia avanzó, Joseph Kennedy vio con preocupación como Richard Nixon empezaba a ganar terreno. Buscando allanar el camino para John, Joseph se puso en contacto con sus antiguos aliados en la mafia. Especialmente el más cercano a él, Sam Giancana. Giancana, que había crecido hasta convertirse en la cabeza del crimen organizado en Chicago, estaba dispuesto a ayudar, aunque a nivel personal el mafioso no gustaba de Kennedy. A Giancana le disgustaba el siempre sonriente Kennedy y su fachada hipócrita de buen católico y hombre de negocios mientras por dentro no era sino un ladrón más. «Si alguna vez hubo un criminal, ese era Joe Kennedy» le había confesado a su familia en una ocasión. Pero no por esto iba a perder la oportunidad de estar de buenas con quien pronto podía estar en una posición de poder.

Kennedy le pidió dos favores a Giancana su ayuda para obtener el voto de los miembros de los sindicatos que tenía bajo su control. Y que detuviera los planes de Eisenhower de asesinar Fidel Castro. El gobierno de Eisenhower había tratado sin éxito de asesinar a Fidel Castro en varias oportunidades, por lo que como última opción habían reclutado a la mafia para que hiciera el trabajo. Eisenhower y Nixon querían utilizar la «liberación» de Cuba como arma política en las elecciones y Kennedy se había enterado de estos planes por el mismo Giancana. El mafioso le dijo que esto no sería un problema, pero que a cambio tenía que encargarse de un asunto que tenía preocupados a todos los miembros de la cosa nostra norteamericana. El asunto era Robert Kennedy.

Para 1960 Robert ya se había graduado de leyes en Harvard y había servido como miembro investigador de los comités y cazas de brujas de Joseph McCarthy. Como miembro del subcomité permanente de investigaciones del congreso, se había hecho un nombre por si mismo llevando a cabo la investigación y hundimiento de Jimmy Hoffa y otras organizaciones sindicales acusadas de corrupción. Giancana le pidió a Joseph Kennedy que le pidiera a Robert que se retirara del Comité Investigador. Kennedy le prometió a Giancana que Robert se retiraría y que todas las investigaciones con respecto a él serían olvidadas una vez Kennedy fuera presidente.

La lucha contra el crimen organizado de Robert Kennedy no sólo era vista con preocupación por la mafia, sino también por otros sectores de la política. La defensa del trabajador, su apoyo a la lucha por los derechos civiles y los servicios sociales, solo podían significar una cosa a la luz de 1960. Los Kennedys simpatizaban con la izquierda. Robert Kennedy había tratado de inocularse de esta vinculación trabajando para McCarthy, e incluso eligiéndolo como padrino de su primogénita, pero igual las dudas persistieron, especialmente tras su resignación a la oficina de McCarthy en 1953, por desacuerdos profesionales. Quizás por esto la renuncia al Comité de Investigaciones no fue vista con malos ojos por Robert, quien se retiró de ellos para dedicarse a la campaña de su hermano, quien finalmente ganaría las elecciones por menos del 1% del voto popular. Kennedy obtuvo34,226,925 votos. Nixon 34,108,662.

El triunfo de Kennedy fue un triunfo familiar y el que más lo disfrutó fue su padre, Joseph. Pero casi inmediatamente tras la juramentación el ex-embajador sufrió una serie de infartos que le dejaron invalido por el resto de su vida.

Con un conteo de votos tan cercano, los republicanos inmediatamente pidieron un reconteo y denunciaron irregularidades en la votación en 11 estados, incluyendo Illinois, la base operativa de Giancana. Edgar Hoover estaba al tanto de estos movimientos, por lo que utilizó la información que la CIA había recopilado de Joseph y sus relaciones con Giancana para permanecer en la cabeza del FBI. El nuevo presidente, por su parte eligió a su hermano como Fiscal General de los Estados Unidos. Todas las investigaciones por fraude desaparecieron una vez que las mismas llegaron a sus manos, después que John Kennedy fue juramentado como el 35° Presidente de los Estados Unidos el 20 de enero de 1961.

En su primer discurso Kennedy dejo en claro que continuaría la política de Eisenhower en cuanto Vietnam, estableciendo lo que se conocería la «Teoría del Domino». Esto es, si Vietnam caía en manos comunistas, después, vendría, Laos, Camboya, las Filipinas, etc. Con pasión, le pidió al pueblo americano «pagar cualquier precio, aguantar cualquier carga, resistir cualquier sufrimiento, apoyar cualquier amigo, oponer cualquier enemigo para asegurarse de la supervivencia y éxito de la libertad».

