2 años y 0 armas de destrucción masiva después

A estas alturas, con el mundo atravesando este horroroso período de ciencia ficción digno de Orwell, de lo único que podemos estar seguros es de que la realidad no tiene ninguna importancia. Que es más probable encontrarnos en los medios de comunicación discusiones sobre si Beto está o no escondiendo las armas de destrucción masiva, o el gato Félix o hasta Bill Clinton, que más da.

Los hechos no sirven de nada y nadie hace las preguntas correctas que terminen de movilizar a la población mundial. Todos permanecemos lobotomizados por el Ántrax que todavía debe flotar en el aire, ya que nadie le pide cuentas a, por ejemplo, Colin Powell o Donald Rumsfeld, que presentaron unas fotos ficticias a la ONU sobre bases militares y fábricas de armamento que luego resultaron ser un montón de recuerditos de la Primera Guerra del Golfo. ¿Quién interroga al presidente Bush sobre el gran crimen contra la humanidad que es la guerra de Irak?

Definitivamente Dios se equivocó en la distribución del mundo, al colocar el petróleo norteamericano bajo suelo iraquí. Lo extraño es que le diese mensajes contradictorios a George W. Bush y al Papa Juan Pablo II, diciéndole a uno que estaba bien arrasar con una centena de miles de civiles y devastar el legado milenario del medio Oriente saqueando uno de sus museos, y al otro que condenase la guerra y esperara a ver si le hacían caso. Menos mal que ya rectificó, colocando la mano dura y helada de Benedicto XVI en Roma. ¡Dios nos agarre confesados!

A dos años del inicio de hostilidades en Irak, y para intentar poner las dimensiones de lo que sucedió, sucede y aparentemente continuará sucediendo en un marco sobre el cual podamos entender la desgracia iraquí, hagamos un ejercicio mental, que a fin de cuentas parece ser la única forma en que se puede abordar este asunto. Imagínate que un día vas caminando por Manhattan y escuchas que un ejército invasor vendrá a robarte tus recursos naturales, ayudarte a acabar con el gobierno de turno y establecer una democracia de verdad. Imagínate que mientras todavía estás buscando en el diccionario que demonios es una democracia,  escuchas que todo el planeta se opone a la invasión, excepto países como Marruecos o Las Islas Marshall y  que millones de personas en todo el mundo están protestando mientras la ONU enfrenta la peor crisis diplomática de su historia. Imagínate que este ejército ha invadido Nueva Jersey,  destruyendo todo a su paso y que tras cortar las vías de comunicación hacen pasar semanas enteras sin agua ni alimento a mujeres y a niños.   Piensa cómo te sentirías al escuchar aviones de alta tecnología bombardeando y destruyendo barrios de un solo tiro. Imagínate que tras varias explosiones ves nubes de humo elevándose desde algún lado en Queens y Harlem, y que sientes el polvo asfixiarte mientras escuchas los gritos de terror del vecino. Imagínate que al día siguiente te despiertas para enterarte de que el Museo de Arte Moderno (MOMA) ha sido completamente saqueado, y que caminando por el Metropolitan ves Pollocks o Warhols rasgados y tirados por el suelo por soldados sin ninguna idea de su valor. Imagina la ciudad con el Plaza en llamas, el edificio Chrysler hecho añicos y a Times Square triste y apagado.

Estimado amigo que defiendes la invasión: ¿Entiendes ahora por qué los iraquíes no apoyan al ejército de liberación? ¿Entiendes por qué nunca confiarán en un norteamericano, o peor aún, en ningún ser humano de rasgos anglosajones? ¿Entiendes por qué la insurgencia no disminuye sino que aumenta todos los días? ¿Entiendes por qué el único que ganó en la operación militar más estúpida del belicismo moderno fue nuestro archienemigo, Osama Bin Laden?

Los fundamentalistas islámicos han hecho un excelente trabajo. Hoy en día, la gente en Nueva York se encuentra aterrada, sospechosa e inhibida. Tenemos miedo, pero ya no de un posible ataque terrorista, sino de que con la excusa de evitar que esto suceda  un gobierno fundamentalista cristiano nos revise la correspondencia sin autorización, miedo que nuestras opiniones incidan en nuestro trabajo y de actuar de la manera incorrecta y a ser corregidos por un Estado super-protector, empeñado cada vez más en decidir por nosotros cómo conducirnos, cómo hacer el amor, y sobre todo cómo morir (honorable sólo si es vestido de campaña en algún lugar fuera de los EE.UU.)

La esperanza que nos queda es la perspectiva histórica: que el tiempo supere nuestro daltonismo para mostrar que las manos de la administración Bush no están manchadas de negro petróleo, sino de rojo sangre. Sin embargo, el conflicto se profundiza y las gotas comienzan a chorrear desde las largas uñas del cinismo conservador hacia nuestras bocas abiertas, que siguen amamantándose de la economía militar globalizada mundial.

Tal vez sea demasiado idealista pedir cambios. Puede ser que afectar el “New World Order” necesite más que quince millones de manifestantes, decenas de miles de muertos y una Organización de Naciones Unidas. Pero ya es una cuestión de dignidad el que se dejen de burlar de nosotros, el que los forcemos a admitir que se equivocaron y que enjuiciemos a los responsables. ¿Es demasiado pedir que una sociedad capaz de enjuiciar a Michael Jackson y lanzar hombres al espacio nos diga quién fue el que se equivocó alegando que había armas de destrucción masiva? ¿Es demasiado complicado llevar a cabo una investigación de envergadura?

No es antipatriótico realizar este tipo de preguntas. Antipatriótico y antiamericano es NO hacerlas. Aquel que calla y se hace la vista gorda ante tales atropellos, aquel que se adhiere a un discurso oficial sin hacer la más mínima reflexión no vive en un país democrático, vive en una dictadura que igual o peor a los regímenes soviéticos que tanto afán se dan los republicanos en imitar.


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