De vez en cuando y de cuando en vez, un niño clasifica como ganador y perdedor al mismo tiempo cuando sus familiares lo reportan como perdido y las cadenas noticiosas deciden que eso es noticia, convirtiéndolo en lo que se podría llamar una necrocelebridad.
Así comienza una reacción en cadena periodística que no importa que esté pasando en el mundo, se estanca en una sola pregunta: dónde está X. Las pantallas de los televisores y las páginas de los periódicos se llenan de fotos del desaparecido y de ex vecinos prendiendo velitas y sosteniendo vigilias pidiendo por su regreso.
Demasiado frecuentemente todo termina con el descubrimiento de un cadáver y el posterior arresto de un tipo con bigote y cara de buena gente grabado por las cámaras de seguridad de algún lugar donde ese niño o adolescente, para empezar, nunca debió haber estado.
Pero más frecuentemente no pasa nada, y para muestra un botón: ¿Han escuchado hablar alguna vez de Reyna Gabriela Alvarado Carrera? ¿O de Bryan y Jennifer Cervantes? Por supuesto que no. Pero muy seguramente se saben la vida y obra completa de Natalee Holloway, la estudiante de Mountain Brook, Alabama que desapareció sin dejar rastro mientras estaba de vacaciones en Aruba el pasado 30 de mayo. Su búsqueda hasta la fecha ha incluido pelotones de soldados, equipos de investigación del FBI y expertos de empresas privadas que hacen palidecer la búsqueda del mismísimo Osama Bin Laden. Holanda, esto es insólito, envio tres F-16 para ayudar en la búsqueda de la debutante norteamericana. Reyna Gabriela (foto) desapareció poco menos de un mes antes que Holloway. Los Cervantes, de tan sólo uno y tres años respectivamente, el pasado 10 de julio. En su casa se encontraron tres cadáveres incluyendo el de su madre. La diferencia: los tres son hispanos y pobres.
Según un estudio del Centro para niños explotados y desaparecidos de los EE.UU., en 1999, 797,500 niños fueron reportados como desaparecidos. 58,200 fueron secuestrados por extraños y 115 fueron víctimas de secuestros a largo plazo por no familiares. De estos 40% fueron asesinados o simplemente no vueltos a ver con vida.
Nuestra pregunta en este respecto es, quien y bajo que preceptos decide cuando es necesario enviar helicópteros, buzos, equipos de investigación y solicitar ayuda a gobiernos extranjeros para encontrar a una persona desaparecida. Al año, los casos de niños desaparecidos que son objeto de investigaciones serias y contundentes, como la de Holloway, se pueden contar con una mano, y si tomamos los reportes periodísticos como parámetro para que estas se lleven a cabo, si tu retoño desaparece, Dios no quiera, a menos que seas blanco y de clase media alta o alta, más vale que vayas pensando en hacer otro porque las autoridades no van a mover un maldito dedo.
Es loable la labor de búsqueda de Holloway en Aruba, y con todo el corazón deseamos que aparezca con bien aunque sea con una excusa, pero una vez que el FBI termine de peinar las blancas arenas de esa isla esperamos le dedique la misma atención a las decenas de miles de niños y adultos (esa es otra historia) esperando por el rescate del tío Sam.
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