Y su primera prueba de que tan lejos estaba dispuesto a ir no tardaría en llegar. Torpemente Kennedy había abogado por poner más presión sobre Cuba. Él sabía de los planes de Nixon y Eisenhower con respecto a la isla y había utilizado este discurso desde temprano en su campaña. Pero cuando tomó el mando y fue informado de los planes reales de la CIA para invadir Cuba, Kennedy no estuvo de acuerdo con ellos. Una cosa era ganar las elecciones, y otra tomar acción. Esto ponía a Kennedy en una situación delicada, los rumores sobre su simpatía por la izquierda no estaban muy lejos y al mismo tiempo no estaba seguro de que la misión fuese a ser un éxito. Expresar su punto de vista sólo llevaría a confirmar las suposiciones.

Giancana había dado su opinión con respecto a esto a Joseph Kennedy. Muchas de las propiedades nacionalizadas por el gobierno fidelista habían sido propiedad de la mafia. Las grandes familias, incluyendo la de Giancana, habían hecho una fortuna a través del control de los hoteles, la prostitución y las drogas durante el gobierno de Batista. A la mafia no le desagradaba la idea de un retorno de sus propiedades, y de hecho fueron reclutados en el entrenamiento y aprovisionamiento de los mercenarios que eventualmente invadirían Cuba. Uno de los proveedores de armas utilizados por Giancana, por cierto, era el dueño de unos bares en Texas, y más tarde jugaría un papel más importante en la vida de los Kennedy. Su nombre era Jack Ruby.

La CIA por su parte presentó el caso como un operación sin posibilidad de falla, convenciendo al gabinete de Kennedy de que Fidel Castro era poco popular en Cuba y que una vez que la invasión comenzara, el pueblo cubano saldría a las calles a recibir a las tropas estadounidenses. Al reunirse con sus consejeros estos a su vez convencieron a Kennedy de que la única manera de actuar era con la invasión, que comenzó el 14 de abril de 1961.

La fuerza aérea cubana fue neutralizada con un bombardeo y el 16 de abril cinco barcos mercantes con 1,400 exiliados cubanos entrenados por la CIA arribaron a Bahía de Cochinos, pero el ataque fue un completo fracaso. A diferencia de lo que la CIA creía, ningún cubano salió en apoyo de los invasores, dos de los cargueros fueron hundidos junto a casi todos los suministros y dos aviones que pretendieron cubrir la operación fueron derribados. En sólo setenta y dos horas todos los invasores habían sido muertos, heridos o apresados por que los refuerzos que se necesitaban para continuar con la invasión nunca llegaron. Kennedy no aprobó su envío.

La operación Moongoose había llegado a final tras una larga lista de fracasos para desestabilizar al gobierno cubano que habían incluido matar a Castro o hacerle perder la credibilidad y el apoyo de los cubanos, que fue lo que al final determinó la pérdida de Bahía de Cochinos. El resultado de la operación, aunque ideada por el gobierno de Eisenhower, golpeó bajo al gobierno de Kennedy, que tuvo que pagar las consecuencias de su indecisión cuando Castro buscó el apoyo de los soviéticos y declaró sus tendencias políticas abiertamente. Al final, los 1,113 prisioneros capturados durante el fiasco tuvieron que ser intercambiados por $60 millones de dólares en comida, drogas, medicinas y efectivo. Kennedy había cometido su primer gran error.

A partir de este fiasco Kennedy desconfió de la CIA, que lo había convencido de llevar a cabo la operación, y para tratar el asunto cubano decidió seguir con los planes electorales de Eisenhower de reclutar a la mafia. Pero por un error de estrategia, cuando John Kennedy nombra a Robert Fiscal General de los Estados Unidos, lo primero que hace es publicar una lista de los mafiosos más importantes del país. El primero en la lista era Sam Giancana. Furioso por la traición Giancana empezó a planear la destrucción de los Kennedys.

Habiendo ganado con un margen tan bajo en las elecciones, los republicanos aprovecharon la ocasión para bloquear la mayoría de las propuestas de Kennedy en el congreso, cuyas elecciones se llevarían a cabo a finales de 1962. Con suerte, pensaban los republicanos, la popularidad de su política cubana tendría el mismo nivel de aceptación en ese entonces, 60% de los americanos la desaprobaba, como para aumentar la mayoría. Pero su falta de decisión en la invasión tendría más consecuencias en el exterior que en Washington. Fidel Castro, quien había seguido de cerca los acontecimientos en los Estados Unidos, se había estado preparando para defenderse, y Nikita Kruschev, entonces premier soviético, vio en el fracaso de Bahía de Cochinos la debilidad que el gobierno americano tenía en el recién elegido presidente.

Por los problemas con la mafia, Kennedy tuvo que seguir confiando en la CIA para derribar a Castro, que tras Bahía de Cochinos se lo había tomado como un asunto personal, gastando más de $100 millones de dólares en un plan que se llevaría a cabo en octubre de1962, meses antes de las elecciones en el congreso. A través del pentágono, Kennedy ordeno que se enviaran tropas a la Florida y empezaron a llevarse a cabo ejercicios tácticos en el caribe. Los cubanos vieron esto con preocupación y así se lo dejaron saber a los rusos, que respondieron con un plan secreto que Kennedy nunca se esperó.

