9-11: dos años después

El 10 de septiembre del año 2001, vivíamos en un mundo que no volverá a ser. Teníamos otras guerras, conflictos y preocupaciones, pero vistas hoy, ellas no son más que asteriscos históricos. La mañana del día siguiente, el futuro que prometía el nuevo siglo acompañado por el sueño de unión que muchos pensaron que podía hacerse realidad, desapareció. Dos años después, no existe ninguna duda de que no volverá en mucho tiempo, si es que alguna vez lo hace. Bienvenido al siglo XXI.

Haciendo un recuento de las consecuencias del ataque al World Trade Center en Nueva York y al Pentágono en Washington D.C., llegamos a la conclusión que la solución a este problema aún ni ha comenzado. Los autores de estos atentados todavía están libres y con sus organizaciones funcionando. Sus personalidades son veneradas en el Medio Oriente como héroes.

¿La razón? Le pegaron en la nariz al muchacho más fuerte del barrio sin pensar que -como en el barrio- pocos viven los suficiente como para contarlo al ser viejos. El mundo musulmán sigue resentido por ser tierra de nadie. Sus millones de creyentes siguen muriendo de hambre y para colmo de males ahora están en la difícil posición de excusar lo inexcusable.

A dos años del 9-11, sólo tres cosas han sido puestas en claro: los musulmanes creen que los Estados Unidos recibieron su merecido; los musulmanes cometieron un error en habérselo dado; y esto no resolvió ningún problema.

Sin embargo las consecuencias han ido más allá de la imaginación de sus perpetradores, incluyendo la ruptura entre Europa y los Estados Unidos. Con Europa en pleno proceso de unión, verse dividida por el conflicto pone en riesgo el deseo de hacer un país de un continente. Y de no cristalizar estos planes en el futuro -y esto es posible-, será consecuencia exclusiva del ataque en tierras americanas.

Y la división no es producto de meras posiciones políticas. Es producto del delicado equilibrio que se necesita para mantener al mundo en la mejor y mayor paz posible. En el caso europeo (quien a pesar de los conflictos en Europa del Este), ha experimentado en los últimos 50 años lo que es vivir sin matarse los unos a los otros, este equilibrio es muy difícil de mantener dado que sus economías dependen en mucho de la salud de los Estados Unidos de América.

Pero la relación de amor odio entre este país y Europa, y las posibles ventajas de aliarse con un enemigo sólo hasta cierto punto, han llevado a malos entendidos que pueden terminar en represalias futuras e innecesarias si los europeos no hubieran tratado de beneficiarse de una situación más grave de lo que pensaron.

En dos años, hemos visto a la nación más fuerte del planeta atacada por: apátridas, países celebrando tales ataques, otros apoyándolos y otros tratando de aprovechar la situación. Hemos visto a España nuevamente convertirse en líder europeo a pesar de la oposición interna. A Inglaterra negar su afinidad territorial.

Lo peor de los seres humanos salió a flote justo en momentos cuando todo lo que había que hacer era detenerse y pensar en lo que era más conveniente para todos.

Igual quizás ahora estuviéramos en guerra. Quizás igual Irak hubiese sido descabezada y todo un continente amenazado de lo mismo si no controlan a sus ciudadanos y a una creencia (que en algunos lugares) ha pasado de religión a culto.

En dos años hemos visto desaparecer cualquier duda acerca de quién es la única potencia en el planeta, y que esta no tiene ningún deseo de dejar de serlo. Hemos visto a las Naciones Unidas tirada en el suelo convertida en buhonero de recomendaciones que nadie oye. Nos hemos dado cuenta de que el único beneficiario de la caída de Occidente es China -y que sabiendo esto- se ha mantenido en silencio. También hemos visto que regímenes como el de Beijing no serían una mala idea en el Medio Oriente si se quiere controlar la situación sin tener que apelar al exterminio masivo, que por primera vez en décadas es una opción tanto de un lado como del otro.

Que los errores del pasado se pagan con sangre y que los aliados del pasado, no lo eran tanto. Que todo lo que creemos saber puede ser una simple ilusión.

Y sorprendentemente, en estos últimos dos años hemos visto a los Estados Unidos tratar de intervenir políticamente en el futuro de naciones que simplemente están avanzando hacia democracias más sólidas. Las lecciones del 11 de septiembre yacen olvidadas como si creyeran que no son ciertas.

A dos años del 11 de septiembre del 2001, lo interesante es que aún no sabemos si la historia dio un giro hacia mejor o hacia peor. Ojalá, este sea el comienzo de otra era, que aunque iniciada con sangre, termine en dadas de mano. De comprensión y entendimiento. Occidente debería ser capaz de esto. El mundo Oriental debería al menos tratar de hacer lo mismo o simplementeesta rogando por su colonización.

A dos años del 11 de septiembre lo único que sabemos es que a seis, a diez o a veinte años de ese día, el mundo no volverá a ser el mismo.


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