Hace unos años, con sigilosidad reptilea llegó el anti-climático y sorprendentemente feo capítulo final de la Guerra Fría y se pudo observar—de todos los lugares—en la ceremonia de entrega de los Premios Oscar en Hollywood, California. Ahí se entregó un premio a la carrera del director de 89 años Elia Kazan, quien dio al mundo algunas de sus mejores películas; «On the Waterfront» y «Splendor in the Grass», para nombrar algunas. Sin embargo, Kazan es mejor conocido por ser la figura más importante de Hollywood en «nombrar nombres» en el Comité de Actividades Anti Americanas de los años cincuenta.
La caza de brujas de Salem de nuestra era
Kazan arruinó docenas de vidas. Su testimonio llevó a la lista negra a docenas de diletantes del mundo del cine que se habían interesado—o sólo habían pensado en interesarse—en políticas de izquierda. En poco tiempo Kazan era un cabrón de ligas mayores; un chivato que denunciaba gente no sólo por sus creencias políticas, sino también por ejercer su derecho a investigar escuelas de pensamiento alternativas.
Hasta ahora era difícil decir con propiedad cuál era el legado de la Comité de Actividades Anti Americanas. ¿Había el comité finalmente resultado—pensaba gente como yo—en la exaltación popular del espíritu de la no-cooperación como lo demostraron esas personas que se martirizaron al negarse a decir nombres? O ¿había el comité logrado—irónicamente—exactamente lo que se había propuesto? Es decir, traicionar todos los dogmas básicos de una sociedad democráticamente libre con el objetivo de eliminar para siempre cualquier discusión seria sobre cualquier alternativa a la democracia en los Estados Unidos?
Con las preguntas enfrente definitivamente parece como que lo último es más cierto que lo primero. Desde el fin del trabajo del comité, la palabra «democracia» ha sido el único sistema político en gozar de un monopolio absoluto de aprobación en el discurso público de Occidente. De hecho, podemos decir cosas como «expandiendo buenos valores democráticos» sin siquiera pensarlo dos veces.
Y ahora—con el homenaje a Kazan por la misma comunidad que una vez él vendió—la democracia en los Estados Unidos ha llegado al fin de un ciclo. El premio a Kazan prueba que el poder no sólo corrompe gentes, sino también sistemas. Con la victoria de la Guerra Fría sobre la Unión Soviética la democracia fue finalmente libre de buscar el dominio mundial absoluto, dirigiéndose sin querer a su propia bancarrota. Y con esta cuestión de Kazan, está ahí. La democracia, más rica que nunca en temas, formalmente se declaró en quiebra de ideas cuando empezó la entrega del Oscar.
Mirando hacia atrás, esto era probablemente inevitable. Aquí hay diez razones de por qué este momento histórico iba a ocurrir tarde o temprano:
1. Los modelos para los billetes de $1 y $10 dólares—George Washington y Alexander Hamilton—cambiaron de opinión y buscaron instalar una monarquía poco después que la Constitución de los Estados Unidos fue ratificada. En este esfuerzo fueron apoyados por el segundo presidente de los Estados Unidos, John Adams. Sólo la oposición por parte de los Jeffersonianos les impidió triunfar. Sin embargo, el precedente fue establecido para un gobierno que—en privado—está envestido de un codicioso poder despótico y que—en público—es forzado a demostrar y expresar que está gobernado para el pueblo.
2. Menos del 50% de los estadounidenses vota. El 75% no sabe el nombre de sus representante a la Asamblea Legislativa. De los que votan, la gran mayoría sólo lo hace en las elecciones presidenciales o del Senado. En consecuencia, el estadounidense común nunca votará por algo que tenga alguna influencia en los engranajes de las leyes de sus estados o municipios. Por ejemplo, la zonificación que gobierna la calle en la que viven.
3. Con la aprobación del GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio) todos los firmantes cedieron su derecho soberano de restringir o gravar el comercio internacional a un tribunal multinacional del GATT en Suiza, que se reúne en secreto y no puede ser demandado.
4. Ninguna buena película ha sido elegida como mejor película desde «Amadeus».
5. Una decisión en 1987 de la Corte Suprema de los Estados Unidos creó una ley que reza: «la culpabilidad o inocencia de un acusado» es irrelevante al decomiso de propiedad en arrestos policiales. El único estándar que el gobierno debe cumplir para decomisar algo es establecer que alguien cometió un crimen. En otras palabras, si un billete de $100 dólares en tu bolsillo tiene trazas de cocaína porque alguien alguna vez se jaló a través del mismo, la policía en los Estados Unidos está en su derecho de decomisar el billete incluso si nunca eres condenado por algún delito. La iniciativa del ex-alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, de decomisar todos los carros propiedad de aquellos arrestados por manejar bajo el efecto de drogas o alcohol, es sólo un ejemplo de la tendencia que—muy seguramente—ganará ventaja como producto de la decisión de la Corte Suprema.
6. Las elecciones en la mayoría de países supuestamente democráticos son arregladas. Algunas veces abiertamente, como en el reciente caso de Kazajstán, e incluso en los Estados Unidos. Las elecciones de John Kennedy en 1960 y Bill Clinton en 1996 fueron mantenidas a pesar de que hubo obvias irregularidades en el conteo de los votos y la proveniencia de fondos para la campaña electoral, respectivamente.
7. Los numerosos fanáticos de Nueva York acaparan las votaciones para los Juegos de las Estrellas, haciendo que estos juegos de beisbol y baloncesto no tengan ningún sentido y, de hecho, ya no sean ni divertidos.
8. La democracia directa no ha existido desde Atenas. El modelo americano—el más frecuentemente imitado—todavía mantiene a sus ciudadanos al menos un paso atrás de una real toma de decisiones. Excepto en el raro caso de un referendo.
9. A los presos no les es permitido votar en la mayoría de los países del mundo y las tasas de encarcelamiento están aumentando en casi todos los países occidentales. En los Estados Unidos más de un millón y medio de personas no vota—casi todos negros y/o pobres y más de la mitad encarcelados—debido a delitos relacionados con drogas. La construcción de cárceles ha sido uno de los negocios más pujantes en occidente por más de una década.
10. Porque las mujeres representan el 51% del voto, nunca ninguna mujer sexualmente atractiva será elegida para ningún cargo público.
Matt Taibbi es colaborador del periódico independiente norteamericano The New York Press y del periódico alternativo eXile en Moscú, donde este artículo fue publicado originalmente.
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