En septiembre de 1962, un avión espía U2 reveló que la Unión Soviética estaba construyendo bases de lanzamientos para misiles tierra-aire en Cuba. Las fotos de los aviones también dejaban ver un incremento en el número de barcos provenientes de Rusia arribando a los puertos cubanos. La relación fue instantánea, y el miedo que los barcos estuviesen trayendo misiles llevó a Kennedy a advertirle a la Unión Soviética que no toleraría que se instalaran armas nucleares en Cuba. Los misiles tierra-aire eran considerados armas defensivas, pero las armas nucleares eran otra historia. Que ya Cuba tuviera misiles aire-tierra, significaba que podían derribar aviones espías. Con sus popularidad en el punto más bajo desde que recibió la presidencia y a dos meses de las elecciones para el congreso, lo que se conocería como la crisis de los misiles cubanos amenazaba con acabar con el poco consenso que Kennedy tenía en el Congreso. Para evitar incidentes mientras buscaba una solución al problema, Kennedy prohibió el vuelo de aviones U2 sobre Cuba, para evitar que el derribo de alguno de ellos lo pusiera en una situación más comprometedora. Además, empezó a comunicarse en secreto con Kruschev en busca de una solución que le beneficiara a ambos. Pero las conversaciones no llegaron a ningún lado. No era ningún secreto que submarinos nucleares rusos ya estaban en posición como para atacar a los Estados Unidos desde el atlántico y el pacifico, por lo que Kruschev creía que tener misiles en Cuba en realidad no hacía ninguna diferencia. Para Kennedy si lo hacía, por que con las elecciones encima, esto podría convertir su presidencia en un verdadero infierno. Diplomáticamente, Kruschev le prometió que no colocaría armas nucleares en la Isla, y Kennedy basado en esta promesa, así se lo hizo saber al pueblo norteamericano.

Pero el 27 de septiembre un espía de la CIA en la isla escuchó en una conversación entre oficiales del gobierno cubano que Cuba tenía armas nucleares. En 15 de octubre otro vuelo revelaría que la Unión Soviética estaba instalando misiles de largo alcance en San Cristóbal. Las tensiones que nacerían de esto pasarían a la historia como «La crisis de octubre». Kennedy se reunió de inmediato con el Comité Ejecutivo del Consejo de Nacional de Seguridad para poner sobre la mesa todas las posibles formas de acción. Los representantes de la CIA aún estaban favor de invadir la isla, pero el consenso era bloquear la isla temporalmente mientras se negociaba con los rusos. Para explicar esto al país, Kennedy encomendó a Ted Sorensen que escribiera un discurso que dejara saber la necesidad del bloqueo a Cuba. Como medida preventiva, se le dio instrucciones a la fuerza aérea de estar preparados para un posible ataque a Rusia y Cuba. Y se ordenó a las tropas en Florida de estar listos en caso de ser necesario invadir, que era si los barcos soviéticos no se devolvían o no se dejaban inspeccionar. Como corolario, Kennedy acordó que si algún U2 era derribado, se bombardeara la isla inmediatamente. La opinión pública mundial inmediatamente reaccionó a la crisis con premoniciones apocalípticas. La carrera armamentista entre Rusia y los Estados Unidos sólo había sido opacada por la carrera espacial, y tras el bombardeo de Japón en la segunda guerra mundial, el horror de que esto pudiese suceder otra vez tomó como rehén al público mundial.

Krushchev, quien llevaba a cabo un purgamiento de la influencia de Stalin en la Unión Soviética había visitado los Estados Unidos en 1959, ofreciendo lo que llamó una competencia justa. Pero la negativa de Washington de permitir la expansión del comunismo a otros países lo habían hecho cambiar su estrategia. En 1960, mientras Krushchev estaba en la Cumbre de Paris un avión espía norteamericano fue derribado sobre la Unión Soviética, lo que lo hizo retirarse de las conversaciones y empezar una campaña en contra de la influencia norteamericana en otras naciones del mundo.

Con el bloqueo en marcha, los barcos soviéticos camino a Cuba se detuvieron antes de encontrarse con los navíos norteamericanos. Khrushchev inmediatamente envío una carta a Kennedy donde iracundo lo acusaba de crear la crisis para beneficiarse en las próximas elecciones. Pero, a pesar de las acusaciones Kennedy mantuvo su posición que era eso o nada. La opinión de sus asistentes era que la guerra era inevitable. Sin embargo, el 26 de octubre, Khrushchev dio paso a la negociación. En esta carta se comprometía remover los misiles de Cuba si los Estados Unidos prometía no invadir la isla. Al día siguiente expandió sus requerimientos al demandar que aparte de eso, los Estados Unidos cerrara las instalaciones nucleares en Turquía.

