Cuando George Orwell escribió su obra maestra, el mundo era muy diferente al que vivimos hoy en día. ¿O acaso no lo era? Con la amenaza del fascismo en puerta y la pérdida de cuanta privacidad y respeto podía existir por la vida humana el futuro entonces se veía negro y no tan lejano. El estricto control estatal parecía ser la única salida a la amenaza contra el status quo. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Aunque parezca mentira, trabajando para el Cojo he recibido más advertencias de las que había recibido en el resto de toda mi vida. Y no es para menos, la opinión, si seguimos como vamos, pronto será una especie en extinción.
Big Brother está en todas parte. Observándonos cada vez que pagamos con tarjeta de crédito, visitamos un sitio en Internet o nos sacamos la cédula. Todo lo que hacemos que sea registrado, algún día podría ser usado en nuestra contra.
Claro que siempre está la solución Bin Ladin. Pero ¿quién quiere pasarse la vida encerrado en una cueva como un oso?
1984 es el futuro posible. En ésta, su personaje principal Winston Smith, vive en Londres, que es parte de Oceanía. El mundo está dividido en tres países: Oceanía, Eurasia, y Estasia. Todos ellos son sociedades totalitarias regidas Big Brother (El Hermano Mayor), que tiene la capacidad de censurar la conducta de cualquier ciudadano, incluyendo sus pensamientos.
Winston, como muchos otros está en desacuerdo con el sistema y quisiera unirse a un grupo mítico llamado La Hermandad, que supuestamente trabaja en secreto para derribar al gobierno. Winston se pasa la vida siendo observado por Big Brother, quien tiene cámaras en todos y cada uno de los cuartos de los edificios públicos y privados.
Winston conoce a una mujer, Julia, se enamora de ella y deciden tener un affair, lo cual es considerado un crimen en la sociedad comandada por Big Brother.
Winston es entonces abordado por un tal O’Brien, quien es miembro del gobierno y le da su dirección. Él se había tropezado con O’Brien varias veces y estaba casi seguro de que era miembro de la Hermandad. Julia y Winston van a casa de O’Brien, pero caen en una trampa que Big Brother les ha estado montando por años al observar que no estaban muy contentos con el sistema.
Winston y Julia son enviados al Ministerio del Amor, que es donde se persiguen y «curan» aquellos acusados de crímenes de pensamiento. Ahí Winston es torturado hasta que confiesa todo lo que Big Brother quiere saber, su relación con Julia y su deseo de unirse a La Hermandad. Tras lavarle el cerebro, Winston se une al partido y pasa el resto de su vida siguiendo sus directrices.
Para aquellos que decidan leerse 1984, el capítulo donde Winston es torturado para que confiese es una de las más aterradoras de toda la historia de la literatura. Big Brother sabe todo de tus miedos y fobias.
1984 puede ser sin ninguna duda equiparado a la sociedad contemporánea. El control en masa en un concepto que manejan a diario desde las empresas de mercadeo hasta los Ministerios de Defensa, y ha ido ganado terreno a medida que el movimiento globalizador ha ido expandiendo sus tentáculos.
Por supuesto que no estamos viviendo en el mundo febril de 1984, pero no tiene por qué ser así, para ser igual.
La manipulación de los medios de comunicación, que a su vez son manipulados por grandes corporaciones, que a su vez son manipuladas por el gobierno, que a su vez son manipulados grandes corporaciones, etc, etc, etc, es un círculo vicioso que no es necesariamente casual.
Desde el 11 de septiembre del 2001, por ejemplo, nos podemos dar cuenta de cómo los medios de información han jugado un papel fundamental en lo que está sucediendo en el mundo hoy en día. En el Medio Oriente, por ejemplo, tenemos a Saddam cantando todos los días a las nueve de la noche cómo él destruyó a los estadounidenses en la Guerra del Golfo. Y de este lado del mundo a Bush convenciéndonos de que debemos defendernos antes de que nos ataquen. Día a día, 24 horas al día, 365 días al año.
En 1984, los países comienzan algunas guerras innecesarias con el fin de ganar adeptos y mantener el nacionalismo siempre vivo. Tan vivo que no le importe cuánto odia la forma en que vive. En la vida real, acaba de terminar otra guerra cuyo único objetivo era el de mantener la fantasía de capacidad del presidente estadounidense. Para hacer la guerra a Irak, se rompieron tratados, leyes internacionales y muy posiblemente la ONU y la OTAN sufran gran inestabilidad en los años por venir. Pero qué importa. El mundo ha sido salvado nuevamente de esa amenaza llamada oposición.