Kennedy, torpemente había aprobado la apertura de estas instalaciones el año anterior, la cual había puesto armas nucleares en la frontera rusa, y aunque los rusos aparentemente no habían hecho nada al respecto, ahora era obvio que no era así. A diferencia de el episodio con Japón en la segunda guerra mundial, ambas naciones sabían muy bien las consecuencias que implicaban un intercambio atómico. Especialmente uno bilateral. Kennedy quería resolver el asunto diplomáticamente, pero sin ceder terreno político. Durante la crisis su popularidad se disparó a los niveles que tenía cuando ganó las elecciones, pero cualquier error podía acabar con esto. Él era el que estaba en el lado débil del conflicto, ya que Khrushchev era un líder de facto, que no respondía sino a si mismo. Kennedy, si pretendía seguir en el poder, tenía que contar con el apoyo del electorado. Kennedy estaba en las manos de Khrushchev por dos razones. La primera era Cuba, la segunda Berlín. La Unión Soviética había construido el muro de Berlín en el primer año de su presidencia y Kennedy no había hecho nada a pesar de toda la retórica que había expuesto en cuanto al asunto. Y Khrushchev había prometido que tomaría el resto de la ciudad apenas tuviese la primera oportunidad. Si Kennedy dejaba a los soviéticos salirse con la suya en Cuba, Berlín estaba perdida, tanto como cualquier posibilidad de ser reelecto.

Mientras Kennedy estudiaba las propuestas de los soviéticos, recibió la noticia de que un U2 había sido derribado por los cubanos. Como anteriormente había dejado claro que esto pondría en marcha el ataque sobre las instalaciones rusas en Cuba, el Consejo de Seguridad se preparó a girar instrucciones, pero Kennedy se negó. El ataque a Cuba podría obligar la retaliación de los rusos, cosa que definitivamente no era una opción valida, dejando a Kennedy con la otra posibilidad. Aceptar la primera carta de Khrushchev y prometer no invadir Cuba.

Khrushchev aceptó de inmediato y ordenó el desmantelamiento de los misiles. Una semana más tarde se llevaron a cabo las elecciones parlamentarias en los Estados Unidos en donde los demócratas aumentaron su mayoría en el congreso, mayormente gracias a la actuación de Kennedy durante la crisis, que públicamente había sido ganada gracias a su liderazgo. Krushchev por su parte sufrió las reprimendas de los lideres rusos que consideraron humillante su rendición sobre el asunto cubano. Además de esto, su administración había fracasado en una reforma agrícola que había obligado a Rusia a importar trigo de Canadá y los mismos Estados Unidos. Dos años más tarde, el 14 de octubre de 1964, el Comité Central del Estado Soviético lo obligó a dimitir.

Sin embargo sus acciones durante la crisis, no habían estado equivocadas para nada. Cualquier otra decisión hubiese terminado casi inevitablemente en una guerra nuclear que no hubiese sido beneficiosa para ninguno de los dos países. Además, cumpliendo un trato secreto con el líder soviético, tres meses más tarde Kennedy ordenó remover en secreto los misiles nucleares en Turquía y en 1963 ambos países firmaron un acuerdo para prohibir la experimentación con armas nucleares. Para que se evitaran malos entendidos como el que los había puesto a las puertas de la guerra nuclear se puso en funcionamiento lo que se llamó el teléfono rojo o línea caliente. Una línea telefónica directa entre Moscú y Washington.

Pero este no sería el último conflicto armado en el que Kennedy tendría que inmiscuirse. El otro sería uno con algo más de historia.

En el siglo XIX, Napoleón III había invadido Vietnam, que entonces era parte de China. Los chinos trataron de defenderse de la agresión pero finalmente se rindieron en 1885, reconociendo la soberanía francesa. En los siguientes diez años Laos y Camboya, que fue rebautizada como Indochina, pasarían también a manos de los franceses. La invasión por Napoleón había sido consecuencia de la violencia desatada por el ex-emperador vietnamita en contra de los misioneros franceses. Por esto los cargos públicos eran asignados sólo a aquellos que aceptaban la asimilación, ocasionando el exilio de miles de vietnamitas que no estaban dispuestos a hacerlo.

Las cosas se mantuvieron igual hasta 1940, cuando los japoneses invadieron Vietnam. Francia, que ya estaba ocupada por los nazis, decidió que no valía la pena luchar en dos frentes y se rindieron, dando la oportunidad de tomar el poder a un movimiento nacionalista que se había estado gestando en China. El líder era un joven exiliado llamado Ho Chi Minh. La forma en que los Estados Unidos se vieron envueltos en Vietnam fue casual e inevitable.

El movimiento armado, llamado Vietminh, comenzó una guerra de guerrillas en contra de los invasores japoneses, con armamento y entrenamiento de los Estados Unidos, Rusia y China. Y cuando los japoneses se rindieron en 1945 Ho Chi Minh declaró la creación de la República Democrática de Vietnam. Roosevelt, Churchill y Stalin, por otro lado, ya se habían repartido el país en la cumbre de Postdam, asignando el norte de Vietnam a China, y el sur a los ingleses, que cederían el control a los franceses cuando estos reclamaron que querían recuperar los territorios perdidos. Francia no reconoció el estado de Ho Chi Minh y la guerra comenzó apenas los europeos se estacionaron en Vietnam. Los franceses no hubieran tenido problemas en controlar la situación de no haber sido porque en 1949 los comunistas tomaron el control de China ofreciendo una base de entrenamiento a los guerrilleros vietnamitas.

Mejor preparados las tropas del Vietmihn ocuparon Vietnam y obligaron a los franceses a rendirse cuando los Estados Unidos se negó a participar en la guerra. Los norteamericanos ya estaban envueltos en una guerra con Corea para contener el comunismo en Asia y aprovechando la ocasión se reunieron para los términos de paz con este país y entre Francia y Vietnam. En Génova el acuerdo estableció que Vietnam sería dividido en dos, el norte al mando de Ho Chi Mihn y el sur presidido por Ngo Dinh Diem, el candidato norteamericano para presidir el territorio. Además para 1956 tendrían que realizarse elecciones generales para elegir un presidente único.

Eisenhower, entonces presidente de los Estados Unidos, tenía reportes de que tanto como 80% de la población vietnamita era comunista, pero pensaba que podía cambiar esto utilizando a Ngo Dinh Diem como títere. Pero este se negó a seguir las ordenes de Washington, convirtiéndose en un tirano cruel que elevó la popularidad de los líderes comunistas. Washington inmediatamente aprobó un paquete de ayuda económica buscando dar al impresión de un milagro económico y organizó una campaña de desinformación para convencer a los sur vietnamitas de que Ho Chi Minh era un tirano. Prestando ayuda militar y estratégica al gobierno de Diem, cosa que iba en contra de la Convención de Ginebra, y por lo cual se mantuvo en secreto.

Pero en 1956 Diem se negó a realizar las elecciones, y los sur-vietnamitas empezaron a armarse para la revolución, asesinando sólo en 1959 a 1.200 miembros del gobierno. Por su parte Ho Chi Minh había llegado a la conclusión de que la única forma de unir a Vietnam era a través de la intervención armada. Para cuando Kennedy tomó el poder en 1960, ya se habían realizado varios golpes de estado en contra de Diem, a quien los Estados Unidos siempre había defendido, a pesar de que Diem nunca dio muestras de querer seguir los lineamientos de Washington. Por esto Kennedy decidió cambiar la estrategia de Eisenhower.

En vez de seguir ayudando a Diem, aprobó la realización de un golpe de estado por parte de los sur-vietnamitas, el cual se llevó a cabo a principios de noviembre de 1963, y en el cual Diem fue fusilado por lo golpistas. Tres semanas antes que Kennedy también cayera víctima de un atentado.

Durante su campaña presidencial Kennedy había dejado claro que le daría continuidad a la política exterior de Eisenhower. Pero esto no era más fácil decirlo que hacerlo. Para empezar su atención está dividida con problemas muchos más graves, como la lucha por los derechos civiles en los mismos Estados Unidos y el bloqueo congresional que sufrió durante todo su periodo especialmente en cuanto a las reformas del sistema de salud.

Mientras Kennedy hacía sentir su política anti-socialista fuera de los Estados Unidos, en su país sus principales objetivos estaban teñidos con la voluntad de atender las necesidades de las masas antes que cualquier otra cosa. Lo cual fue criticado por ambivalente y utilizado a discreción por sus adversarios. El plan de salud y reforma de Medicare de John Kennedy proveía seguro médico para todos los mayores de 65 años y cuidado básico para cualquiera que llegara al hospital por los primeros 60 días. La factura sería pagada con aumentos en las primas del Seguro Social. El plan fue un éxito con los sindicatos y las gentes más pobres, pero las compañías aseguradoras le hicieron la guerra desde que leyeron la propuesta. La Asociación Médica Americana describió con éxito el plan como un ejemplo del socialismo que Kennedy quería instaurar. El congreso nunca aprobó la reforma.

La lucha por el poder en el congreso llevó a Kennedy a tratar diferentes formas de acercamiento, pero este era simplemente odiado en ciertos círculos, en el que se le consideraba demasiado joven, inexperto y lejano de las realidades de la política. Y la razón de esto, además de su apoyo a los derechos civiles y la destrucción del crimen organizado, era un creciente autoritarismo y su innegable deseo de perpetuarse en el poder. Tras la crisis de octubre la popularidad de Kennedy llegó hasta el 80%, lo cual hacía este un escenario posible. Además, su hermano, Robert, que se había convertido en su asesor legal y político, empezaba a posicionarse para las elecciones post-JFK.