La guerra en Irak, es desde todo aspecto antidemocrática, 70% del público estadounidense estaba en contra de la guerra, y sin embargo se llevó a cabo. En un ejemplo más de que poco a poco, nuestra opinión ha ido perdiendo valor.
En su extraordinario libro, «El futuro de Dilbert», Scott Adams pone como ejemplo de esto el valor del voto. En Venezuela, el Acta de Independencia fue firmada por 42 personas. Lo que significa que la opinión tenía un valor de un 0.42%. Pero en hoy día, con casi 25 millones de venezolanos, el voto se ha devaluado hasta no ser sino un numero irreal, 0.000004%, donde muy bien podríamos no votar porque nuestra opinión es irrelevante y al final no vamos a tener ninguna parte en la toma de decisiones.
En otras palabras, nuestro poder como ciudadanos en contra de las instituciones del Estado y sus operaciones han sido aplastadas por el poder, el inmenso poder del Gobierno.
Una de las situaciones más reveladoras y proféticas de 1984 es la forma sistemática en que la oposición es eliminada del camino. En 1984 O’Brien se hace pasar por rebelde para descubrir posibles traidores en nombre de la libertad y el status quo. Creyendo en la libertad de expresión, nos dejamos llevar por lo que los medios nos dicen todos los días, aunque algunas veces sea obvio que esto está muy lejos de la realidad.
Desde el 11 de septiembre del 2001, el Congreso de los Estados Unidos ha eliminado leyes cuyo objetivo era proteger la privacidad de los ciudadanos. Pero como ahora la privacidad es un riesgo que no se puede tomar, según la prensa, la oposición a estas medidas es básicamente nula. Hoy en día uno puede ver en las paredes de cualquier ciudad de los Estados Unidos afiches recomendando a los ciudadanos reportar cualquier actividad sospechosa de sus vecinos. La excusa es que los ciudadanos no quieren libertad, sino seguridad.
Millones de dólares han sido destinados a la guerra contra Irak, cuando antes iban a programas sociales et al, sin oposición alguna gracias al bombardeo constante acerca de la necesidad histórica de hacerle la guerra al terrorismo. Con esto, los estadounidenses, en detrimento de todos los demás ciudadanos del mundo, han caído en el cebo que es apoyar la guerra como paliativo a sus genuinos sentimientos de dolor, como consecuencia de los ataques del 11 de septiembre.
Con respecto a esto, Orwell nos describe lo que él llama, El Salón del Odio. En este lugar, el público en general recibe un objeto contra el que puedan dirigir sus odios y frustraciones. Creo ver similitudes entre Osama Bin Ladin y Saddam Hussein y la manera en como Washington los ha presentado a todos. Y no que los tipos, no lo merezcan, el problema es el uso manipulativo de sus imágenes para beneficiar el crecimiento del Estado y su control sobre los ciudadanos.
Durante la Guerra de Irak, el diario venezolano El Nacional, parecía estar recibiendo sus noticias directamente del Ministerio de Información de Irak (el cual es un caso de estudio aparte). De acuerdo a ese periódico en su versión online, los Estados Unidos parecían estar destinados a fracasar, las tropas estadounidenses ejecutaban masacres en donde llegaban y estaban matándose entre ellos mismos por su estupidez.
Cada logro, era tomado con escepticismo, rayando en apoyo, para con el régimen de Saddam Hussein, lo cual sería valido y genuino si este fuera el caso. Pero unos meses antes, el presidente Chávez era atacado por haber viajado a Irak en lo que no fue más que un viaje de negocios. Entonces, a quién le creemos ¿Cuál es la verdad? ¿Es Saddam bueno o malo? Para ponerlo sencillo. ¿De acuerdo al New York Times o a El Nacional?
El mundo de hoy definitivamente se está volviendo más complicado de lo que muchos podemos soportar. Pero si Orwell tenía razón, no tenemos por qué preocuparnos, las rebeliones serán mantenidas a raya y la oposición será aplastada sin remedio. Todo para que nosotros nos podamos dedicar tranquilamente a hacer lo que más nos guste.
Especialmente ver televisión.
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