Robert, que desde la Fiscalía tenía que tratar de cerca con Hoover, nunca logró ganarse la confianza de este, que conocía toda la historia familiar de cerca. Por lo que cuando Sam Giancana decidió hacer una movida en contra de los Kennedy, obtuvo y compartió información del FBI que llevaría a uno de los episodios más oscuros de su presidencia.

En 1962 Giancana había terminado una relación amorosa con Marilyn Monroe, pero seguían siendo amigos, y ella le había confesado que había estado relacionada con ambos, John y Robert Kennedy de quien le dijo, estaba enamorada. Giancana vio en esto una oportunidad de humillar a los políticos.

Utilizando sus contactos en el FBI Giancana descubrió que el talón de Aquiles de los hermanos Kennedy eran las mujeres, y utilizando policías y proxenetas que estaban en su nomina reunió evidencia en contra de ambos políticos de la que más tarde diría, era suficiente para hundir la carrera de ambos. Las andanzas de los Kennedy para este entonces eran legendarias. Se hablaba de verdaderas orgías en la Casa Blanca, y de una primera dama que tenía que llamar antes de aparecerse por Washington.

Viendo que además de las mujeres, los Kennedy sentían debilidad por las celebridades, Giancana utilizó, entre otros, a Frank Sinatra para presentarles oportunidades que no podían pasar por alto. Una de ellas fue Marilyn Monroe.

A través de un micrófono en la casa de Monroe instalado por el FBI, Giancana se enteró de que Robert Kennedy la visitaría el 4 de agosto de 1962, poniendo en marcha su venganza. Según Giancana mismo, ese día esperaron a que Robert Kennedy se marchara, que fue alrededor de la media noche, y esperaron a que la sirvienta también lo hiciera, que no fue mucho después. Entonces forzaron la cerradura, entraron a la casa y sometieron a Monroe. En su cuarto le insertaron un supositorio de Nembutal en el ano. Esta forma de asesinato era prácticamente invisible. La droga entraba en el torrente sanguíneo casi instantáneamente y no dejaba ningún rastro. Después abrieron una botella de pastillas y las regaron sobre la cama. Antes de irse se aseguraron de que el diario de la actriz, con las cartas amor que Robert le había enviado estuviesen sobre la mesa de noche. La sirvienta descubrió el cuerpo al día siguiente en la mañana.

Giancana esperaba que la sirvienta llamara a la policía y revelara que Robert Kennedy había estado allí la noche anterior. Y que durante la investigación se descubrieran las cartas del fiscal. Pero para su sorpresa nada de esto sucedió y la muerte fue tachada sumariamente como un suicidio. La relación de los Kennedy con Monroe no sólo era vista con malos ojos por la mafia, sino también por miembros del gobierno que no estaban de acuerdo con la sensación de intocables que los Kennedy habían empezado a sentir. Molestando, prácticamente a todos los sectores de la vida estadounidense excepto a los votantes.

Se desconoce si los Kennedy supieron de la supuesta participación de Giancana en la muerte de Monroe, pero es cierto que después de ésta sus pasos fueron seguidos de cerca por las agencias de inteligencia hasta el punto en que éste quiso demandar al gobierno por violación de su privacidad.

Otra razón por la que la mafia sentía desprecio por Kennedy era por su apoyo de los movimientos civiles. Siendo una organización racista no podía ver sino con pánico como el setenta por ciento de los negros norteamericanos había votado por Kennedy.

JFK había prometido reformar los derechos civiles norteamericanos. Pero falló dos veces en lograr que estos cambios fueran aprobados por el congreso, que veía esto como una muestra más de izquierdismo. Sin embargo, llevó a cabo varias maniobras que no requerían la aprobación del congreso, como el envío de agentes federales a Alabama para defender a protestantes del gobierno local y a vigilar y permitir la integración de los negros en la universidad de Mississipi. Estos movimientos laterales eventualmente revelaron a ambos partidos que la falta de apoyo a los derechos civiles simplemente los haría víctimas de un proceso que era inevitable, por lo que 1963 finalmente aprobaron la reforma.

Entonces Kennedy estaba en el tercer año como presidente, y junto a su hermano Robert habían hecho más enemigos que ningún otro político del que su tuviera memoria. Habían atacado a la mafia, los empresarios, la CIA y a los militares. Estaban los sindicatos que no agradecían su intervencionismo, y estaba la derecha que no podía verlo sino como un comunista. También estaban algunos movimientos civiles que protestaban la manera en que manejaba su política internacional, especialmente en cuanto a la isla de Cuba. Sin embargo sus ambiciones iban más allá de lo que era posible. Los Kennedy esperaban mantenerse en poder por lo menos por 12 años, con John entregándole el poder a Robert y este a su vez pasándoselo a Ted.

Pero la herencia del conflicto vietnamita seguía siendo el principal problema de Kennedy. Después del golpe de estado a Diem, Kennedy aumentó su presencia en la zona, que ya para finales de 1962 llegaba a 12,000 soldados identificados como «consultores» que estaban entrenando ilegalmente las tropas de Vietnam del Sur. Kennedy había ordenado la colocación de 300 helicópteros en la zona, con la orden de no enfrascarse en combate, lo cual era imposible, produciendo un escalamiento en la acciones armadas que decidió mantener dentro de las paredes de la Casa Blanca. Kennedy no podía darse el lujo de perder otro país a los comunistas antes de las elecciones de 1964, para cuando se especula que tenía planes para retirarse de la zona. Pero sus acciones en la presidencia dejan pruebas de lo contrario.

Y en estas circunstancias, el 22 de noviembre de 1963, el Dallas Morning News publicó una página entera de publicidad pagada por las empresas petroleras en Texas donde le preguntaba al presidente 12 preguntas malintencionadas, incluyendo la de por que la CIA se dedicaba a asesinar lideres aliados y anti-comunistas, refiriéndose directamente a la muerte de Diem.

Pero la verdadera razón del ataque eran tres todavía recientes acontecimientos. Su decisión de vender trigo al bloque soviético, el haber ignorado completamente a los militares y la CIA en la solución del problema de los misiles cubanos, y la investigación que había abierto a las empresas petroleras por un fiasco relacionado con la evasión de impuestos que ponía en jaque las fortunas de muchos en Texas.

Esa mañana John Kennedy arribaría Dallas y leería el periódico con una sonrisa. Este pueblo está lleno de dementes, comentaría antes de dirigirse al automóvil que lo llevaría en un tour de reuniones con distintos lideres locales. Este era un Lincoln continental, que debido al buen clima no fue provisto de la burbuja antibalas que había sido diseñada especialmente para el automóvil. Dallas era el bastión del anticomunismo en los Estados Unidos. Una ciudad sumamente violenta donde se cometieron más asesinatos en 1963 que en toda Inglaterra. Y allí estaba el presidente, rodando por la ciudad completamente descubierto y a diez millas por hora.

Como Kennedy usaba un corsé para corregir la deformación de su espalda debido a la enfermedad de Addison, su cuerpo como de costumbre sobresalía por encima de los demás pasajeros, su esposa, en el asiento posterior izquierdo, y el gobernador de Texas Richard Connally y su esposa directamente enfrente de él. El automóvil era conducido por un agente del servicio secreto, en una caravana compuesta por dieciséis vehículos y varias motocicletas, que cruzaría el corazón de la ciudad para llegar al Dallas Trade Mart. El vicepresidente Johnson viajaba dos carros más atrás.

Desde la calle Main de Dallas, la caravana cruzó a la derecha en la calle Houston y después a la izquierda en la calle Elm, una calle corta y en bajada que atravesaba la plaza Dealey, y que tenía una entrada a la autopista que era la forma más rápida de arribar al Trade Mart. En la esquina de Elm y Houston estaba un edificio de ladrillos de siete pisos, el 411 de Elm Street, que era la sede una empresa llamada la Texas School Book Depository, encargada de la distribución de libros a las escuelas del estado.

La caravana pasó por el edifico exactamente a las 12:30 p.m. según el reloj en el tope del edifico y el carro del presidente empezó a rodar cuesta abajo a unas 10 millas por hora. Señalando con la cabeza hacia el público Connally se volteó y le dijo a Kennedy, «Sr. Presidente, no puede decir que Dallas no lo adora». Kennedy respondió saludando al público con la mano, «No, definitivamente no puedes decir eso». Jacqueline saludaba a la gente a su derecha cuando según ella escuchó algo como la explosión del escape de un automóvil e inmediatamente un grito desde el puesto de Connally. Al voltear hacia Kennedy este tenía una expresión de confusión en la cara, ambas manos cerca del cuello, y los codos hacia arriba y los lados del cuerpo, como luchando con una fuerza invisible por agarrase el cuello.

Ese había sido el primer disparo o el segundo, o por lo menos el primero que le dio a Kennedy. Entonces Jacqueline escucho otra explosión y sin que tuviera tiempo de reaccionar, la parte superior derecha de la cabeza de Kennedy explotó, bañando a la primera dama y a los motociclistas que iban escoltando a la caravana con sangre y masa cerebral del presidente.

Tras un segundo de confusión, la limosina aceleró y se dirigió al hospital Parkland, a unos diez kilómetros o cinco minutos del lugar del atentado. Pero la carrera fue innecesaria, apenas los doce doctores esperando a Kennedy vieron sus heridas concluyeron que no había cirugía posible que le salvara la vida, y a la una de la tarde lo declararon muerto. Connely, quien tenía herida en la espalda, el pecho, la muñeca, las piernas y la palma de la mano no estaba en mejores condiciones. Pero cerca de las cinco de la tarde había sido declarado estable y fuera de peligro.

Mientras operaban a Connelly, a las 2:15 p.m., el cuerpo del presidente fue puesto en una urna y montado en el Air Force One, y a las 2:38 p.m., antes que el avión partiera hacia Washington, la juez federal Sarah T. Hughes juramentó a Lyndon Baines Johnson como el 36vo Presidente de los Estados Unidos dentro del avión presidencial. Jacqueline Kennedy sirvió de testigo del acto.

Los testigos del crimen declararon que los disparos se habían producidos desde detrás de una cerca de madera al final de un montículo de grama y desde el edificio del Texas School Book Depository. La policía inmediatamente tomó el edifico y en el piso seis descubrió, tres cartuchos vacíos al lado de una ventana, y un rifle italiano Mannlicher-Carcano escondido detrás de unas cajas. Un tal Lee Harvey Oswald, que había sido contratado el quince de octubre anterior como operador de ordenes a $1.25 la hora había sido visto en el edificio a las 11.55 a.m. y abandonándolo a las 12.33 p.m.

Oswald, según su casera, llegó a su casa a la 1.00 p.m. y casi inmediatamente un carro de policía se detuvo al frente, tocó la corneta dos veces y se fue. Oswald entonces salió de su casa y a la 1.16 p.m. se consiguió con un policía de Dallas llamado J. D. Tippet, quien lo detuvo. Según testigos, tras un breve intercambio de palabras, Oswald sacó una pistola y le disparó varias veces antes de salir corriendo. Veinte minutos más tarde, Johnny Brewer, el gerente de una tienda de zapatos vio a Oswald escondiéndose de la policía. Tras verlo entrar en un cine llamó a la policía. Cuando los ofíciales llegaron Brewer los acompaño al cine donde identificó a Oswald, y tras una breve lucha, fue arrestado.

Enseguida dieron con que Oswald trabajaba en el edifico de la Texas Book Depository. También que sus huellas estaban en el Mannlicher-Carcano. más tarde ese día la policía descubrió que el rifle había sido comprado por correspondencia por un tal A. Hiddell. En la cartera del sospechoso encontraron una tarjeta de identificación falsa bajo el nombre Alek Hiddell. El rifle, además, había sido enviado a el P.O. Box 2915, Dallas, Texas, que era propiedad de Oswald.

En los interrogatorios Oswald negó haber matado al presidente Kennedy, y repitió que alguien le había tendido una trampa. Al mostrársele fotos que habían sido halladas en su casa, sosteniendo el Mannlicher-Carcano, aseguró que ese no era él en la foto. Al día siguiente, el 24 de noviembre, mientras era trasladado a la cárcel del condado un hombre salió al frente de la escolta y le disparó en el estomago. El criminal fue sometido y Lee Harvey Oswald murió casi de inmediato. El asesino fue identificado como Jack Ruby.

Para Robert Kennedy, el asesinato de JFK había sido producto de una conspiración, e inicio una investigación para reunir pruebas en cuanto a esto, pero Johnson estableció la Comisión Warren para llevar a cabo la investigación oficial, amarrándolo de brazos. La Comisión presidida por el presidente de la Corte Suprema Earl Warren no encontró pruebas de que el asesinato de Kennedy hubiese sido llevado a cabo por alguien más que Oswald. Y que el de Oswald no había sido llevado a cabo por otro que Ruby. Que los tres disparos, en tres segundos, habían sido hechos desde el edificio de la School Depository.

El reporte sería criticado y en parte desacreditado en futuras investigaciones oficiales. Principalmente por la teoría de la llamada «bala mágica» que no sólo cambió de dirección y velocidad dos veces, sino que también fue responsable por al menos siete diferentes heridas en Kennedy y Connally, mientras fue capaz de mantenerse prácticamente como nueva. La bala fue hallada en una camilla del hospital con poco más que rasguñaduras. En el edificio donde había sido conseguido el rifle habían tres cartuchos vacíos, pero tras el atentado se descubrió que una de las balas había golpeado lejos de Kennedy y herido a un transeúnte. En vez de añadir una cuarta bala, Warren prefirió mantener la teoría de «bala mágica» como única explicación posible.

Con el tiempo contado tras la muerte de Kennedy, Robert se movió rápidamente, y para la mañana siguiente al asesinato todos los documentos presidenciales estaban bajo custodia y guardia permanente las 24 horas del día. Con las pruebas de todas las actividades del gobierno en sus manos, Robert Kennedy nunca compareció a la Comisión Warren, que muy seguramente lo hubiese hecho declarar sobre la conexión con Giancana, destruyendo la imagen de su hermano.

Pocos días después del asesinato, Jackie Kennedy declaró en una entrevista como ella y su esposo se acostaban juntos en la cama a escuchar la música del musical «Camelot» una y otra vez. El mito familiar que Joseph Kennedy había luchado tanto por concebir por fin había nacido.


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